Por segunda vez en el día, reviso el audio de la grabación de Mario Silva. Escucho la voz de un hombre preocupado, deprimido, paranoico, entrampado y víctima de las propias conspiraciones montadas por la revolución.
Lejos de desestimarla, la considero una pieza digna de estudio, donde el conductor de la «Hojilla» hace la primera versión crítica de su programa contra el proceso.
Ello evidencia el grado de autocensura del canal de todos los venezolanos y las verdades omitidas por la red de comunicación del gobierno.
Puedo entender la decepción de algunos de ustedes. Sin embargo, tomen en cuenta las siguientes precisiones.
Mario habla claro y raspado sobre la agenda tabú del chavismo sin Chávez. Desnuda las intrigas palaciegas, militares y políticas.
Confirma las sospechas de la opinión pública, al tildar a Diosdado de corrupto.
Ilustra la absoluta pérdida de soberanía y autoestima de la gestión bolivariana, cuyos rangos deben rendir cuentas al G2 cubano.
Destapa varias ollas podridas: el grupo de los vampiros, la desconfianza hacia el combo de Arreaza, el nido de alacranes de las FAN, la devastación del poder electoral. Cosas conocidas pero repotenciadas bajo la sombra siniestra de un delator enterado, violento y armado.
Silva canta como los sapos, desprestigiándose aún más como líder de un modelo golpeado, fallido.
Suena a filtración previsible de Wikileaks, aunque adquiere un tono de crisis nostálgica por un tiempo ido, superado, el de la edad de oro del socialismo rojo rojito.
Tengo una sospecha.
El estado hará lo posible por desestimarlo. Lo mismo la quinta columna de la oposición. No obstante, significará un antes y un después dentro de la realidad contemporánea. Marcará diferencias irreconciliables, divisiones y purgas.
Un panorama nada alentador para el futuro incierto de Maduro.
Triste oir la perversión discursiva y ética de un comunicador autoritario. Mario carece de entidad moral para juzgar a sus colegas. Son caimanes del mismo caño. Así pelean por las sobras de carne podrida dejadas en el pantano por el comandante supremo.
En un país serio, sentaría un precedente. Nicolás buscará la manera de taparlo. Sea como sea, afecta la credibilidad y la legimitidad de la burocracia, del sistema distópico de los barbudos controlados por Raúl Castro.
Terribles las palabras misóginas dedicadas al lugar de la mujer en el país.
Mario se hunde en su laberinto de prejuicios y sofismas de izquierda radical.
Involuntariamente, nos ofrece el auténtico contenido reprimido por su entorno. Frente a cámara, el Big Brother nos miente. En privado es otro cantar. Ni Watergate, ni Montesinos.
Es un signo del ocaso, de la patología, de la locura, de la impunidad.
Prepárense para las réplicas. Por cierto, ¿alguien duda del fracaso de la campaña del PSUV alrededor de los artistas tarifados?
La indignación crece como la espuma.
Si llegamos a diciembre, califíquenlo de milagro.
La deuda del mentado padre de la patria solo sembró la destrucción mutua asegurada de sus herederos.
La guerra está servida en bandeja. Quieren salvar a Maduro, condenando a Diosdado. Es la única estrategia del clan de la Habana. Cabello responderá.
Se viene una tormenta tropical por los predios de Miraflores.
La arrogancia del villano de la película es impresionante. Soberbia absurda. Clásico del guapo y apoyado.