Elysium

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Campos Elíseos

ADVERTENCIA: El texto tiene detalles de la trama de la película.

Hace cuatro años, la ópera prima de Neill Blomkamp, ​​District 9, nos presentó a un cineasta con un exitante talento para los efectos visuales de ciencia ficción, y para la narración de historias con una resonancia cultural distintiva. Los alienígenas digitalizados de la película, varados en la Tierra, fueron perfectamente integrados en entornos reales, y su situación lamentable -encerrados en un barrio marginal de Johannesburgo por sus amos humanos- refleja las injusticias persistentes del apartheid en la Sudáfrica natal del director.

La nueva película de Blomkamp, ​​Elysium, aunque hecha con un presupuesto mucho mayor y un par de estrellas de Hollywood en el reparto, es esencialmente más de lo mismo. Su habilidad para mezclar elementos digitales con la acción en vivo es todavía más impresionante -especialmente el enorme avión flotando sobre la Tierra en algunas escenas-, y la historia que ha creado tiene una estructura clásica de la ciencia ficción. Pero sus observaciones sociales -acerca de las famosas y fallidas políticas de EEUU sobre sanidad e inmigración- lo llevan a proponer arreglos políticos ingenuos para estas complejas cuestiones que sólo podrían pasar como reflexiones profundas en el negocio del cine. Son una distracción dentro de lo que deberían ser los placeres más sencillos de la película.

La historia está ambientada en Los Ángeles en 2154. La ciudad es un infierno contaminado, poblado en gran parte por personas que hablan español. Los angloparlantes ricos han huido del planeta -o Los Ángeles, por lo menos- a Elysium, una lujosa rueda espacial gigante allá en lo alto, donde toman cócteles en sus piscinas y, en ocasiones, charlan en francés. Lo mejor de todo, sus elegantes casas están equipadas con una tecnología médica milagrosa que puede curar cualquier enfermedad.

Elysium es, naturalmente, un destino de ensueño para las masas empobrecidas allá abajo, que aspiran a una vida mejor. Y como la base espacial idílica está a sólo un rápido salto espacial de distancia, los empresarios ilegales hacen un buen negocio transportando gente desesperada hacia allá por medio de la inmigración ilegal. (Cómo funcionaría esto no es algo que Blomkamp parezca haber pensado mucho: no hay lugar en el prístino Elysium donde una sucia nave contrabandista podría llegar desapercibida, y no hay manera concebible de que los desaliñados ilegales a bordo pudiesen mezclarse rápidamente con la población blanca adinerada). Los vehículos espaciales que no son derribados por las defensas de misiles de Elysium, gozan de la gélida recepción de la jefe de seguridad nacional Delacourt (Jodie Foster), que grita órdenes a sus secuaces, «¡Envíenlos a deportación! ¡Sáquenlos de este planeta!» Y Delacourt -cuyo guardarropa gris cremoso da testimonio de la presencia de una franquicia de Armani en algún lugar de Elysium- piensa que el gobierno espacial para el que trabaja es blandengue en este tipo de cosas: junto a un depravado mercenario llamado Kruger (el actor Sharlto Copley, de Distrito 9), está tramando un golpe de estado que le permita tomar medidas aún más drásticas.

Mientras tanto, en la turbulenta metrópolis de la Tierra, un ex convicto llamado Max (Matt Damon) trabaja para Armadyne, la compañía que fabrica los temibles robocops que mantienen a la ciudadanía bajo control. (Sus salvajes actividades de detener y registrar podrían sacar suspiros de añoranza de algunos políticos de Nueva York). Max, con la cabeza rapada y la piel llena de tatuajes carcelarios, ha renunciado a quebrantar la ley. Pero cuando un accidente laboral lo deja con una dosis letal de envenenamiento por radiación -y sólo cinco días de vida- él también se alista en un viaje para salvar su vida en Elysium. Su amigo contrabandista Spider (Wagner Moura) se compromete a ayudarlo, pero sólo si Max emprende una misión peligrosa -secuestrar al consejero de Armadyne Carlyle (William Fichtner) y descargar los datos de defensa de Elysium en su cerebro. (Esto tendría más sentido si el rígido y apático Carlyle fuera él mismo un robot -él actúa como tal- pero Blomkamp no persigue esa posibilidad). Max acepta este acuerdo, con la condición de llevar con él a su amiga de la infancia Frey (Alice Braga), cuya hija está muriendo de leucemia y sólo se puede curar en Elysium.

Todo esto es un preludio útil para una aventura de acción y ciencia ficción. Pero la película cojea por una serie de problemas. Después que el debilitado Max se atornilla un rígido exo-esqueleto metálico en el cuerpo (en una terrorífica escena de cirugía), Damon es despojado de su gran expresividad física, moviéndose con tristeza el resto de la película. El personaje de Foster no es más que un símbolo de la crueldad burocrática, y el villano burlón de Copley es una parodia de la encarnación del mal (el actor también despliega un acento grueso sudafricano que es a veces impenetrable).

El compromiso de Blomkamp con la cámara al hombro también es excesivo -incluso el primer plano de una tranquila mujer en una habitación tiene un revelador temblor de cámara inestable. Y después de su prometedor inicio, el descenso repentino en la película a los típicos tiroteos, peleas a puñetazos y escenas de persecución en su segunda mitad es una decepción. No hay mucho realmente nuevo en esta película. Incluso cuando dispara a las estrellas, nunca despega realmente.

Tomado de: Reason.com

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