James DeMonaco inscribe su nombre en el firmamento de los maestros del horror con “Purge”, una de las apuestas más contundentes del género en los últimos años.
La cinta confirma la vigencia de Universal como una de las casas matrices del cine fantástico en la contemporaneidad.
El film es un pesadilla gótica sobre el sueño americano, bajo la sombra de un futuro distópico con olor a pasado de los padres fundadores y a presente de la Matanza de Colorado.
El trauma empieza con una poderosa secuencia de introducción, donde se presentan los personajes aislados en una fortaleza de seguridad.
El claustro evoca múltiples referencias surrealistas y audiovisuales como «El Ángel Exterminador», «La Zona», «The Strangers» y «Asalto al Precinto Trece» de John Carpernter.
Precisamente, los protagonistas no pueden salir de su hogar durante doce horas, porque el estado dispuso de una curiosa ley para combatir la crisis: permitir una noche de máxima ultraviolencia, a fin de concentrar en poco tiempo toda la ira y la frustración acumulada a lo largo del año.
Los ciudadanos defienden el ritual con el convencimiento y el dogmatismo de una secta satánica, en una especie de interpretación maléfica del día de acción de gracias.
Las familias pudientes se reúnen en sus mansiones y quintas a compartir una cena hipócrita, como de navidad, mientras afuera la ley del más fuerte hace el resto.
En un sentido metafórico, el director expone una radiografía descarnada de la sociedad darwinista, integrista, republicana, conservadora y semi fascista, alentada por la depresión.
Al respecto, el largometraje no deja títere con cabeza, siendo un obvio documento de crítica a la asociación nacional del rifle, al derecho a la autodefensa, a la pena de muerte y al castigo catártico amparado por la constitución.
Para James De Monaco, la “Purga” es un reflejo del sadismo naturalizado por la civilización occidental, para justificar la barbarie de la guerra civil no declarada contra los pobres, las minorías y las alteridades.
La idea pinta bonito en el papel, para sus promotores. Pero termina cobrándose la vida de los eslabones débiles de la cadena, a la forma de las limpiezas étnicas de hoy en día, desde el medio oriente hasta América Latina.
En “Purge”, las víctimas del genocidio son los indigentes y los miserables, a manos de la imagen juvenil de la derecha ortodoxa, cristalizada en un grupo de dementes sacados de una fraternidad como de “Red Social”.
En dichos adolescentes, la crítica de Estados Unidos descubre una manera de satirizar a la política emergente de partidos del anarco capitalismo como el Tea Party.
Los entendidos encuentran un ADN cercano a la deshumanización perfilada por los verdugos fríos y burocráticos de “Elephant” y “Funny Games USA”, quienes asesinan por gusto y trámite, como los mercenarios de “La Noche más Oscura”, contratados para matar, torturar y hace cumplir un mandato mayor.
Al final, el remedio no cura a la enfermedad, sino la reproduce en mutaciones de gran escala.
Ethan Hawke cree salirse con la suya, vendiendo sistemas de seguridad al por mayor en la víspera de la purga.
Él, como alter ego de los patriarcas del país, será el primero en sufrir las consecuencias de su credo especulador.
Poco a poco, todos padecerán las secuelas de una quimera, de un modelo difuso de conservar el ejercicio del poder, a costillas de la crueldad, la muerte y la intolerancia indiscriminada, elevada por muros, trincheras y fortines electrificados.
Nada distinto al panorama de una ciudad como Caracas, salvo por una excepción.
Aquí la purga es 24 por siete, no conoce de límites y recibe el impulso de un fallido plan de la patria segura, cuyos vigilantes de la Guardia disparan primero y averiguan después.
No obstante, el saldo es el mismo. Nos acabamos canibalizando unos a otros.
Allí radica el demoledor acierto del fresco apocalíptico del inspirado James Demonaco, una verdadero sorpresa de la temporada con un dominio pasmoso de la ejecución cinematográfica. Cada plano derrocha potencia semiótica, conciencia del subtexto y sensibilidad estética.
Solo compiten con él las revelación actorales de los niños, el héroe afrodescendiente(a lo Obama) y el espeluznante performance de Rhys Wakefield con o sin máscara. Es un descendiente de Jason, Freddy, Cara de Cuero, Michael Myers y Alex De Large con el rostro afilado de un nazi, de un hombre con complejo de omnipotencia nihilista.
El guión tiende a dar vueltas en círculo, a decaer y descompensarse en el segundo tramo, fruto de las compromisos narrativos asumidos por el libreto, para complacer a los espectadores ávidos de un suspenso estándar.
Quitándole los defectos de la escritura automática, el mensaje permanece intacto y se consolida en un desenlace perturbador.
El ciclo culmina en la abolición de cualquier esperanza para los protagonistas y espectadores, condenados a recibir el castigo del miedo infinito.
El holocausto colectivo nos lleva a una prisión a perpetuidad.
Nos despedimos en una cárcel, en un campo de concentración, como la capital de Venezuela.
¿Hay alternativas en la lucha por la paz?
El pronóstico de “Purge” no es alentador.
Los medios informan la noticia con absoluta neutralidad, lavándose las manos y apelando al sensacionalismo.
Las redes sociales tampoco ofrecen respuesta. Se conforman con viralizar la decadencia.
Es la victoria del Leviathan en una “Aldea” del aire de “Canino”.
Dios nos agarre confesados.