Evil Dead 2013: Satanizando a los Chicos Perdidos

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Evil dead
Nunca conseguí el espacio para hablar de “Posesión Infernal”. Le debía un comentario aparte. Hoy intentaré hacerle justicia.
La película llamaba la atención por tratarse de un remake de un film mítico del género, dirigido por un joven Saim Raimi, quien luego se asentaría en la industria.
Para estudiosos como Carlos Losilla, el título original de los ochenta encarna los valores de la tendencia gore para la posmodernidad, cuando las formas y los contenidos del espectro terrorífico lucen agotados. Entonces solo quedaba el camino de la ironía, la sátira y la deconstrucción, para no repetir la misma dosis de costumbre. Es así como surge también la tragicomedia del absurdo, “Pesadilla en la Calle del Infierno”.
Raimi no era tan cerebral como Craven pero lo superaba en desmesura y vuelo caricaturesco, deshumanizando a sus personajes a conciencia y proyectándolos como arquetipos de un tebeo filmado. De ahí la relación de Sam Raimi con la obra de Tex Avery.
Posteriormente, su receta fue copiada y mil veces imitada hasta perder su esencia iconoclasta.
El mainstream apaciguó la dureza conceptual de las revelaciones de fin de siglo, las despojó de su carga nihilista y supo convertirlas en otra oferta empaquetada de la cultura oficial, vendida con el combo de cotufas y refresco.
Así llegamos al estreno de la nueva versión de “Evil Dead” en el 2013, apadrinada por el propio Raimi pero ejecutada por uno de sus alter egos del continente latino, Fede Álvarez, esperanza blanca de la generación uruguaya de relevo.
A primera vista, puedo apreciar en su trabajo un interesante ejercicio de revisión de un clásico por vía del estallido y la descarga de sus símbolos y señas de identidad.
Fede satura la pantalla con un chorro incombustible de sangre, purulencia y lenguaje inapropiado, reventando el cuerpo de sus víctimas como trofeos de un circo freak, ya apto para todo público.
La explotación semiótica baña de líquidos feroces a una audiencia atada de pies y manos, sometida a la condición de espectadora morbosa de un espectáculo hiperviolento, donde la posibilidad de redención es lejana.
Me gusta de Álvarez la capacidad de abstracción e ilustración de una era vacía, cuyo inconsciente colectivo se conforma con la mera contemplación de un catálogo de efectos nauseabundos.
Claro, la pregunta es si “Posesión Infernal” no queda atrapada por su mismo truco y dispositivo, tal como le ocurría a Nolan con la pavada de “Inception”, pervertida y banalizada por sus comentarios a pie de página, por sus explicaciones.
Me temo que la “Evil Dead” del 2013 cojea por una pata al momento de pasar por el umbral de la demencia estética, para tener que dar contextura a la historia de sus protagonistas.
Creo que lo peor de la película es el guión asesorado por Diablo Cody. No en balde, la trama fuerza un dilema moral del agrado de las mayorías puritanas.
Confieso que el planteamiento flechó mi corazón por largos minutos: una joven es secuestrada por sus amigos en una cabaña, con la idea de ayudarla a desegancharse del consumo de heroína.
Estando en el lugar, la chica acepta el reto, asumiendo sus consecuencias físicas y emocionales.
Naturalmente, la agarra el síndrome de abstinencia, cual figurante de “Trainspoitting”, y la alucinación nubla sus sentidos, manifestándose su estado en mutaciones de la carne y la percepción, bajo la inspiración de las pesadillas surrealistas de Hooper, Cronenberg y Carpenter.
Emergen las interrogantes inquietantes. ¿Lo que vemos es fruto de la imaginación de ella? ¿Su enfermedad invocó a los espíritus del mal? ¿Encarrilar a una yonqui no tiene el menor sentido y estimula una devastación de proporciones mayores?
Me late que el libreto anula y aniquila el carácter ambiguo de su propuesta, para devenir en la típica reafirmación de los principios dominantes, como la cacería de brujas, el pecado original encarnado en la mujer y la degeneración adolescente vinculada con el uso de estupefacientes.
En una traición de su lenguaje subversivo, Fede Álvarez concluye con el sermón de una muchacha que aprende, a punta de golpes, que su adicción provoca la destrucción de su entorno, de sus seres queridos y de su autoestima.
No estamos muy lejos de las inquisiciones del siglo XXI, condenando a los viciosos a la hoguera y al calvario de las llamas contrareformistas.
Encima, me faltó el humor negro de Raimi para equilibrar el sermón de la colina.
Fede Álvarez aprueba el examen de la realización con 20 puntos, inspirándose en el extremismo underground y asiático. Se le augura futuro en el negocio de las mutilaciones y perversiones ópticas.
En cuanto a trasfondo, pues cero uno en la boleta por anticuado y demodé.
Merecíamos un desenlace más aterrador, no una terapia de superación de la adversidad para White Trash.
Es una campaña alarmista y estereotipada para un mundo sin drogas, como aquellas películas de los ochenta, donde la borracha del grupo echaba a perder las ganas de rumbear y gozar de un grupo de inadaptados en el bosque.
De pana, los chicos merecen divertirse, sin ser penalizados por ello.
Hollywood sigue con su cruzada del Código Hays.

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