Llegó al hipermercado recién abierto, que ofrecía la mejor mercancía que se hubiera visto jamás en la ciudad. Tomó uno de los carritos, reluciente, de acero inoxidable y ruedas que giraban sin la menor dificultad y en silencio absoluto, y comenzó a transitar por los impolutos pasillos que exhibían una variedad impresionante de mercancía, dispuesta de manera sugerente y provocativa. Hizo la primera parada en la sección de vegetales, en donde agarró una bandeja de trufas, una de hongos portobello y un kg. de endibias. Siguió hacia el departamento de pescadería, en donde seleccionó un par de langostas y un kilo de angulas. Después, en las carnes, tomó un solomillo de cerdo y un costillar de cordero. Posteriormente, en la sección de charcutería y «delikatessen», tomó dos frascos de caviar de beluga, una lata de 500 grs. de paté de hígado de ganso, francés, y una selección de quesos suizos e italianos. Hizo una escala en los anaqueles de los condimentos, en donde una botella de aceite de oliva virgen y una de vinagre balsámico de Módena fueron a parar al carrito. Siguió hacia las frutas, y seleccionó fresas gigantes, cerezas y kiwis. Por último fue al bodegón de licores, en donde agarró 4 botellas de Dom Periñon, 4 botellas de Beajulais noveau, dos de coñac Napoleon, y una de Oporto. Ya estaba casi listo; en su camino hacia las cajas, tomó un paquete de caraotas negras y uno de espaguetis. Hizo su cola, pacientemente. Cuando le llegó el turno, colocó toda la mercancía, exceptuando las caraotas y la pasta, sobre la cinta transportadora. El cajero procedió a facturar la mercancía. Al terminar, el cajero le comunicó el monto, y le respondió: «Gracias, tenía la curiosidad de saber cuanto costaría la cena de mis sueños. Ahora, por favor, cóbreme las caraotas y los espaguetis».
Cómo se nota que es un relato de ficción, porque o se consigue caraotas o pasta, pero no las dos cosas juntas ;-)
Jeje, es cierto.
Cuando había un hipermercado! Ahora hay hipergalpones vacíos o llenos de cosas que nadie quiere.