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Devuélvame mi voto, diputado Ojeda

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Voto en Miranda, voto siempre y voto siempre en contra del chavismo. Esa combinación de factores dio como resultado que en las elecciones parlamentarias de 2010 mi voto lista fuera a parar a la cuenta de ese triste personajillo de la política venezolana, símbolo de todo lo malo, de todo lo podrido que hay en ella: William Ojeda.

Sucede que, como era previsible, el que un día se preguntara cuanto vale un juez se preguntó más tarde cuanto valía su propia diputación. Una vez definido el precio, negoció con la mafia roja y cerró trato. Ahora hace vida en la otra acera, de donde vino y de donde nunca ha debido salir.

Pero resulta que, como yo, miles de mirandinos también le endosaron el voto para que defendiera sus intereses. Tremendo fraude nos metió: está haciendo justo lo contrario a lo que nosotros le encomendamos con nuestros votos. El diputado 99 es él, en la práctica. Y se vanagloria de ello, luciendo una franela que así lo indica.

Yo lo denuncio por haber cometido un fraude en mi contra. Mi denuncia caerá en saco roto o, mejor dicho, es una denuncia simbólica, puesto que no hay ninguna instancia en el país que haga justicia con asuntos relacionados con el honor. Claro, juntar en una misma frase las palabras honor y William Ojeda es un oximorón. Ese señor no conoce el significado de esa palabra. Tal vez comprarlo haya costado mucho, pero él no vale nada.

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