7 Días

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El avión no se había detenido pero ya estaban de pie. Pensó que sería más complicado alcanzar la conexión a Maracaibo, era un viaje corto, solo 7 días por lo que una maleta de mano sería suficiente. Un equipaje de mano le ahorraría la espera y tendría más posibilidades de adelantar la conexión y ahorrarse 4 horas en Maiquetía.  El control de pasaporte fue más rápido de lo que esperaba. El agente miraba la pantalla del ordenador sin perder por un segundo su blackberry contestado a los mensajes de texto que le iban llegando con una agilidad pasmosa. La informalidad de su país disminuyo su nerviosismo, esa  sensación de inseguridad que lo agobiaba cada vez que pisaba suelo venezolano. Sin detenerse en la sala de equipaje corrió al terminal nacional. Por suerte el vuelo de Madrid había llegado temprano, el viento de cola pensó. Esa media hora le daba esperanzas de alcanzar el vuelo de las 4 30 pm, tenía que colarse, su Bording Pass indicaba el vuelo de las 8:30pm pero si algo tenía en la cabeza era ahorrarse esas 4 horas de espera. Corriendo, alcanzo la puerta de embarque, para encontrarse que el vuelo aun no había hecho la llamada para iniciar el abordaje. Estaba retrasado, tanto correr para nada, pensó. Una falla técnica era la causa del retraso o eso escucho. Pensó en los 35 accidentes registrados en el 2010 en cielo venezolano y de la incorporación a la lista negra de Conviasa, un escalofrió recorrió su espalda. Dudó si acercarse a la puerta y explicar a la aeromoza su situación pero como todavía no había nadie en el counter permaneció en la fila como uno más. Iba pensando que excusa podía dar para adelantar el vuelo, ¿quizás decir que iba a un entierro?, viniendo de tan lejos seguro que podía dar lastima y facilitar el ingreso. Divagado lo distrajo la llamada que recibió el pasajero que estaba en frente de él.  -Si, si, no, ok, ¿Estás bien?, ¿Dónde estás? ¿Tu mama? ok ok-. En una segunda llamada entendió el porqué del enfado, le habían secuestrado al hijo toda la madrugada, un secuestro express, al parecer estaba bien. -Este gobierno de mierda-, dijo al teléfono. “Al menos está vivo”, pensó, “la tasa de homicidios está en 48 por cada 100.000 mil habitantes, 17600 asesinatos en 2010 más de 120.000 asesinatos durante el gobierno chavista”, suspiro con frustración. Su atención pasó de los gritos del señor al grupo depilotos y aeromozas que pasaban a su lado, -que jóvenes son-, se dijo. Sorpresa para él que entraron en la puerta de embarque del vuelo a Maracaibo. La fila se fue acortando y al llegar al counter ya había una pareja esperando en la misma situación que él, -¡se adelantaron! Si no había nadie cuando llegué!-. “Tenemos que contar lospasajeros señor, si hay asientos libres podemos mirarlo pero justo ayer vino el guardia y nos llamó la atención”… iba explicando la aeromoza. “Cuántas plazas tiene el avión y cuantos van, vuelve a contar” replicaba la chica …- estoy de tercero, por idiota por hacer la cola como todo el mundo… tenía que haberme plantado aquí desde el principio, ¡me quedare afuera por un solo asiento! ¡Que sobran tres! ¡Que estoy dentro! ¡Casi me dan ganas de darle un beso a la chica! Que suerte! No tengo q esperar 4 horas en Maiquetía, ¡aquello era un infierno!-  “Los asientos son de libre asignación, se sientan donde puedan” le dijo. Pasada la puerta  fue buscando un lugar, en la tercera fila había uno pero justo en medio de dos pasajeros que no debían pesar menos de 100 kilos cada uno, – ya no importa, no me interesa salir de primero, puedo ir al final del avión- , se dijo. Y así fue, se disponía a sentarse y colocar su equipaje de mano cuando la aeromoza le dijo que no había espacio para esa maleta que tenía que cambiar de asiento, -sígame-, le espetó.  Rehicieron el camino andado y volvieron a la entrada del avión, justo a la tercera fila en medio de esos dos gigantes comedores de pasteles. -Aquí hay un asiento libre-, le dijo.   Se acomodó en su asiento y cerró los ojos.  Sus vecinos no paraban de hablar de sus negocios con la industria petrolera. De cómo había bajado la producción, que el gobierno no paga. Que fulanito se fue a los states, que está forrándose,  que le va muy bien, que a mengano le dieron la green card, que pidió asilo. El zumbido del avión y la charla de los dos devoradores de pasteles lo fue sumergiendo en un sueño profundo. Soñó en las calles humeantes y en el sol que calienta el asfalto luego de una lluvia torrencial. La turbulencia y el agitar del avión lo despertó, llovía a cantaros! -¿sigo soñando ?- Ya estaban pasando el lago. Su vecino le dijo: -nunca había visto que dieran una vuelta tan amplia para llegar a Maracaibo, la tormenta tiene que ser muy potente, mira el agua y como se refleja en las luces del avión, es un aguacero!-  El avión parecía de juguete ,subía y bajaba,  el motor hacia un ruido ensordecedor, como si le pidieran más potencia de la que podía dar. Volvíamos a girar sobre Maracaibo y el avión se perfilaba a la pista, se escuchaba el ruido de los alerones, estamos bajando, nos acercamos, vamos a aterrizar, pero aquello no era normal el avión daba tumbos como si atravesara una carretera agujereada. Las manos agarradas al asiento, su vuelo era el de las 8:30pm, se convertiría en una de esas historias que relata la gente sobre el destino, y la soltarían como un ejemplo de lo que no se debe hacer. Quien me mandaría a cambiar de avión, pensó.

