“Star Trek was an attempt to say that humanity will reach maturity and wisdom on the day that it begins not just to tolerate, but take a special delight in differences in ideas and differences in life forms. […] If we cannot learn to actually enjoy those small differences, to take a positive delight in those small differences between our own kind, here on this planet, then we do not deserve to go out into space and meet the diversity that is almost certainly out there.”
Gene Roddenberry, Star Trek creator.
(GENERAL SPOILER ALERT!)
Asi como The Dark Knight Rises se desarrolla en el marco del movimiento Occupy y X-Men realmente es acerca de las minorías en Norteamérica, la última entrega de la franquicia cinematográfica Star Trek discute, a lo Hollywood, eso está claro, los grandes temas de la actualidad. La primera escena de Star Trek: Into Darkness ilustra nada más y nada menos que el nacimiento de una religión. Yo había comprado cotufas y refresco y había silenciado mi teléfono y estaba listo para disfrutar de la más banal forma de entretenimiento, pero con un comienzo así, no me quedó otra que sacar mi libreta de notas.
Where no man has gone before
Star Trek sigue desde 1966 las aventuras del Capitán Kirk y la tripulación del USS Enterprise, una nave espacial cuya misión principal es la exploración del universo. Aunque la tarea del Enterprise es de naturaleza pacifica, con frecuencia terminan enredados en… euhm… conflictos interplanetarios. Y dado que los humanos a esta altura del partido habríamos alcanzado un nivel tal de evolución que la violencia pertenece al pasado, los conflictos son generalmente protagonizados por… euhm… aliens. Acerca del eventual subtexto colonialista, paternalista o anticomunista/bipolar no me voy a pronunciar porque no viene al caso en este momento. En todo caso, Kirk, Spock y los demás son asignados al caso del ataque terrorista y de esta manera, el USS Enterprise se ve envuelto en una misión de naturaleza militar: el misterioso criminal, según los servicios de inteligencia, se encuentra en el hostil territorio de los Klingons y debe ser eliminado.
Hasta este momento no hay que hacer demasiados esfuerzos para identificar a Bin Laden o al Medio Oriente. La misión del Enterprise muestra sospechosas semejanzas con el guión de Zero Dark Thirty. Pero la decisión que toma Kirk de no eliminar a Khan (el terrorista que además es un ex-agente del servicio secreto, o algo así), sino capturarlo y entregarlo a la justicia resulta ser el primer juicio de valor sobre la actualidad: mientras Batman elige el lado de la policía, de la ley y el orden, del 1%, y se retrata a Occupy como una ola brutal de anarquía, opta Star Trek por una posición moralista frente a la ejecución sumarial de sospechosos que el ejército Norteamericano realiza cotidianamente en todo el mundo.
De esta manera llegamos a saber algo más de Khan Noonien Singh, un humano del pasado modificado genéticamente y reanimado luego de haber sido mantenido por más de 300 años en sueño criogénico, con la intención de diseñar el USS Vengeance, una nave espacial armada hasta los dientes, a manera de preparación para una eventual guerra con los Klingons. Mientras tanto sigo comiendo cotufas y tomando refresco, porque la película comienza a parecerse a lo que yo en primera instancia vine a ver.
Una de las actitudes más inexplicables de las que alguna vez he oído fue la respuesta de una pequeña minoría de norteamericanos frente al tsunami de Fukushima. A un grupo de rednecks sin salvación les parecía que el tsunami no era otra cosa que “karma”: 70 años más tarde, aun había idiotas que interpretaban un tsunami como un castigo por el ataque a Pearl Harbour. Quizás por ello no me sorprendió del todo ver como el USS Vengeance era piloteado por Khan con rumbo al skyline futurista de San Francisco, California. Me temo que muchos estadounidenses no podrán ver más allá de nine eleven durante un buen tiempo.
La película termina con una sospechosa retórica anti-guerra y con unos cuantos huecos en el guión, porque nunca se llega a saber por qué el mundo ya no debe preocuparse por un conflicto diplomático interestelar luego de la operación secreta en territorio Klingon. Pero bueno, eso pasa con frecuencia cuando los guiones son tan rebuscados.
Al salir de la sala deslizo mis dedos sobre la superficie de mi teléfono y entiendo que vivimos hoy una realidad que era impensable cuando Star Trek fue concebida. Lo que hoy es nuestra cotidianidad es puro futuro, pura ciencia ficción.
Y en ese futuro en el que vivimos hoy, ya hace rato que debíamos haber alcanzado la paz. En los sesentas se imaginó un futuro no sólo con telecomunicación avanzada, sino un futuro en el que habríamos aprendido a aceptar nuestra diversidad y finalmente mereceríamos explorar la diversidad del universo.
Pero no, no lo logramos, porque la paz parece ser el único concepto que aun pertenece a la ciencia ficción en la sombría historia de la humanidad.