y su cabellera
era un incendio
en medio de los bambúes
En un tiempo atrás creía que mis colores preferidos eran los fríos, azules, verdes… Pero desde hace relativamente poco tiempo he tenido una fijación, u obsesión, por el color rojo. Que no se crea que tenga alguna relación hacia la política, sino es al color en sí, ese color que se asocia con el sol y el calor, con la pasión y el erotismo, con la fuerza, sexo, calor, fuego, sugiere vitalidad, entusiasmo, agitación, sangre, amor, audacia, valor, coraje, cólera, crueldad, intensidad y virilidad.
Y esta fijación surgió de unos cabellos rojos, que hacían contraste con las hojas de unos bambúes, es una imagen que me aborda en los momentos más inesperados. Están allí, los cabellos flotando, como en medio del agua.
Al mirarla su mundo me asalta y me lleva cinco pasos más allá de mí mismo, es su cabello incendiado que me grita en silencio «mírame» y es cuando salto en mis sueños para leerle su mente, decirle algo, sonreírle, y llevarla de la mano por encima de la ciudad, como en un cuadro de Chagall.
Al quemarme los ojos con el fuego de su pelo que me cae como aguacero, el fin deja de existir y es siempre presente.
¿Es imposible que el artista se desligue de condición política?