Al personaje que más «cariño» le he agarrado ha sido Teseo, aquél que fue al laberinto para matar al Minotauro. El Teseo que personificaba, en aquella obra de teatro basada en la de Racine, Fedra, era un Teseo maduro, con un hijo adolescente, Hipólito, y casado con Fedra, madrastra de Hipólito. En dicha obra, mientras Teseo estaba en una batalla, Fedra intenta seducir a Hipólito, su hijastro, pero éste la rechaza ya que ama a Aricia, hija de enemigos de Teseo. Al regresar Teseo le anuncian que fue Hipólito quien intentó seducir a su esposa. En un estado de cólera manda a desterrar a su hijo predilecto.
En una de las escenas más intensas de la obra, mi odio contra «mi hijo» era tal que, luego de salir de escena, salía temblando, y fuera de escena me recuperaba. Al final de los ensayos y las representaciones, quien personificaba a Hipólito es ahora uno de mis mejores amigos, el «odio» que le tenía en escena no existe, eso era sólo en escena.
Tanto en actuación como en sicología, se dice que cuando alguien se queda «pegado» en un personaje es que se ha «enganchado». Como le sucedió a Béla Lugosi, el primer actor que personificó a Drácula en el cine, quien se creía ser el mítico personaje, al punto de ser incinerado con su vestuario de vampiro, como lo solicitó en su testamento.
Me hubiera quedado enganchado en Teseo, si luego de salir de escena aún odiaría a Hipólito, es decir, al actor quien lo personificaba, queriendo ser siempre Teseo, aún después de la muerte, como Lugosi. La muerte, en este caso, no tendría cambio de escena, ni de vestuario, seguiría siendo un personaje de ficción, por toda la eternidad.
La palabra <em>persona</em> se origina de las máscaras que usaban los actores de la antigua Grecia. Es decir, ser una persona es usar una máscara. Y no sólo somos una sola persona, o usamos una sola máscara, ya que somos distintos personajes, de acuerdo a las circunstancias. Somos un personaje frente a nuestras parejas, otro frente a nuestros amigos en un bar, otro personaje frente a nuestros jefe, y uno muy distinto en un foro de internet. Somos distintos personajes a lo largo del día, pero creyendo que somos uno solo y único.
Todos pretendemos continuar eternamente este, o estos, personajes que somos. Queremos hacer como los vikingos, que se enterraban con sus barcos, caballos, esclavos y hasta esposas, porque iban a necesitarlos en la otra vida. Somos todos unos Béla Lugosi, ser lo que somos, o creemos ser, en la eternidad.
La muerte no es más que un fin de la obra de teatro que es nuestra vida, esta vida que es sueño, <em>maya</em>, ilusión. Luego de la muerte se cierra el telón, quizá se escuchen los aplausos, quizá no, y nos iremos al camerino a quitarnos el vestuario y el maquillaje, y nos iremos, con nuestra «verdadera» personalidad. O quizá sólo habrá el cierre del telón, el black out, y nada más.