A Enrique y Mariel, por no temer a hospedarme en sus corazones.
A mi madre, que cosió con devoción mis alas.
Y a ti, Gabriel, porque hemos ejercido el derecho de
amarnos como nos viene en gana.
Advertencia
[Las letras están hechas para ser cocidas]
No es fácil cocinar
se necesita ráfagas de contemplación
habilidad aritmética
Y
dulzura hiriente.
Ingredientes [2 comensales]
Solamente cede
el límite de los ingredientes
marcados a fuego lento
sobre la voz de tu fuente
sobre la historia escrita en tus palmas
hasta percibir el carácter
siempre inocuo
para no perder el sabor.
Mantequilla
Sus ojos derramaban estrellas
que brillaron hasta hacerse un firmamento
El cruzó los desiertos de la vida
dejando un tibio rastro
mientras descubría su camino.
Cebollas picadas
Aún estoy
en el aire que se filtra en el rincón
Soy
el pañuelo olvidado en el armario,
la lenta rutina que seduce
la temida barbaridad del olfato.
Queso parmesano recién rallado
Me escurro mortífera
sobre tu cabeza
recorriendo rápidamente
hasta tus huellas dactilares
Y
miras aplicadamente el suelo
orgulloso sin sacar tu paraguas.
Caldo de ave
Callada entre los gritos permanece
dentro tuyo nuestra sombra
como una sopa mal cocida
sin sabor ni consistencia.
Aceite de oliva extra virgen
Las acrobacias hablan mal
de los caballeros erectos
y en los restaurantes
no abundan caballeros
aunque tal vez los elefantes
sean los menos caballeros
a causa de la sinuosidad de sus trompas.
Azafrán
Ardía un infinito perfume
en su máscara de comensal
Él
escapaba de sí
tras los muros del aire
revelando su amargo aroma
Nunca entendí la raíz de su violencia
A solas
su cuerpo escribía
el lenguaje afilado de la muerte.
Sal
Un poco de sal
sobre el cuerpo desnudo
y la carne vivirá
en la entrega apesadumbra de la noche.
Arroz
Toco tu boca
entreabierta
sin quebrantar la seriedad
que gobierna tu cara
de pronto todo hierve
en un breve y terrible absorber
simultáneo de aliento.
Recomendaciones para la mesa
Mullir el mantel hasta palpitar de pronto una galaxia.
II
Las velas en la mesa están de más
el lenguaje afilado
o el coro del silencio
se transforman en esa dulce melodía
cuando las cucharas lleguen a nuestras bocas.
III
Las servilletas dobladas
servirán para limpiarse las pestañas
de esas cosas que escupen las calles
sobre las colillas del ojo.
IV
Si de pronto no resisten hasta después de comer
besarse como si tuvieran la boca llena de aves y flores.
Emplatado
Sirva el risotto al azafrán
rallando sobre él
mi ternura atada a sus ojos ciegos
un poco más de manos ausentes
y a continuación
una cucharada de desquicie en polvo por plato
Decore con una hierba fresca
cabalgando en el viento
y a disfrutar. ¡Buen provecho!
Reseña biográfica