A un mes de las elecciones, cada comando de campaña se atribuye la victoria.
El Presidente habría subido un par de puntos en las encuestas después de aplicar sus polémicas medidas populistas.
El voto polarizado encuentra así otra razón de ser.
Lo moderados todavía no terminan de decidirse.
Según los opinadores de oficio, la oposición gana en los números, pero debido a la arimética del CNE el gobierno logra maquillar el resultado, al conquistar la mayoría de los espacios por disputar.
Sin embargo, la MUD se quedaría con las alcaldías de los principales estados del país. Aun así, el pronóstico es prematuro.
El chavismo lo apuesta todo al control de precios, como una cuestión de supervivencia, aunque los efectos de la medida serán devastadores en lo financiero y moral.
Por ahora es un pañito caliente, el último de la lista. El verdadero impacto lo recibiremos en enero, cuando la gente despierte de la fantasía consumista de la navidad decretada antes de tiempo.
El ambiente de Caracas intimida a cualquiera. Hay piquetes y alcabalas delante de cada tienda o comercio importante, como si estuviésemos en toque de queda.
Ha sido la excusa perfecta para militarizar la república y volver a cancelar el estado de derecho.
Purgan, persiguen y encarcelan a pequeños empresarios. Declaran una guerra contra la sociedad civil. Alientan la deshumanización, el materialismo histérico de la población.
Unos aplauden y otros abuchean.
Es un retroceso histórico, un abuso de poder.
El opio para el pueblo.
Evoca al «Amanecer de los Muertos» de George Romero, donde los zombies asolan centros comerciales, a la búsqueda de carne fresca.