Se fue la luz a una semana de las elecciones.
El apagón llegó en medio de los anuncios de una serie de medidas económicas.
Las medidas económicas son estrategias del discurso y la retórica, expresiones del eufemismo para encubrir la falta de rumbo, la crisis, la depresión.
De hecho, solo decretaron más recortes, represiones y límites a la acción del mercado.
Vaciados los anaqueles en la compra nerviosa del diciembre adelantado, ahora van por los concesionarios de automóviles. Otro objeto de deseo, otro fetiche del imaginario consumista.
Todo es irónico. Mientras las principales potencias del globo luchan por erradicar el uso indiscriminado de energía y combustible, el gobierno nacional apuesta por el modelo turbocapitalista de la explotación, el derroche y el comercio desatado, a manos llenas.
En Holanda, el estado apoya e incentiva una política diferente, la de cambia tu carro por una bicicleta. Ámsterdam es el paraíso del desplazamiento ecológico a dos ruedas. El impacto de la contaminación sobre la ciudad es mínimo. No hay tráfico, no hay smog, no hay enfermedades provocadas por la polución. Compáralo con el caos de Caracas.
Las urbes modernas, con conciencia de futuro, combaten el apocalipsis vial.
En cambio, aquí piensan a corto plazo, sembrando una semilla de anarquía, belicosidad y crispación colectiva, donde vivimos aterrorizados por los motorizados, los conductores temerarios y las rutas inhóspitas. Las consecuencias saltan a la vista: robos, intimidaciones, violencia, conatos de saqueo, impunidad.
Por omisión, cada día sucede una rebatiña de lo ajeno a escala nacional. A veces caen sobre un camión de carne averiado. Así, celebran una fiesta colectiva, un fandango de locos.
A la jornada siguiente, organizan un plan de arrebatones por la autopista. Luego, es hora de quebrar las vidrieras de Daka, para llevarse las pantallas de plasma.
Nos acostumbran a la ilegalidad, a la arbitrariedad, a la barbarie, a los rituales de la masa informe, despojados de dilemas morales.
Por ello, el hombre nuevo no lo piensa dos veces para descargar su pistola sobre una pobre víctima, a cambio de la satisfacción de sus deseos primarios.
En términos de Freud, padecemos el régimen de una sociedad inmadura, de fase oral perpetua, condenada por la liberación de su instinto, a falta de un súper ego fuerte.
De tal modo, puede consolidarse una idea pueril y darwiniana de ejercicio del poder.
Por consiguiente, nadie reconocerá sus errores. Si caen los servidores de internet, los generadores eléctricos del país, pues no hay problema. Échenle la culpa a cualquiera, al chivo expiatorio, a la oposición, a la MUD, a Juana la Iguana. Da igual. Tenemos la sartén agarrada por el mango. Lo repetimos mil veces por televisión y san se acabó.
Con todo, sucede algo extraño, imposible de ocultar. El electorado lo sabe y votará en consecuencia.
No es normal dejar a Venezuela a oscuras, mientras festejas el éxito de una revolución perfecta.
14 años no fueron suficientes.
Te derrotó la ineficiencia.