Desde que salimos del vientre materno, nuestros padres comienzan a configurar pequeños universos donde transcurrirá nuestra infancia y se comenzarán a fundar nuestros propios paradigmas y realidades. Dentro de estos micros universos, encontramos algunos con fronteras muy demarcadas, otros más libres y algunos se presentan herméticos ante desconocidos; como quiera que sean estos universos, en algún punto de nuestras vidas los trascendemos, creando uno propio.
Athina Rachel Tsangari con su obra Attenberg, nos revela el universo de Marina, una joven de unos veinte años (o más) que vive con su padre, tras la muerte de su madre, en una pequeña isla de Grecia. Marina sólo se vincula con su padre y su mejor amiga; ésta última sirve como una suerte de puente a las prácticas sociales habituales para una joven, prácticas de las que Marina dista considerablemente. La protagonista inmersa en ese universo protector que ha creado su padre para ella, transcurre su tiempo viendo documentales sobre animales salvajes de Sir David Attenborough y realizando algunos oficios en una fábrica de la isla. Sin embargo, la muerte del padre que cada vez parece más próxima y la llegada de un ingeniero extranjero a la fábrica, comenzarán a abrir nuevas posibilidades a ese estrecho universo. Así, Marina decidirá descubrir su sexualidad (hasta ahora negada por ella) en diversos encuentros con el ingeniero, mientras va preparándose para la despedida definitiva de su padre.
Este film se caracteriza por una narrativa sencilla, bien estructurada aunque pueda dar la sensación de cierta fragmentariedad (percibida como búsqueda estilística, no como problema de estructura narrativa), viéndose reforzada por una construcción de planos sobrios, que no ostentan nada más que la sencillez. Podemos apreciar el uso constante de cámara fija, y apenas una que otra cámara en movimiento. Sin embargo, hallamos que la puesta en escena, aunque sigue la misma norma estilística de la simplicidad a lo largo de la película, lo cual ayuda a desarrollar el relato buscando cierta naturalidad, en determinados momentos presenta un giro, rompiendo con este principio. Estos instantes son protagonizados por Marina y su mejor amiga, quienes recorren diversos espacios, siguiendo lo que parece ser una coreografía de movimientos desarticulados. Estos momentos únicos dentro del film, que presentan una puesta en escena particular, ayuda a reforzar la construcción de la relación que se teje entre Marina y su amiga, causando cierto extrañamiento en el espectador, permitiéndole acercarlo a la singularidad, quizás algo extravagante de esa relación. Así mismo, podemos apreciar que este tipo de puesta en escena que causa cierta extrañeza en el espectador, por lo general ayuda a nutrir semánticamente las relaciones entre personajes; ya que también en el caso de Marina y su padre hallamos un fragmento con una puesta en escena particular, en la cual ambos imitan en el cuarto del padre el comportamiento de algunos animales.
A medida que se desarrolla el film, la pérdida será un tema recurrente, no sólo por el camino que decide transitar Marina hasta la muerte de su padre, que es una manera de asumir la pérdida cuando ya ésta deja de ser una posibilidad y se convierte en un destino definitivo; sino también en el discurso que se entreteje gracias al personaje del papá de Marina, cuando conversa con ella acerca del cambio que dio el pueblo transformándose de un pueblo rural a un pueblo industrial en un abrir y cerrar de ojos. Esa entrada a la modernidad, también supone una pérdida en la configuración de ese espacio en que habitan los personajes, es casi como si hubiese sido despojado de alma el lugar. Podemos reconocer esto como espectadores gracias a la forma en que la directora retrata esa pequeña ciudad, que se presenta solitaria, y los pocos habitantes que logramos apreciar, aparte de los personajes que participan activamente en el relato, son casi como fantasmas que deambulan por el lugar.
Attenberg es una obra que en el plano de la expresión es simple, demuestra cómo una puesta en escena bien pensada y sin excesos puede complejizar el relato, abriendo nuevas posibilidades discursivas. Hay un trato sutil en los conflictos de los personajes que permite abordar temáticas contundentes y complejas sin abrumar al espectador. Aunque este film ha sido constantemente comparada con Canino (2009) de Lanthimos, debido al vínculo que mantienen los equipos de trabajo que participaron en la realización, es importante reconocer que si bien hay una búsqueda estilística parecida, es mucho más enriquecedor e interesante centrarse en los aspectos que distancian a estas películas, que en los aspectos que las une. Sin duda, Attenberg es otra película griega que nos mantendrá atentos, a la espera de nuevas producciones de la región.
https://www.youtube.com/watch?v=2582qyfXOSs
Muy buena reseña