Maduro le echa la culpa del desabastecimiento a la empresa privada, cuyo gobierno se encargó de pulverizarla durante los últimos catorce años. Hoy solo queda la sombra de una industria productiva, ahora desmantelada por las políticas del socialismo del siglo XXI.
Escuchar a Nicolás es confirmar el grado de cinismo del discurso oficial. Si de verdad Hugo construyó un estado fuerte, gracias a sus planes de la patria, la economía nacional no fuese tan endeble. Viviríamos en medio de la bonanza y seríamos el ejemplo del continente, la envidia de los países capitalistas.
Nadaríamos entre panes y harinas precocidas distribuidas por Mercal. Comeríamos arepas a bajo precio y cenaríamos como ricos de la izquierda caviar. Pero el proceso apenas cocinó la receta de su propia destrucción financiera. La responsabilidad no es de Mendoza, de la Polar, de la Coca Cola, de los especuladores, de los comerciantes.
El pueblo lo sabe. El auténtico autor intelectual se llama Giordanni, apoyado por un gabinete de arrogantes populistas mesiánicos. Hasta un estudiante de la UCV les podría dar una clase, para explicarles la razón de su fiasco. Los motivos son conocidos. Imposible levantar la oferta, si las leyes perjudican al sector y lo someten a miles de trabas. Aquí no hay garantías para la inversión extranjera y criolla.
Así de simple. De repente un día, montas un negocio increíble y el régimen te lo expropia, pues le da su gana. A los tres meses, apenas queda el esqueleto de la estructura. Ellos perfeccionaron la técnica del vaciado. Las comunas y los cultivos organopónicos tampoco sirvieron para nada. Importamos de todo, mientras los containers de PDVAL se pudren, a fin de justificar las facturas sobrevaloradas de los boliburgueses. Luego viene el tema del dinero negro y la corrupción. Vayan sacando las cuentas. Obras incumplidas, fachadas inauguradas cien veces.
Súmenle el despilfarro de las Misiones, de la red nacional de Propaganda y de las campañas para las elecciones permanentes.
El resultado es obvio. Un país quebrado, hipotecado, a la víspera del próximo paquetazo, del inminente crack.
Suenan las sirenas por los cuatro costados del mapa. Hay constantes amenazas de huelga, paro y protesta.
Se anuncia una posible devalución del dólar. Para detener el estallido social, Maduro activará pronto un Plan Ávila, un toque de queda, un estado de sitio. Militariza a la capital, dizque para combatir la inseguridad. Mentira.
Tienen miedo de un brote espontáneo del pueblo. Hace bien la oposición en conservar la calma. Es cuestión de tiempo para presenciar la definitiva caída del modelo. Ya no hay forma de sostenerlo. Es inviable. La Unión Soviética se despedazó por el mismo motivo. Toca esperar.
Al final, los dinosaurios se cavaron su propia fosa.