Dentro de las religiones teístas existe el concepto que es un dios quien determina qué es bueno y qué es malo. Ahora bien, desde Platón se ha analizado este planteamiento: ¿Es lo bueno dependiente de un dios (en caso que exista) o lo bueno y lo malo existen independiente de un dios? Si es un dios quien determina qué es bueno o malo, según su parecer, entonces no es bueno, y si lo bueno y lo malo son categorías independientes de dios, que existen sin importar lo que diga o no dios, entonces un dios-juez no sería necesario.
Para el cristianismo, si se es ateo o no, de igual modo se tiene la “Ley de Dios escrita en sus corazones”. Si es así, ¿por qué algunos cumplen esa ley y otros no? ¿Será que esa ley se les borra con el tiempo? ¿Y si ya existe, por qué insistir tanto en esta ley?
Hay quienes hablan de una “voz interior” o “conciencia” (¿voz de dios?) que nos dice qué es bueno, o qué es malo. Quizá se le puede llamar intuición, o quizá una capacidad innata en saber qué es mejor o no, o qué decisión es más justa o no.
Eso se ha comprobado a través de un experimento ético conocido como el Dilema del Tranvía, que es planteado de este modo:
Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino, un filósofo malvado ha atado cinco personas a la vía. Afortunadamente, es posible accionar un botón que encaminará al tranvía por una vía diferente pero por desgracia, hay una persona atada a esta vía. ¿Debería presionarse el botón?
La gran mayoría de las personas que han hecho este experimento han acordado que es mejor presionar el botón, a pesar que aquellas con formación ética religiosa han sido al principio renuentes a responder, muchas han sentido que esta acción, éticamente hablando, es la mejor, ya que lo contrario sería negligencia al permitir la muerte de cinco personas. Lo curioso es que este experimento se ha realizado en personas de distintas culturas, credos o nivel de educación, y el patrón se repite casi de manera idéntica. Por tanto se puede considerar que cada quien tiene un modelo ético mínimo, quizá intuitivo o innato, sin que sea necesario la intervención de ningún dios para tomar una decisión.
Otro concepto teísta que suele relucir es que la moral ateísta no es absoluta. Acá hay una trampa, ninguna moral es absoluta, ya que toda moral surge de acuerdo a las costumbres sociales del momento y lugar, a diferencia de la ética, que puede definirse como la reflexión acerca de por qué es válida una moral. Por ejemplo, es inmoral para los musulmanes comer carne de cerdo, o es inmoral para los cristianos el uso de anticonceptivos.
Otra falacia común de las religiones teístas es que al negar a dios todo está permitido. Ahora bien, ¿será que el creyente en un dios es automáticamente bueno, y un ateo automáticamente malo? Si así fuera, las cárceles estarían abarrotadas de ateos, y no de creyentes, incluso, el ser ateo sería un agravante en un juicio, y el ser creyente sería un atenuante.
Recordé lo dicho por Isaac Asimov en una entrevista, que un ateo es responsable por sus actos, que nadie le perdona, en cambio un creyente sí tiene quien le perdone, a través de algún ritual. Por tanto, el ateo es más estricto y responsable con sus actos. Un creyente se podría sentir libre de pecar, porque luego puede arrepentirse, el ateo no, en él no existe el pecado, por tanto no existe el arrepentimiento.
Si un creyente hace cosas “buenas” y no hace cosas “malas”, es porque pretende poder ir al cielo, o evitar no ir al infierno. Sea cual fuere el caso, es un oportunista voraz, dice Asimov.