Dos cuarentones frustrados en el trabajon se van para Google a buscar un segundo aire.
Los reclutan como pasantes y participan en una suerte de «Juegos del Hambre» al modo inofensivo de «Monsters University».
El resto del predecible argumento se lo pueden imaginar. Debe ser la comedia publicitaria más sonsa, innecesaria y aburrida de la historia.
Vicen y Owen hacen sus papeles de toda la vida. Lo único medianamente rescatable es la sátira hacia el mundo de las nuevas compañías digitales, con sus curiosos patrones y empleados, sacados de una nomina de nerds, hipsters, geeks y gurús farsantes de la red social.
Pero el humor es flojo, naiff y estereotipado como el Doodle del día.
La personalidad del director es diluida entre las moralejas del guión y los planos burocráticos de la producción.
En último caso, Hollywood filma un pacto de no agresión con Google, ofreciendo una imagen cándida, bondadosa y políticamente correcta del portal, donde supuestamente cualquiera tiene derecho a entrar y formar parte de la familia. Cuéntame una de vaqueros.
El lado oscuro de la compañía lo encontraremos en otro lugar.
Fija en la lista de lo peor 2013.
Era un material como para una farsa de Ben Stiller o una tragedia de David Fincher.
Shawn Levy es un burdo relacionista público.
Anoten un ejemplo de una errada campaña de comunicación corporativa, por invasiva y autoindulgente.
No sirve la falsa modestia.
Desperdiciado el tema de la brecha mediática.
Los dinosaurios aprenden rápido la lección de los McJobs.
Una alternativa engañosa contra el paro.
El desempleo sigue con o sin Google.