La Crisis de los Créditos Educativos en Los Estados Unidos de América
Por: Alfredo Pérez
“Cuando no existen las posibilidades de educarse, de levantar dentro de la masa corpórea la estatua magnífica de un espíritu cultivado, no se es hombre, y mucho menos se puede ser ciudadano.”
Indalecio Prieto
El Capitalismo con su mochila continúa su andar por un camino enrevesado mostrando evidencias de agotamiento y contradicciones. Los recientes problemas en materia inmobiliaria, sanitaria, alimentaria, financiera y otras, han detonado y punzado a una ciudadanía adormecida, movimientos inéditos como los indignados y su rama Norteamericana llamada “Ocupa Wall Street”, compuesto en su mayoría por jóvenes, alzan su voz no solo para protestar sino para empujar el desarrollo de un nuevo paradigma de justicia y dignidad.
Las llamadas burbujas especulativas son manifestaciones recurrentes en las economías de mercado y sus consecuencias derivan en crisis descomunales, producto de un consumo insostenible gracias al sistema crediticio. La crisis actual tiene múltiples causas pero uno de sus detonantes fue la ruptura de la burbuja en el mercado inmobiliario de los Estados Unidos, como ya es conocido sus consecuencias han impactado el complicado sistema económico mundial. Al momento de escribir este artículo se muestran señales de una supuesta recuperación de la economía, no obstante al escudriñar números la supuesta recuperación no se refleja en la clase obrera o de bajos ingresos[i] . Mientras la atención en los últimos cinco años se ha centrado en restablecer la confianza de los mercados con la asistencia gubernamental, una de las mayores contradicciones del sistema, un Tsunami con su epicentro una vez más en Los Estados Unidos de América, se viene gestando de manera silenciosa y sus consecuencias devastadoras podrían sobrepasar esta y otras crisis.
El problema en cuestión se centra en el costo y financiamiento de la educación universitaria o mal llamada superior en Los Estados Unidos de América. A mediados de la década de los 40 existía un marco estatal que entendió las consecuencias de la segunda guerra mundial y la Gran Depresión[ii] e impulso una agenda de desarrollo con inversiones en múltiples sectores incluyendo el educativo; entonces el llamado sector publico universitario lo financiaba el estado con un aporte aproximado de tres cuartos del costo total de la matricula y el cuarto restante era absorbido por el estudiante. La educación universitaria era para unos pocos además de no existir suficientes recintos para ejecutar la mencionada agenda. Solo el rol del Estado fue capaz de democratizar, en cierta medida, lo que beneficiaba a una minoría y logró elevar el porcentaje de egresados a un 30% de la población y otro 10% relacionado con grados de asociados o lo que en nuestros países se denomina Técnico Superior.
Esta estructura de financiación duró hasta el inicio de la década de los 80, década que marca el umbral de cambio hacia políticas económicas neoliberales. Este cambio, caracterizado por un fuerte sector privado y de libre mercado, viro la ecuación y a la fecha el aporte gubernamental se ubica en un 50% y la otra mitad restante es absorbido por el estudiante. Las universidades en concordancias con las políticas neoliberales no lograron escapar de la idea desreguladora, recortes a todo nivel se manifestaron progresivamente y el impacto mayor se trasladó al estudiante que para poder acceder a estudios universitarios bajo esta estructura de costos no le ha quedado otra alternativa que solicitar prestamos educativos. Las Instituciones Financieras, una vez más, vieron la oportunidad de negocio y estructuraron créditos estudiantiles apoyándose en la reforma de la ley de quiebra o bancarrota del año 2005, que establece que los deudores no pueden condonar los préstamos estudiantiles a través de la quiebra, instaurando este mecanismo como la garantía de deudores jóvenes sin ningún historial y base crediticia. Esta ley es un ejemplo de corrupción directa, el Gobierno está a salvo de riesgos y los acreedores están autorizados a cobrar mediante cualquier método.
Los préstamos estudiantiles se hacen imprescindibles para la mayoría de jóvenes en procura de acceder una educación de altura, y sus emisiones se han duplicado desde el año 2007 alcanzando la espeluznante cifra de 1 billón de dólares (equivalente a 1 trillón Estadounidense) superando así la deuda total en tarjetas de crédito además de ubicarse como la segunda portadora de deuda familiar detrás del mercado hipotecario. La situación se agrava con otro fenómeno que ha surgido en los últimos treinta años, en los que una nueva clase de títulos bursátiles se han creado para cualquier tipo de deuda, y los créditos universitarios no escapan de este escenario. Inversionistas y personas adineradas en todas partes del mundo son propietarios de títulos de esta naturaleza y obtienen beneficios derivados de los empaquetamientos y pago de los deudores, que en este caso son personas intentando educarse a toda costa. Esta libertad inmoral en un marco creado para estos juegos de azar, punzan a la sociedad e inevitablemente derivan en crisis que economistas eruditos intentan justificar como fenómenos naturales y necesarios. El riesgo de estos juegos se viene incrementando ya que la mora en los pagos e insolvencias se han incrementado producto de la alta tasa de desempleo donde numerosas de plazas se han perdido por causa de la movilidad al exterior (outsourcing) en búsqueda de reducción de salarios. El porcentaje de insolvencia para el año 2010 se ubicaba en 14.7%, superando las insolvencias registradas en el mercado hipotecario y de tarjetas de crédito. Si este escenario se asemeja a la crisis de 2008 atribuida principalmente al mercado inmobiliario de alto riesgo (subprime) es pura coincidencia.
Existe una correlación entre la solvencia de pagos y la tasa de empleo, tal es el caso del estado de Vermont donde los graduados ganan menos, tienen una deuda mayor y un nivel de insolvencia de pagos menor. Esto se puede explicar ya que la tasa desempleo se ubica en un 4.4% comparada con la tasa nacional de 7.4%. Otros estudios sustentan esta correlación y determinan que la tasa de desempleo es un factor determinante en el repago de la deuda.
Cuando observamos que una parte de la población ha decidido no emprender estudios universitarios, y en especial en el país con la mayor economía del planeta, se pone de manifiesto una contradicción entre el marco político-económico y los derechos básicos del individuo donde el rol de el Estado en fomentar la enseñanza universitaria y hacer accesible a todos, en condiciones de igualdad total y según la capacidad de cada uno, queda en entredicho.
Alfredo Pérez
Lansdale, PA, EE. UU.