No es que odie el béisbol…

No es que odie el béisbol. No es que odie el deporte. de hecho, me gusta el deporte y uno de nuestros productos principales de exportación apartando cerebros y petróleo, son jugadores de béisbol. Grandes ligas, atletas tope, ejemplos.

Pero cada vez que anuncian que comenzó la pelota, comienza el suplicio, al menos para alguien que hace vida en los alrededores o en la misma UCV. La UCV tiene un problema donde todo es prioritario excepto que los alumnos estudien y se gradúen. Primero la autonomía, luego el patrimonio, luego los eventos, luego el béisbol y por último la vida estudiantil.

Cada vez que hay un juego, toda la «organización» vuelve al estacionamiento estructural de la UCV un cáos. Desde los «vigilantes» y «logística» mojoneados con una radio, que en aras de organizar el asunto lo que hacen es joder seriamente la circulación, pasando por la absoluta ausencia de fiscales de tránsito en los alrededores del sitio incluyendo la Av. Victoria, calles de Los Chaguaramos y Santa Mónica, donde fácilmente se puede pasar mas de hora y media en tráfico gracias a la imbecilidad de conductores, motorizados, peatones y ausencia de autoridad.

Cada vez que hay un juego, el estacionamiento estructural de la UCV se convierte en una enorme letrina, donde abundan los charcos de miado con su respectivo olor, el tufo a cerveza rancia y las latas como si fueran las semillitas esas voladoras que invaden la ciudad por estos meses.

Cada vez que hay un juego, y específicamente un caracas-magallanes, toda la actividad ciudadana alrededor de la universidad se ve entorpecida por las colas de gente enormes y la cantidad de malandros que se aparecen, lejos de las miradas de los policias que custodian las colas y entradas a la universidad quienes tratan a los estudiantes en su paso a clases como si fueran sospechosos. Por qué me tienen que joder pidiendome identificación cuando en circunstancias normales, nunca lo hacen, y la UCV vive llena de antisociales armados y vendedores de droga?

Cada vez que hay un juego el transporte público desaparece ahí y en los alrededores, los semáforos se los traga la tierra, y a la gente se le aflora el «venezolano». y no quiero ni imaginar el peo que habrá con la ciclovía esa atravesada.

Maldita sea.