Estoy convencido que estamos en una Matrix, aún mucho más compleja y sofisticada que la conocida de la película. No fue hecha por máquinas, quizá fue construida por un ¿dios? macabro, que como en el filme, es alimentado por nuestras pulsiones más básicas, nuestros odios, nuestra avaricia, nuestra ignorancia. O quizá no exista ningún dios, sino que es una máquina finamente construida, que es autoalimentada por nuestros deseos neuróticos.
Ya los hindúes lo entrevieron, le llamaron Maya; Buda descubrió su mecanismo complejo, le llamó Samsara; Calderón de la Barca tuvo su sospecha, le llamó la Vida es Sueño.
La gran mayoría de nosotros, ignorantes de ello, nadamos en la rueda sin fin de alegrías falsas y sufrimiento perenne, de ansias nunca saciadas, de deseos nunca satisfechos. Nacemos, crecemos, procreamos, le trabajamos a otros, creemos en dioses y políticos, discutimos por estupideces y nos matamos en guerras, por simples espejismos.
Yo ya me harté de esta Matrix, ya no quiero seguirle el juego. Agota vivir en un mundo en el que nada satisface. Ni los políticos más honestos y prominentes, ni las teorías más coherentes, resolverán, harán más armónico la vida en este mundo.
No habrá ningún Neo, ningún Mesías, ningún Elegido, que nos libere, y si existe no pienso esperarlo. Yo ya estoy buscando la manera de salir.
No es el suicidio, es una estupidez, es caer es ésta o en otra Matrix, porque no es esta sola, no es sólo ésta la que percibimos, quién sabe cuántas más habrá. La liberación está en sacarse hasta la última espina de ignorancia, de avidez, de deseo neurótico, de odio, de aversión. Está en no reaccionar más nunca como el perro de Pavlov…
No hablo de la muerte, la muerte no es irse, es también una ficción, un engaño más.
No sé ustedes, pero yo me voy de aquí, tarde o temprano, me voy de esta Matrix.