La hora*

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lahora* Texto leído el 19/07/2013 en el aniversario de PanfletoNegro en la Librería Alejandría II. 

El hormigueo empieza alrededor de los tobillos, un escozor frío, una quemadura helada. La pieza ha quedado aislada del resto del mundo, la sombra de la vela baila frenéticamente sobre mi libro cuando él se acerca. La neblina rodea las patas de mi mecedora, tentándola como virgen adolescente despertando a la seducción. La siento acariciarme, abrirse paso entre el pantalón y la media para saborear su presa. Juega con los vellos gastados de mi pantorrilla, ¡se burla de mis venas moradas e hinchadas! Se toma su tiempo, coqueteando con su lengua plumífera que enfatiza las cosquillas.

Los granos de arena han dejado de llover en el reloj para convertirse en gotas esporádicas y taimadas. Afuera, el crepúsculo cobrizo empieza a ahogarse detrás de las montañas, tragándose junto a él los recuerdos del último día. Las tablas de mi cabaña crujen, las chispas del fuego que emana de la chimenea parecen estabilizarse.

No escucho animales, pero el solitario aullido en el patio proveniente de mi fiel compañero presagia lo peor.

Mi respiración cansada es lo único que perturba la tranquilidad repentina. Los ojos se entrecierran, mi huesuda mano arranca los anteojos de su equilibrio en el puente nasal y los apoya sobre el libro.

Aún no he fumado mi última pipa y el momento ha llegado: el tabaco con olor a caoba fresca rebosa de su prisión pero no conocerá jamás la alquimia del fuego.

Su respiración parece acecharme, siento su aliento a azufre golpear mi nuca y enviar un escalofrío a lo largo de mi espina dorsal. No habrá tiempo para despedidas, brindis o felicitaciones; cuando las dagas de hielo alcanzan mi pecho sé que es demasiado tarde.

Sólo queda el palpitar de mi corazón, ese músculo arrogante que él arrancará de mi tórax con su hoz. Su textura caliente se congelará y mi alma desaparecerá en su humareda.

Los últimos momentos no son de pánico. Siento el alivio de saberme poseído por el manto negro que me arropa. No veo el pasado, no me regodeo en mi vida. Sólo pienso que, en pocos momentos, volveré a verla, volveré a perderme en sus ojos negruzcos y sentiré el perfume de su cabello, disfrutaré de la sonrisa horizontal de su cara y vertical de su sexo, podré decirle cuánto la amo y cuán larga ha sido la penitencia desde que se fue.

Recibo la oscuridad con calma, con este libro que jamás terminaré de leer apoyado en mis piernas, con la mecedora finalmente llegando a detenerse al ritmo de los últimos granos de arena que se resbalan, tic, tac, tic, tac, por los bordes del reloj que jamás voltearé.

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Barman, guía turístico, sirviente y amo de casa, traductor, profesor de lenguas, niñero, encuestador en la calle, extra de películas, vigilante nocturno, obrero de mudanzas, editor de películas, músico de Metro; eso hasta ahora. Aparte de sus incursiones en el mundo laboral, escribió y publicó novelas (https://www.panfletonegro.com/v/2010/11/22/yo-mate-a-simon-bolivar/), colaboró con periódicos y revistas electrónicas y participó en debates y mesas redondas. Hoy en día, colabora con oscuros y desconocidos artistas de todo tipo y añora realizar su sueño, ser dueño de un circo. Por las noches lleva a cabo audiciones para el puesto de “tragadora de espadas” con mujeres de todo tipo. Jamás ha practicado patinaje artístico.

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