*Obra visual por José Luis Flores
Noche a noche el conocimiento mundano
el licor sobre las rocas, la humedad del desnudo,
para después volver a meditar
entre las paredes
sobre el espectro del animal.
Vive noche a noche, lejos de la paternidad del sol
que calma el ritmo de tus latidos,
desespera hasta el llanto, la lección
y el sarcasmo de la piel
para que el orden de tus actos
sea el frío incomprensible
que mantiene la trascendencia
en la refriega desesperanzada
del universo lineal,
la sensatez del observador
que teme a los ruidos
hechos tras los portales
por la lejana savia hermana
hambrienta de conquista.
Aprende a despertar en la oscuridad
en la angustia de la carencia de tiempo y lugar.
Aprende y cae,
reconoce a los depredadores que te rodean,
la historia del odio extático de la ciudad,
y dedica tu existencia
a hablar con cada uno de sus hijos.
Si al llegar al último de los huérfanos
mirando tu ropa y tu cuerpo devastado,
escuchas el grito,
traidor, en las cloacas que lindan
con el riel de sombras que presumen el erotismo,
traidor, cuando nos mencionabas en tus ritos
mientras se congelaba nuestro vientre
en la entrada de los templos,
ya sabrás que entiendes la lengua foránea
que entra en la consciencia del caminante
desde la peste del idilio
-los espectros exudan su verdad en la vegetación oceánica
que se abre paso junto a la carne yerta,
la última sonrisa es definida.-
Joven ave que vigilas los reinos desaparecer,
siempre renacida brillante
por el costo de millones
que abrieron sus brazos para recibir la luz,
si es que posees la insondable serenidad
necesaria para el crimen
que ha ganado el rapaz desde
el primer escape por su vida,
salta sobre mí y dame muerte
haciendo de mi tumba la tierra natural.
Nacimos para enfrentarte, para desenterrar los orígenes
y recordar la historia de nuestros sueños intoxicados
después de las orgías pobres
en donde se comprende la fragilidad de los individuos
despojados de sus nombres,
la humildad en el rostro sucio y las rodillas heridas
en los mitos sobre el ultraje.
Soy un asesino
eso es todo lo que recuerdo
desde mi nacimiento-,
no puedo recordar sus rostros
ni sus gritos
pero sé que estuvieron en mis brazos
todos aquellos nombres
y los dejé ir.
Sé que tenemos la potestad
sobre la tierra
que no vemos abrirse para recibir la sangre:
la bestia abre sus ojos al amanecer.
Sólo un sí desde lo desconocido
es suficiente
para destruirlo todo.