El «Omnebonismo» es un neologismo que viene del latín (del traductor de Google) «omne bonum» y que significa «todo lo bueno», y que me inventé para referirme a la ideología que algunos van definiendo de forma negativa, sobretodo para renegar de la aplicación práctica de ese ideario.
«Esto no es verdadero Omnebonismo» es el grito de guerra más escuchado, o leído, de parte de sus defensores, cuando se les señala alguna consecuencia de su ideología socio-económica. Por ejemplo, si algún ente ejecutivo, digamos, no sé, un gobierno nacional aplica normas esenciales del Omnebonismo produciendo conductas represivas fascistas, el omnebonista indignado clamará que eso es una «desviación», no, desviación no, eso no es Omnebonismo porque el Omnebonismo no es fascista. Si produce exclusión entonces no es Omnebonismo porque el Omnebonismo no es excluyente. Si produce desigualdad entonces no es Omnebonismo porque el Omnebonismo no es «desigualitario». Si produce pobreza entonces no es Omnebonismo porque el Omnebonismo no es consustancial con la pobreza. Si produce acumulación de poder entonces no es Omnebonismo porque el Omnebonismo no va con la concentración de poder. Etcétera, etcétera, etcétera.
La lista de cosas que «no es» el Omnebonismo puede ser tan larga como la lista de consecuencias observadas tras su aplicación. Pero la cuestión de fondo que quiero resaltar es que su definición, aunque sea de forma negativa, casi impide hacerle cualquier crítica: El Omnebonismo es la suma de todas las cosas buenas que hay en el mundo, ¿cómo podría alguien estar en contra de algo tan maravilloso?