Lamento mucho si los decepciono con mi comentario sobre Globovisión.
Empezaré por decir lo obvio: su programación no es el remedio, sino parte de la enfermedad nacional.
Cayó en los mismos errores de la televisión del gobierno y nunca supo cómo ofrecer una alternativa digna al modelo criollo de la polarización binaria, maniquea.
Al contrario, se atrincheró en su feudo ético y estético bajo una serie de sofismas y justificaciones de dudoso origen.
Contó con el apoyo de comunicadores de la academia, de intelectuales parcializados, incapaces de plantarle cara a su forma de inclinar los contenidos a favor de una tolda política.
Por supuesto, fue un efecto y una consecuencia del desastroso esquema de propaganda implantado por el partido oficialista.
A falta de equilibrio en la inmensa y grosera red mediática del proceso, el canal 33 optó por buscar una compensación, al devenir en el órgano de publicidad y campaña de la oposición, sin el menor asomo de autocrítica y disidencia a la vista.
Así creamos una ilusión de equidad y de justicia. Mario Silva decía sus babosadas por la Hojilla, mientras Kiko y compañía respondían en una tribuna diezmada o virtualmente opacada al lado del gigantesco proyecto de homogenización de la parrilla audiovisual, instrumentalizado por el estado fallido.
Poco a poco, Globovisión creció como un bastión y un espacio de todo lo censurado y omitido por las señales de la revolución.
De tal modo, logramos enterarnos de una cantidad de denuncias e informaciones amordazadas por los aparatos de inteligencia del G2 cubano.
Ahí subyace la gloria y la virtud del pequeño canal 33.
Sin embargo, hablemos claro.
En paralelo, alimentaba el ego de unas figuras caducas, de unos formatos pasados de moda, cuya única razón de existir era la plena rentabilidad económica, a costa del populismo, la frivolidad, la demagogia y la explotacion amarillista de un mercado cautivo.
Se incubaron los gérmenes del vedetismo, de la declaracionitis aguda, del sensacionalismo, del rumor, de la opinión carente de base, de la investigación superficial puertas afuera y de la entropía estéril, a imagen y semejanza del paradigma endógeno de Vive TV, con su rosca parroquial y provinciana empoderada, ejerciendo una nada sutil discriminación hacia la alteridad y la auténtica diversidad.
Naturalmente, surgieron excepciones a la regla y personajes defensores de una moral de palabra y acción.
En dicho contexto esquizofrénico y demencial, nace la compra fraudulenta del canal, a cargo de un grupo asociado a la boliburguesía, funcional a los intereses de Diosdado Cabello.
La operación supuso el resultado de años de persecución y ahogamiento extremo de la empresa ubicada en la Florida, tras el despojo vil y la expropiación absurda de RCTV.
Los hijos de Chávez se quedaban así con la última joya de la corona de la Mesa de la Unidad, enmudeciendo a su candidato y seguro ganador de la elección pasada.
En adelante, ocurre la crónica de una muerte anunciada.
El grupo de los vampiros le exige hipócritamente a la nueva directiva implementar cambios y ejercer funciones periodísticas abolidas por la cadena diaria de la policía “madurista” del pensamiento único.
El maestro Pasquali ya lo dijo ayer. Quieren tratar a Globo como una televisión estatal y pública, abierta a los distintos sectores. Pero al costo de dejar a los canales oficiales como voceros omnipresentes de la dirigencia de la izquierda mediocre.
Se quiebra entonces la apariencia de balance, de proporción, de contrapeso.
Nicolás proporciona el escenario definitivo de un golpe de estado informativo, donde o corres o te encaramas. Una solución harto negativa y en retroceso, con dirección a la era de las cavernas.
Con todo, me gusta ser optimista. Lo siento como un movimiento desesperado, destinado a revertirse.
Es triste querer dar el ejemplo, despidiendo a profesionales e impidiendo el derecho al trabajo de hombres y mujeres de carrera.
Yo nada más sueño con un país donde los panes de la comunicación abierta se multipliquen, el estado sea un facilitador y se garantice la libertad de expresión.
Yo sueño con un país donde Globo pueda existir, de acuerdo a la escogencia legítima de su línea editorial, y yo tenga el derecho de criticarlos o verlos, si me da la gana.
A pesar de mis diferencias con ella, apuesto por el regreso de la señal de Globo, tal como era.
En una democracia sana, tendríamos la ocasión de conversar al respecto y debatir sobre sus posturas, para mejorarlas.
Lamento la cacería sufrida por sus talentos. No merecen pagar los platos rotos.
Venezuela es pequeña y necesita del respaldo de todos para salir adelante.
Por lo pronto, la audiencia replica con ánimo de retaliación, llamando a un boicot de la cuenta de Twitter de la emisora.
Ojalá se pudieran tomar acciones más productivas.
Sea como sea, la protesta es libre.
El tiempo dirá si esta historia, esta tendencia es irreversible.
Yo lo dudo.