Hemos seguido la evolución humana casi desde sus orígenes. Nunca hemos querido intervenir en su curso natural. El único momento que hubo una intervención, hace unos 12 mil años terrestres, fue cuando unos rebeldes quisieron hacer ciertos experimentos con algunos animales y con algunos seres humanos, sobre todo con hembras, generando mutaciones que no sobrevivieron. Dichos rebeldes fueron duramente castigados.
El planeta Tierra es lo más cercano a lo que fue nuestro planeta, destruido por la misma estupidez por el que fue destruido el nuestro: ambición de poder, es la peor enfermedad que padece el ser humano, la misma enfermedad que tuvimos, hasta que aprendimos.
Este planeta ya ha sido invadido por nosotros, pero una invasión silenciosa, inocua, jamás como ciertos filmes de ciencia ficción. Jamás, a excepción del error cometido por aquellos rebeldes, hemos hecho daño a ningún ser vivo, nos hemos mezclado entre los seres humanos, compartimos las mismas calles, pero no dejamos «contaminarnos» por sus errores, los mismos errores, repito, que cometimos nosotros.
Les hemos colaborado en las ciencias, las artes, la cultura, les hemos dado la «sospecha» de nuestra existencia. En ciertas ocasiones hemos sido un poco «extravagantes», con el fin de hacer entender, al menos a alguien, de su error. Pero quienes deben darse cuenta de su error de manera inminente están obnubilados por el poder.
El ser humano ha sido la peor pesadilla para ellos mismos, y los pocos que han despertado es muy poco lo que pueden hacer desde sus lugares, los cambios que pueden impulsar son muy lentos para la premura que ellos necesitan.
Los ángeles del apocalipsis serán ellos mismos, y nosotros no podremos hacer nada. Luego quizá habitemos el planeta Tierra, luego que ya no quede nadie.
Tranquilo Renji, las cucarachas siempre son las últimas en sobrevivir.
Nosotros caeremos felices con nuestras pesadillas bien humanas.
«Si ves al Buda . . . «