No entiendo muy bien la caída de Danny Boyle. Ya había hecho montones de películas así en el pasado y le quedaron mejores.
“Trance” es un film confuso, reiterativo y desganado. Lo olvidas rápido, además. Pero el inicio promete.
El protagonista es un joven conductor de un mercado de subasta. Su relación tiene con el personaje principal del comentado largometraje de Tornatore.
Sin embargo, la película no propone nada nuevo o interesante sobre el complejo mundo del arte.
El asunto es apenas un pretexto de guión para disparar el artificio de la trama.
El chico roba un cuadro para unos matones, se pelea con ellos y luego sufre un accidente, donde borra de su memoria el paradero de la valiosa pintura.
Entonces contratan a una terapeuta y ella practica sesiones de hipnosis con él para estimular sus neuronas.
Eventualmente surge el romance y el juego de sospecha con los miembros del reparto.
Por ratos, la ambigüedad de la atmósfera negra eleva el interés del público por la historia. Un conato de amor interracial le pone la nota erótica al subtexto de la pieza.
La mujer es la autora intelectual, la manipuladora consciente de los hilos, la acaparadora, la triunfadora moral en la guerra de los sexos. Típica dama de armas tomar.
A partir del segundo acto, el libreto parece estancado, como el ejercicio de estilo de un aficionado.
Varias veces suceden las mismas acciones con ligeros cambios de decorado y argumento.
Por supuesto, el realizador derrocha oficio en el trabajo de imprimir dinamismo al bloque de su relato. Por desgracia, los minutos le pasan factura. No comentaré el desenlace por respeto.
Solo aprovechar para exclamar un lamento. Extraño la época de «Tumba al Ras de la Tierra», cuando Boyle era oportuno, divertido y a la vez políticamente correcto.
Ahora lo siento atrapado, anquilosado y enredado en su propia madeja de creador célebre.
Con un perfil netamente académico, “Trance” engrosa su lista de entregas fallidas, descoloridas, redundantes. Viéndola evoqué el deja vú de ciertas exposiciones caraqueñas, condenadas a extinguirse y evaporarse en su intento de remedar a los clásicos de la vanguardia geométrica.
Al caballero de “The Beach” le convendría tomarse un merecido descanso, unas vacaciones por un año sabático.
Cosa de volver a sus orígenes.
En síntesis, “Trance” es una cabriola vacía, cuyo escaso contenido resulta decepcionante.