 

¿Por qué a mí? Para casi inmediatamente preguntarse, ¿por qué no? Trató de ser racional y pensar en sus posibilidades. Recordó el accidente de Barajas, 19 supervivientes, ¡pero aquello era un despegue! La imagen de los jóvenes pilotos lo atormentaba. -Supongo que será rápido-, trató de tranquilizarse. – No sentirás nada-, se dijo. Pilotos inexpertos bajo una tormenta tropical…Y mientras sus ojos se cerraban y esperaba lo inevitable, el avión aumentaba la potencia cambiando la dirección, ahora subiendo y alejándose de la pista. Pasados unos minutos, se atrevió a preguntar a su vecino, -¿Qué hace?- El hombre que parecía muy tranquilo le dijo: Quizás dará otra vuelta y lo volverá a intentar, pero creo que nos estamos alejando mucho, nos vamos a Maiquetía-. -¿A Maiquetía?, ¿Tan lejos? ¿No hay un aeropuerto más cerca? -Siempre que hay problemas, se van a Maiquetía, es el que está mejor preparado-, le dijo. Pasados unos minutos, fue el propio piloto quien les confirmó que “las condiciones meteorológicas impedían el aterrizaje por lo que se tenían que regresar a Caracas”. Cincuenta minutos después y sintiendo la rueda del avión en el asfalto puedo respirar tranquilo. De nuevo en Maiquetía, ese lugar del que tanto quería escapar, lo volvía a arrastrar a sus entrañas. Bajaron del avión y entraron al edificio por una de las terminales habilitadas a pie de pista. El desorden era monumental, el caos reinaba. Aglomerados alrededor de lo que parecía un empleado del aeropuerto pedían respuestas. Les dijeron que tuvieran calma, que tendrían que esperar, “lo más probable es que habiliten un avión para llevarlos de nuevo”, alcanzó a escuchar entre los gritos y quejas de la gente. Buscó con la mirada a la pareja que como él volaba en el avión de las 8:30pm sin éxito. -¿Qué se habrán hecho?- se dijo. Alcanzó a escuchar a varios pasajeros que decidieron irse a Caracas y volver al día siguiente, lo cual no le tranquilizaba en absoluto. Tenía la sensación que tendría que pasar la noche en el aeropuerto. En ello escuchó al empleado del aeropuerto decir que los pasajeros del vuelo de las 8:30pm estaban abordando el avión, “corran, que el que llegue primero se sube”. Sin pensarlo puso un pie en las escaleras mecánicas y fue a toda prisa a la puerta de embarque, en ello notó que le llamaban, era la pareja de antes – ¿qué paso?- le grito uno de ellos. -¡Está saliendo el vuelo de las 8:30pm, los que lleguen se montan!- les dijo. Sin dudarlo dejaron las bebidas en la mesa y lo siguieron inmediatamente. Marchando a un paso desenfrenado, saltando equipajes, viejitas, niños y bebes, aquello parecía una carrera de obstáculos. Llegaron a la puerta número tres y vieron que no eran los primeros. La puerta estaba abarrotada, -estará difícil subir al avión- pensaron. La gente gritaba, empujaba, a una señora la agarraron por el pelo. Los pasajeros con Bording Pass iban subiendo a un lado del tumulto. La empleada de la aerolínea pedía calma. ¡Solo pasajeros con Bording Pass de las 8:30pm!- gritó. Inmediatamente los tres mostraron su tarjeta de las 8:30pm pidiendo paso entre el hervidero de gente. Los señores de las 4:30- murmuró la chica con una sonrisa que les delataba. Sintieron las miradas asesinas de sus antes compañeros de viaje. Sin mirar atrás entraron al túnel para subir al avión. Una vez dentro se separaron y él pudo comprobar que había muchos asientos libres, por lo que esperaba que subiera más gente, sin embargo nadie más subió. El altavoz anunciaba el inicio de maniobras para el despegue y comentó que tenían noticias que la tormenta que había en Maracaibo estaba amainando. Se sentó y abrochó el cinturón. Otros cincuenta minutos y estaría de nuevo en “la ciudad de fuego”, cerró los ojos y pensó en la tormenta debilitándose, en el olor a lluvia y sintió el calor húmedo y sofocante de Maracaibo, pero está vez pareció no molestarle.

 

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