Es que esa gandola es Venezuela.
Desde el día que nos llevamos por delante un puente llamado Hugo Chávez quedamos atascados y malheridos. Para nuestra desgracia, la mercancía que llevabamos resultó ser difícil de conseguir y, por ende, valiosa. Agonizando en la cabina nos toca ver como quienes se nos acercan lo hacen no para socorrernos sino para saquearla. Mientras un chino se monta por delante por los lados se encaraman sandinistas, cubanos, cristinistas, bielorusos, iraníes, de todo.
Por detrás, un poco más en las sombras, se les unen bolichicos, arbitrajistas, jerarcas rojos, enchufados de todas las pintas. Boqueando en busca de oxígeno nos encontramos rodeados de mirones – unos curiosos, otros entretenidos, otros burlones, otros pocos realmente preocupados – pero en el fondo todos pasivos.
La total impotencia ante la barbarie que debió haber sentido ese chofer a puertas de la muerte nos tocó en el alma. No ha podido ser de otra manera.
Esa gandola es Venezuela.
[Con un hat tip a Kanako, que fue quien tuvo la idea.]