Dicen que la necesidad es la madre de la inventiva. Y la situación de los docentes es sin duda de necesidad. De modo que habrá que aportar soluciones creativas para paliar nuestra pelazón. Más allá de hornear tortas o vender perfumes por partes, podemos recurrir a otras ideas en ese sentido. Aquí van tres.
Asimilarse es una muy buena solución. Figúrense: pertenecer al único grupo de trabajadores que no necesitan sindicatos ni huelgas para recibir aumentos. ¿Que cuál trabajo haríamos dentro de la FANB? Pues el mismo que hacemos fuera de ella: dar clases en el sistema de educación pública.
También se puede establecer la Docencia como Servicio Comunitario; como ya sabemos que las multas nadie las paga, en vez de multar a los choferes infractores, se les puede asignar horas de clase, con el correspondiente salario. Además, sirve para otras faltas, como arrojar basura en la vía pública o echar el carro en restaurantes. Luego de un año de tener a la gente disfrutando de nuestro sueldo, van a ver cómo todos andan derechitos.
Pero quizá lo mejor sea constituirnos en una cooperativa; algo así como el Grupo QWERTY, pero dedicados a la docencia. Nos conseguimos unas chemises llamativas con pantalón que haga contraste, y nos dedicamos a dar clases subcontratadas. Eso sí: porciones muy específicas de la materia. Por ejemplo en Física, un profesor puede dictar cinemática; a medio semestre cambiamos a otro profe que dicte dinámica, y cerramos con un tercero que dicte estática. Hasta podemos adoptar el estilacho seguro y displicente de los mototaxistas a la hora de que alguien solicite nuestros servicios.
Sobre la primera opción, siempre me ha parecido perturbador el término «asimilarse». No puedo evitar pensar en los Borg y, bueno, en todo lo que implica ser «asimilad@». En eso no ayuda mucho la frase «toda resistencia es inutil» («resistance is futile»).