Alberto se sentó frente a su laptop en la sala de espera del hospital, desesperado.
“Hola, sólo te pido un minuto de tu tiempo. Mi hija Carolina Dayana López Márquez sufre de una grave enfermedad llamada leucemia neoplásica. Me acaban de dar el diagnóstico, pero en la unidad de niños con cáncer del hospital están saturados, y en otras unidades no hay espacio para gente con nuestro ranking social.
Carolina canta, baila, recita y está aprendiendo ballet. Por favor, dale un like a esta foto, para que pueda entrar en la sala de terapias, y no olvides compartir la foto para seguir generando likes y que no la eliminen. Gracias por tu ayuda. El buen karma te será retornado”
En los comentarios, puso un video de YouTube de Carolina cantando en inglés el último éxito de Shakira. Eso debería ayudar. Con suerte, se hace viral y no tenemos que preocuparnos más por los likes.
Pensó
Etiquetó a todos sus familiares y amigos, comentario tras comentario.
Vivían en el país más avanzado del mundo, la mejor democracia, que había encontrado la verdadera voz de la mayoría y había aprendido a repartir recursos escasos según el bien común. Democracia 100% participativa y en tiempo real, no cada 5 años. Sin embargo, sonrió, a pesar de todo había una oportunidad. Carolina era talentosa y no era fea, como el hijo deforme de su amigo Antonio, que no pudo ser salvado por falta de likes. Si la foto de Carolina recibía suficientes likes, si el pueblo la consideraba digna de salvarse y recuperar la salud y la votaba, recibiría el mejor tratamiento disponible, independientemente de su riqueza o sus conexiones políticas.
Mark Zuckerberg nunca llegó a pensar que en realidad muchos likes sí podrían, algún día, salvar a una niña enferma.
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Nota: Esta distopía está participando en el concurso aniversario de panfletonegro. Si te gusta, puedes votarla aquí