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…y a Nicmer Evans lo sacó del aire la Quinta

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No me digas

Antes de leer este artículo, tal vez sería conveniente leer éste: «El Ciudadano» salió del aire gracias a la «Cuarta República».

Nicmer Evans cuenta en Aporrea y en su propio blog su salida de varios medios propiedad del PSUV (oficialmente conocidos como medios del Estado venezolano) o afines al oficialismo. En un impasse anterior, Evans «polemizó» con Elías Jaua, aunque el asunto no pasó a mayores. Sin embargo tanto entonces como ahora, aunque el politólogo acusa sin vacilaciones a sus compañeros de ruta, deja intocados temas más profundos que los inmediatos.

De la polémica con Jaua, hubiese sido interesante que analizara el fenómeno del que fue víctima, no por parte del poder que él ayuda a sostener, sino de parte de los oficialistas «rasos» que no lo apoyaron. Éstos, en las redes sociales lo cubrieron de insultos en medio de una carga de odio realmente increíble: fue acusado desde drogadicto hasta traidor, ni más ni menos que el mismo discurso de odio disparado desde las más altas esferas del poder, empezando por el Difunto Mayor. Pues nada, Nicmer Evans no mencionó el asunto, por lo visto para él, tan pendiente de la realidad venezolana, eso no presentó ningún interés.

Ahora, con su salida de varios medios de comunicación de masas (renunció, según sus palabras, para hacer efectivo el despido indirecto que le estaban aplicando), nuevamente nos deja en el aire con sus «explicaciones»:

«Pero lo peor es cuando la estrategia es comprar medios de información para reproducir exactamente lo mismo que antes se criticaba pero ahora respondiendo a la conveniencia de una neoburguesía que se pinta del color que sea»
» Tanto los medios de la derecha como los medios del Estado están minados de mucha miseria, hipocresía y utilitarismo, pero al final, todos los que por ellos pasan son desechables porque el fin último es hacer un espacio para participar en la repartición de la torta, y otros son los tontos pasteleros»

Quizá es un gran paso admitir que hay gente mala en todas partes, no está de más repetirlo. Pero sería mucho más interesante ir un paso más allá y hacerse preguntas realmente radicales como por ejemplo «¿Cómo es posible que la vanguardia revolucionaria, que supuestamente debe guiar y servir de ejemplo al pueblo, esté pifiando tan feo?» o, mucho más allá, «Esta vanguardia pifiante (traidora), ¿cómo la enfrentamos si tiene todo el poder?», y mucho, mucho más allá «Y nosotros le dimos todo ese poder». Lamentablemente, Evans solo asoma y, a mi parecer solo argumenta, que eso «no hubiese pasado con Chávez» (cuando Chávez condenó al ostracismo por tres años a Walter Martínez), y que él, Evans, modestamente, es un continuador digno del chavismo «verdadero», el de verdad.

Quizá con un par de coñazos más de parte de su bando llegue a hacerse esas preguntas radicales, quién sabe.

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