Ese fue el día en que Cara’e’muerto logró convencer al director del penal que rodaran la cerca de El Rodeo unos 150 metros más allá, para abarcar unos 30 ranchitos del barrio colindante. Le bastó una platica bien invertida en una camioneta nueva para el director. La idea, en un principio, era poder tener a las carajitas más cerca: adentro del recinto, de manera de burlar los controles del día de visita.
Y así funcionó un tiempo, pero luego algo raro empezó a pasar.
Ya para aquella época el recio régimen de control que manejaba Cara’e’muerto en El Rodeo empezaba a dar de qué hablar. Fue el primer pran en lograr realmente monopolizar todas las armas dentro de un penal: en esa cárcel nadie movía un hierro sin su permiso. En 2016 había pasado algo en El Rodeo que no se veía en Venezuela desde hacía muchísimo tiempo: una cárcel grande sin un solo muerto en un año entero.
Quizás por eso pasó lo que nadie había calculado: las casitas que quedaron dentro del perímetro de El Rodeo se convirtieron en las más preciadas del barrio. La gente de la zona se las peleaba, y los alquileres en vez de bajar subían a medida que más y más vecinos trataban de refugiarse del hampa.
Fueron los inicios de la Pax Car’e’muértica.
Ya cuando la lista de espera se le empezaba a hacer inmanejable, no le quedó otra que llevarle otro regalito al director para volver a ensanchar el penal. Esta vez fue 200 metros más allá, abarcando un sector importante del barrio. Pero en vez de resolver el problema, esta nueva ampliación lo agravó: la estrepitosa caída de los índices de criminalidad en la nueva extensión de El Rodeo hizo que se disparara la demanda, y el experimento empezó a atraer atención de otras partes del país.
En Maracaibo el pran de la cárcel de Sabaneta rodó su lindero primero 75 metros, luego 150 metros más.
A principios de 2018 Cara’e’muerto firma su primer acuerdo formal con el alcalde de Guatire, permitiéndole no solo la gestión del barrio entero sino la construcción de tres nuevos edificios residenciales de 15 pisos. Gente de Guarenas, y hasta de Petare, agobiados por la inseguridad en sus comunidades llegaban a hacer fila desde las 4 de la mañana para ponerse en la lista de espera. Estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por conseguir uno de los pequeños apartamentos – 70 metros cuadrados, dos habitaciones, y sin garita de vigilancia porque todo el barrio se había convertido en una garita de vigilancia.
Los muy pocos robos que se registraron ese primer año fueron saldados al inconfundible estilo de Cara’e’muerto. Con informantes en todos lados era imposible eludir su mirada, y como el barrio entero estaba tras el muro de seguridad manejado por la Guardia Nacional, tampoco se podían escapar. Cualquier chamo que se robaba un celular aparecía pocos días después en medio de la calle, su cuerpos eviscerado y mutilado grotescamente.
La gente empezó a quitar las rejas de las ventanas para que la brisa circulara mejor.
El movimiento empezó a coger vuelo en el 2019, cuando el gobernador del estado Guárico le asigna oficialmente a El Diesel, pran de la Penitenciaría General de Venezuela, el control de la policía municipal de San Juan de los Morros. Pero el verdadero punto de quiebre es en 2020, cuando Cara’e’muerto –usando por primera vez en público su nombre real, Kelvin Galíndez– es electo gobernador del estado Miranda con el 73% de los votos.
Ya para ese momento el hastío era general en contra de ambos partidos dominantes. La gente estaba harta tanto del oficialista PSUV-RN (Partido Socialista Unido de Venezuela-Revolución Nacionalista) del presidente Cabello como del opositor PSUV-ML (el Partido Socialista Unido de Venezuela-Marxista Leninista) de Eduardo Samán. Los PSUVs se habían dividido tras un pleito recondito en el 2016 luego la extraña muerte de Nicolás Maduro en un accidente aéreo que nunca nadie supo explicar.
Abrumados por niveles de violencia que ya duplicaban los del 2013 y hartos del palabrerío vacío de los PSUVes, la población vio en Galíndez la esperanza que tanto había añorado desde la muerte del comandante supremo.
La popularidad de la política de Tolerancia Cero del gobernador Galíndez dejó tanto al gobierno como a la oposición a la defensiva. El gobernador Galíndez consolidó su reputación como el Hombre Fuerte del país con su célebre Resolución 319, que le extendía a todo efectivo de la Policía del Estado Miranda el derecho irrestricto de actuar con “cualquier método a su disposición” contra cualquier sospechoso de cualquier crimen en cualquier circunstancia.
Claro, las protestas de Amnistía Internacional y de Human Rights Watch rebotaron un tiempo por twitter, pero aparte de algún retweet de Ramón Guillermo Aveledo, Julio Borges o algún otro líder de la MUD desde su calabozo en el sótano del Helicoide, nadie realmente se molestó tanto. En parte porque defender malandros se había convertido en un malísimo negocio: ya para ese momento todos los cuadros medios y altos de Polimiranda estaban en manos de aquel grupete que había entrenado Galíndez en El Rodeo, años antes de su expansión.
A medida que se acercaban las presidenciales del 2022, arreciaba cada vez más la presión sobre el presidente Cabello para hacer algo que detuviera la avasalladora subida del gobernador Galíndez en las encuestas. El gobierno consideró incluso meterlo preso antes de concluir que no era posible, dado que Cara’e’muerto ya estaba preso y lo que había hecho más bien era expandir los linderos de El Rodeo hasta que coincidieran con los del Estado Miranda.
(No falto quién ironizara que a Cabello no le quedaría más remedio que indultarlo, expulsándolo así del estado que gobernaba, pero una apresurada decisión del TSJ estableció la inconstitucionalidad de la medida.)
Faltando cuatro meses para las presidenciales, Eduardo Samán entra en pánico ante una encuesta de Hinterlaces en la que le explican que su candidatura está atascada en el 12% de las preferencias y manda al secretario general del PSUV-ML a tratar de pactar con Galíndez. Pero Mario Silva es inmediatamente ultimado por los Polimirandas que fungían de guardaespaldas de Cara’e’muerto quienes, alegando un intento de soborno, se vieron obligados a recurrir a una Acción 319.
Hoy por hoy, desde nuestra perspectiva en el octavo año de gobierno del Presidente Galíndez, podemos decir sin temor a equivocarnos que Polimiranda no se equivocó. Adentrándonos en el segundo año sin un sólo homicidio en todo el país, agradecemos profundamente la tutela segura de nuestro Presidente.
Y a quienes se escandalizan con el saldo de las 248,381 Acciones 319 que gallardamente se han visto obligadas a llevar a cabo las fuerzas del orden en estos ocho años, les decimos sin titubeos: ¡malagradecidos!
Es que parece que no se acordaran lo que había llegado a ser esto antes de que llegara Cara’e’Muerto…
Nota importante: Esta distopía está participando en el concurso aniversario de panfletonegro. Si te gusta, puedes votarla aquí