El llamado Boom latinoamericano, que puso al subcontinente en la mira de todos los lectores del mundo en aquellos lejanos años 60, estuvo muy ligado al realismo mágico, preconizado entre otros por el Gabo. En alguna entrevista García Márquez explicaba que él no forzaba mucho la barra, y que muchísimas de las situaciones que presentaba en sus libros eran tomadas de la cotidianidad de este pedazo del mundo, y que él solamente las recopilaba y aliñaba un poco para hacerlas más literarias.
Venezuela vivió ese momento más o menos de soslayo: pocos escritores del patio se apegaron a ese momento particular de la literatura con alguna relevancia internacional. Sin embargo yo propongo que a partir de ahora instauremos nuestro propio movimiento: el realismo trágico. Es un tiro al piso: basta con leer ya no la prensa, sino las redes sociales, para recabar un material inacabable, y que cada día se acrecienta. Con un poco de imaginación podemos repetir la receta del Gabo, y escribir nuestra propia epopeya, que bien pudiera llamarse «Cien años de iniqüidad».
Es que ¿cómo no sacarle el jugo a situaciones tales como la de la tienda que es multada por bajar sus precios, que nos narró en Prodavinci José Ignacio Hernández por ejemplo? O la imagen que encabeza este post, un Guardia Nacional, debidamente entrenado para situaciones militares, relegado al oficio de marcar cual ganado a las personas que están ansiosas de entrar a comprar cualquier cosa, no importa qué, pero que esté «a precio justo».
En estos últimos años Venezuela ha producido suficiente material como para llenar estantes y estantes de librerías, con contenido estrictamente auténtico pero tan inverosímil como las situaciones de Cien años de soledad. Es hora de ponernos en el mapa, escritores venezolanos. Manos a la obra.
Eso lo tiene que hacer alguien que viva afuera. Aqui estamos tan metidos en el rollo, que no podemos ver en su real dimension