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Sobre el Paro de la UCV: Amor con Hambre, No Dura

UCV
El conflicto universitario no es nuevo.
La UCV lleva tiempo metida en problemas de diversa índole, por causas económicas, políticas, administrativas y educativas. Antes y después de estudiar allí, conocí de sus bemoles, de sus contradicciones.
Mi papá dio clases en Psicología por más de 30 años. Mi mamá se recibió en la facultad de Derecho e hizo su postgrado en la casa vencida por la sombra.
A la Universidad la dejamos sola desde hace décadas, amenazada por múltiples factores y condiciones.
El gobierno de turno siempre se las arregló para mantener su autonomía en jaque, a costa del cuentito del presupuesto.
Huelgas iban y venía, como protestas estériles de encapuchados quemadores cauchos.
Los tomistas cogieron línea e hicieron de la protesta una forma de vida, a la manera burocrática y sedentaria de la institución.
Yo estudié 5 años de comunicación social, tres de economía y realicé dos documentales sobre los conflictos internos de la UCV.
Por tanto, no hablo de la tapa de la barriga para afuera.
Conozco de las virtudes y defectos de Farmacia, Ingeniería, FAU, FACES, Medicina, Artes y pare usted de enumerar.
Entonces te comparto una opinión con absoluta confianza, honestidad y sentido crítico. Así me lo enseñaron en sus aulas de clase.
Entiendo las razones y motivos del actual llamado a paro. Soy profesor y me identifico con las luchas y reivindicaciones de mis colegas. Merecemos un ajuste salarial, digno y acorde con nuestro esfuerzo. Merecemos ganar lo suficiente como para comprar libros, movilizarnos por la ciudad, alimentarnos y dormir bajo un techo, aunque sea de zing.
No pedimos 33 escoltas, un estudio de televisión en casa y raciones de jeque árabe, como Mario Silva. Apenas lo mínimo para sobrevivir. Obviamente, la quincena de ahora no nos alcanza para nada. Es un chiste, una burla, una falta de respeto, un suicidio lento. Te lo pinto dramáticamente.
Es un suicidio lento pero seguro del sistema. Ya constatamos los resultados.
Con profesores muertos de hambre y a la deriva, formamos a estudiantes mediocres y llenos de carencias. De tal modo, funciona la aritmética universitaria. Es una regla de tres bien sencilla. Puedes buscar la información en internet, si quieres.
A mayor inversión en educación, mejores rendimientos sociales, culturales y científicos.
No es una materia para ahorrar plata y escamotear dinero. ¿Quién tiene la culpa?
En el relato de buenos y malos del rectorado, pues el Ministerio adjunto. Según el Presidente Maduro, la derecha es la villana de la película. Lo mismo para la trasnochada y caduca dirigencia de Trabajo Social, empeñada en soñar con pajaritos preñados.
De acuerdo a los alumnos, ellos son las pobres víctimas del asunto y se dan golpes de pecho.
Yo invito a desconfiar de ellos. Siendo justos, a la UCV la entrampamos entre todos: el chavismo, la izquierda, los miserables, los ricos, los pobres, los partidos de la cuarta y de la quinta.
Los tiburones aguardan el definitivo colapso para hincarle los dientes y declarar su privatización. Te lo digo claro: a la empresa privada de Venezuela nunca le importó, nunca le dolió la UCV. Siempre fue un estorbo para ella. Luego, por hipocresía, juraban apoyar su legado. Jamás aportaron un peso para el pote. Repartían sus limosnas y acallaban sus pesadillas de mala conciencia.
En el siglo XXI, a la revolución tampoco le interesa el futuro o el destino de la UCV. Su plan es conocido e idéntico al de la empresa privada: abolir su autonomía, declararla en quiebra, intervenirla y expropiarla. Punto.
¿La sociedad civil? La sociedad civil en Venezuela no entiende de nada, solo de ella misma y de sus problemas. Está demasiada ocupada resolviendo su día a día.
Por eso, el paro fracasa y no prende. Para la gente de Caracas, es como un estorbo, un piquete, otra fuente de colas y caos. Más nada.
¿Dónde están los aportes económicos de la sociedad civil? ¿Por qué no apoyan a los profesores y estudiantes? Les da igual. Acá la indolencia reina. Por supuesto, hay excepciones a la regla. No obstante, el panorama es devastador.
Así llegamos a la huelga de hoy, condenada a morderse la cola, a repetir un guión trillado, a desarrollar un formato previsible. Técnicamente, demuestra la ausencia de creatividad de quienes la convocan, incentivando el tedio, la ignorancia y el paisaje desolador de una fila de pupítres vacíos.
En el final optimista, se consigue un aumento salarial y todos regresan a sus puestos a continuar con la farsa de la UCV romántica, perfecta y pagada de sí misma. Una mentira.
En el desenlace negativo, se vuelve a clases con ratón moral y una batalla perdida.
Ojalá el problema de la UCV fuese solo la plata, el dinero.
En realidad, la UCV se tejió una soga para su propio cuello y necesita de un estado permanente de asamblea, para cambiar sus lineamientos obsoletos.
A la UCV la carcomen la corrupción, una nómina absurda, una falta de política para la creación de recursos propios y una incongruente actitud parasitaria por parte de sus beneficiarios y subsidiarios, incluyéndome yo en el paquete.
Cierro con mi no ejemplo. Hice una carrera de gratis. Creí merecérmelo. Pero venía de una clase media acomodada, donde pagamos burda por mi educación previa. Ahora nos ahorrábamos el tema y san se acabo. ¿Cuál es mi punto? Simple. La UCV debe seguir siendo gratis, para quien lo necesite. Pero hay que sincerar y clasificar a sus integrantes.
Si usted es del Country Club o de la Castellana(como yo), haga su aporte, mi hermano. No va a pagar lo mismo que en Harvard. Pero ponga algo para el pote. No sea cómodo y fresco.
Si usted viene de Petare, pase adelante. Pero se compromete usted, una vez graduado, a devolverle algo a la Universidad, así sea una donación de libros de su casa.
Ahí está una solución comprobada. La cosa es dando y dando, mi hermanito. Amor con hambre, no dura.
Lo dijo Baudrillard.
Es el intercambio simbólico o la muerte.

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