Con sorpresa e incredulidad acabo de leer la noticia ó más bien ver la noticia, de que uno de estos días, paseó por una de las líneas de metro de Caracas una baba (cría de caimán). Digo ver, pues la referencia es una foto que hace uno de los colaboradores de la cuenta Twitter Metro de Caracas. (http://www.lapatilla.com/site/2013/09/16/solo-en-caracas-un-caiman-viajando-en-metro-de-caracas/)
Hace unos 12 o 13 años atrás, fue mi primer encuentro con animales en el Metro de Caracas, me dirigía de la estación ciudad universitaria a Plaza Venezuela, con mi mejor amiga y pocos segundos antes de llegar a nuestro destino, en la puerta frente a mí, un señor con fisionomía andina, blanco, con un bronceado cobrizo, típico de los agricultores del pie de monte andino, vestido muy humildemente, desdentado, -pero con una cara de abuelito dulce, de esos que se ven por la carretera trasandina, cuando uno cree inocentemente que esta realizando el viaje de su vida, desde Barinitas hasta Mérida- y con una bolsa de tela de mercado, pega un ligero brinco e intenta sofocar el ruido extraño, pero no del todo ajeno que salía de su bolsa. Una gallina!
Sí! una gallina, recuerdo que nuestro asombró fue exponencial, al observar y no poder creer que en el recinto donde los venezolanos podíamos comportarnos „decentemente“, ya esas cosas empezaran a observarse. El comentario más rápido que tuve, fue decir: – Me siento como en el metro de Calcuta o Mumbai! Y después elucubramos sobre las diferentes razones de por qué esto sucedió? Sí el señor acababa de llegar de Los Andes y se dirigía a un mercado a vender su gallina. Sí la llevaría para un sancocho y cualquier otra cantidad de ideas simples y básicas, que se pueden pensar cuando alguien tiene una gallina viva.
Ya desde hace mucho, sabemos que el Metro dejó de ser ese lugar mágico, donde uno podía soñar o por lo menos imaginarse una sociedad mínimamente educada, donde se respetaran los códigos más básicos de la ciudadanía. Pero ya entrar a considerar el metro como un zoológico, es algo que raya en lo trágico.
Aunque estas vivencias y acciones de nuestra cotidianidad reflejan muy bien, la vida y el fenómeno que estamos viviendo. Posiblemente Hobbes nunca pensó su teoría para los estados tropicales, de hecho en su época, ni existíamos, ni era deducible que las indias occidentales, alcanzarían su independencia y su autogobierno. Lo que no cabe duda, es que la baba o caimán en el Metro, es una de las guindas del pastel, que nos permite darnos cuenta que sin más ni menos, vivimos en un Estado de Naturaleza absoluto.
Apartando la discusión ecológica – ambiental que implica tener un animal de estos como mascota, el símil que este reptil nos permite efectuar sobre nuestra vida en la situación de la Venezuela de hoy es impresionante.
Vivimos en un estado de naturaleza pleno y absoluto, nadie respeta normas, reglas, leyes o autoridad; todos intentan sobrevivir a toda costa y muy a nuestro pesar, ya casi nadie respeta o piensa en la responsabilidad de sus actos.
El problema de vivir así, es que cuando la sociedad decide poner fin a su caos, la solución efectiva que Hobbes encontró, es el otro extremo de la historia, ceder todos nuestros derechos y ese extremo, cuesta caro, muy caro.