En Enero del 2008 publique en el bolg Otra version una pequeña reseña sobre el libro «la mente del Mercado» de Michael Shermer en ese momento el libro no estaba en español. La semana pasada Lia Valencia de la Editorial Universidad de Antioquia me mando un mail informándome que ellos lo habían publicado en español y que si podia hacer difusión sobre ese hecho.
Debido a la importancia para entender la manera como pensamos en grandes grupos y un entendimiento mas profundo de la sociologia, le dije que si y que me mandara una pequeña reseña del libro a la cual le daría difusión. Esta es su reseña. Espero que compren y lean este libro vale la pena entende las razones de las razones porque compramos.
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1. Objetivo de la obra: La obra rebate algunas ideas preconcebidas sobre la economía como ciencia y sobre nuestras percepciones de esta y del dinero, y sostiene que tanto los hábitos de consumo, como las tendencias a formar asociaciones y nuestras ideas sobre la competitividad, el éxito y la confianza, se basan en aspectos evolutivos de nuestra especie, evidentes en nuestra vida cotidiana.
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Reseña: ¿Por qué nos aferramos a las acciones cuando ya se ha hecho evidente que debemos venderlas? ¿Y por qué nos afectan tanto las decisiones financieras? En La mente del mercado, el reconocido psicólogo norteamericano Michael Shermer, columnista de la revista Scientific American, devela las raíces evolutivas de nuestro comportamiento económico.
Shermer explora la psicología, la biología y la nueva disciplina de la neruoeconomía para demostrar que nuestra debilidad por las marcas tiene orígenes en nuestro antepasado tribal, que evitar riesgos y hacer amigos estimulan la misma hormona del bienestar, e incluso que los monos capuchinos se indignan si no son bien remunerados por su trabajo.
La mente del mercado, una obra entretenida y a la vez reveladora, explica la verdadera ciencia de la economía.
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Fragmento: Fragmento tomado del Epílogo, “Abrir el mundo”, pp. 260, 261.
La psicología que permite desactivar la agresión intergrupal implica transformar a los extraños potencialmente peligrosos en amigos honoríficos prospectivamente útiles. Este proceso es posible gracias a la creación de instituciones sociales que propician, activan y hacen cumplir las interacciones sociales positivas que conducen a la confianza. Una de las más poderosas de estas formas de interacción es el comercio, cuyos efectos me gustaría elevar a la calidad de un principio basado en una observación del economista francés Frédéric Bastiat en el siglo XIX: “Cuando las mercancías no cruzan las fronteras, los ejércitos lo harán” (Bastiat, 1996).
El principio de Bastiat no solo nos ayuda a entender cómo los cazadores-recolectores hicieron la transición a comerciantes-consumidores, sino que también ilumina una de las principales causas de los conflictos, y su corolario aclara uno de los pasos principales hacia la reducción de los conflictos. Si el principio de Bastiat sostiene que cuando las mercancías no cruzan las fronteras los ejércitos sí lo harán, entonces su corolario dicta que cuando los productos cruzan fronteras los ejércitos no lo harán. Este es un principio, no una ley, ya que hay excepciones, tanto históricamente como en la actualidad. El comercio no evita la guerra, pero atenúa la posibilidad de que ocurra. Pensando en términos de probabilidades, en lugar de absolutos —difusas posibilidades fraccionales en lugar de la lógica aristotélica de A o no-A—, el comercio entre grupos aumenta la probabilidad de que las relaciones pacíficas y estables continúen, y disminuye la de que la inestabilidad y los conflictos estallen.
Volvamos al punto de partida de este libro, con los cazadores-recolectores Yanomamö y cómo se convirtieron en los consumidores-comerciantes de Manhattan. Cuando los misioneros comenzaron a trabajar con los Yanomamö, descubrieron que si les proporcionaban a los pueblos originarios herramientas para la adquisición y la producción de alimentos y otros recursos, la cantidad de combates entre villas Yanomamö se reducía considerablemente. El gran etnógrafo Yanomamö Napoleón Chagnon —quien fue el primero en darles a los Yanomamö el apodo de “pueblo feroz”— descubrió que los Yanomamö son comerciantes sofisticados, así como guerreros feroces, porque el comercio crea alianzas políticas. Con base en la sentencia política “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, el comercio entre villas Yanomamö, así como los intercambios alimentarios recíprocos, constituyen un poderoso pegamento social en la creación de alianzas políticas. Un pueblo A no puede acudir al pueblo B y anunciar que le preocupa ser conquistado por el pueblo C, que es más poderoso, pues eso revelaría su propia debilidad. En su lugar, el pueblo A forma una alianza con el pueblo B a través del comercio y la reciprocidad, y como resultado no solo accede a la protección militar, sino también a la paz entre las villas. Como subproducto de este intercambio económico por motivos políticos, a pesar de que cada comunidad Yanomamö podría producir todos los SKU [se refiere a la cantidad de productos, que en la economía moderna se mide con el código de referencia (en inglés, Stock Keeping Units o SKU)] que necesita para sobrevivir, a menudo establecen entre ellos una división del trabajo y un sistema de comercio. La consecuencia no deseada es el aumento de riqueza y de SKU. Los Yanomamö comercian no porque sean altruistas innatos o capitalistas nacientes, sino porque quieren formar alianzas políticas. “Sin estos contactos frecuentes con los vecinos [explica Chagnon], las alianzas se formarían de una manera mucho más lenta y serían aún más inestables una vez formadas. Un requisito previo para las alianzas estables son las visitas y las reuniones constantes, y el mecanismo comercial sirve para llevar a cabo estas visitas” (Chagnon, 1992). Cuando las mercancías cruzan las fronteras Yanomamö, los ejércitos Yanomamö no lo hacen.
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