Hoy muere Videla, responsable de la muerte de muchos, de la desaparición sistemática de miles y del exilio político de cientos. Fue procesado en vida, indultado por Menem y finalmente sentenciado por delitos de lesa humanidad, como el tráfico de bebes e hijos de desaparecidos de la dictadura. Los músicos valientes le dedicaron canciones de protesta, censuradas por aquel entonces. Tuvo una oposición férrea de la resistencia argentina, pero también contó con el apoyo incondicional de una clase gobernante hipócrita y genocida, la cual después le dio la espalda para lavarse las manos, fingir demencia y ponerse el disfraz de los tiempos de apertura democrática. Es curiosa la falta de memoria de los cómplices del tirano porteño. Empresarios y funcionarios de plena vigencia, gozaron de privilegios y prebendas durante los años de terror del caballero de la triste figura. Actualmente, los socios y beneficiarios del siniestro militar niegan sus vínculos carnales con él. El mundo los conoce. Si el futuro es justo, caerán de igual manera por corruptos, oportunistas y camaleones. Causa molestia el uso propagandístico del hecho por parte del poder, para darse un baño de legitimidad concienciada y progresista, cuando el sistema es en esencia una continuidad del disparate del pasado por otros medios. No creo en la instrumentalización publicitaria del asunto con el objetivo de desviar la atención y establecer un patrón maniqueo de adormecimiento colectivo. Para los manipuladores de cerebros es sencillo escudarse detrás de una fachada de tolerancia, cuando en el presente provocan la miseria de su pueblo. Por ejemplo, la república Bolivariana, chavista y socialista.
Les convendría mejor guardar silencio. Carecen de moral.
En cambio, sí duelen los testimonios de las auténticas víctimas. A ellas deberían dedicarles las portadas de los periódicos y las tapas de la revistas. La imagen de Videla, como el monstruo del día, se me diluye entre un cúmulo de pasiones banales y superficiales. Típico de las campañas de Facebook y las redes sociales. Antes era Kony. En el presente, la mediática vuelve a fabricar a su chivo expiatorio de la semana. Un caballero de mostacho, imposible de justificar. Ojalá la pantalla, el espectáculo de los golpes de pecho, no impida descubrir la complejidad del tema. Videla no llegó ahí como fruto de la casualidad. Algo de culpa tiene el contexto. El ser humano es fruto de sus circunstancias. El estado y la regencia internacional alentaron el surgimiento de los gorilas del cono sur.
Con instituciones y valores fuertes, nada de ello hubiese sucedido. Lastimosamente, a la opinión pública solo le gusta ver una parte del cuadro. Yo cumplo con mostrar otras aristas incómodas del caso.
La foto de abajo habla por sí misma. Videla se compró una copa de futbol con la indulgencia de montones de títeres y marionetas. Así operan los de su casta. Declaran guerras absurdas, pierden y luego se extinguen en el olvido.
Preocupa sentir el renacimiento de su espíritu en el continente.
¿De regreso al planeta de los simios?
Condenan a los asalariados y tarifados de las autocracias.
Los patrones y autores intelectuales continúan en libertad.