Tengo un amigo simpático y conversador, un carajo que sería de todo mi agrado si no tuviera la molesta costumbre de jactarse permanentemente de sus numerosas conquistas. Para estas fechas debe estar calculando el saldo anual de sus aventuras: Que si me tiré treinta, cuarenta o cincuenta. Tipos como estos conocemos todos, el asunto es que detrás de estos campeones por lo general se esconde la tragedia del endémico machismo criollo y su inseparable paternidad irresponsable.
Debemos remontarnos a más de 500 años atrás en el tiempo y situarnos en la época de la conquista, para tratar de desvelar el origen de este comportamiento. En 1545, el capellán paraguayo Francisco González Paniagua escribía al rey:
Aquí algunos tienen setenta mujeres, si no es algún pobre, no hay quien baje de cinco o seis, la mayor parte de quince y de veinte, de treinta y cuarenta.
Herrera Luque en “Los viajeros de Indias» expone que para el censo de 1650:
De cuatrocientos mil negras que habían en América para la fecha (incluyendo viejas y niñas) los devaneos de sus propietarios les habían fecundado el vientre 269,000 veces, a tal punto que para 1810, la mitad de la población de Venezuela, calculada en 800,000 habitantes, eran mestizos y mulatos originados de esta poligamia indiscriminada entre españoles, indias y esclavas.
Aunque es un tema complejo, la historia parece identificar certeramente una de las primeras causas de nuestra desgracia: en nuestros genes viaja la descomunal actitud genésica de nuestros conquistadores y en lugar de sobreponernos a esta carga natural, en la sociedad venezolana actual se estimula y promueve -desde todos los frentes- el intercambio sexual irresponsable, que irremediablemente decanta en nuestro crecimiento poblacional neoplásico.
Venezuela ostenta un vergonzoso liderazgo en mortalidad materna y embarazo adolescente, son cifras espeluznantes, pero imaginen cómo es la situación real diariamente en las maternidades del país por la falta de personal especializado, inseguridad, falta de medicamentos e insumos, insuficiencia de incubadoras y retenes, entre otros gravísimos problemas que a la postre inciden directamente en otros terribles indicadores de nuestra miseria como la mortalidad infantil y materna. Las maternidades venezolanas son un asco, cualquier enfermera o médico puede dar testimonio de esta verdad dolorosa.
Eso no es todo, recientemente escuchaba en la radio a una admirable representante de la Fundacion Innocens quien indicaba que desde la puesta en marcha de la misión Madres del Barrio, se incrementó la cantidad de niños que nacen infectados con el HIV. Cualquiera se preguntaría entonces si a las madres no se les hace un examen de HIV/VDRL al ingresarlas. Por lo menos la mitad de las parturientas que llegan a las maternidades públicas, corresponden a embarazos no controlados y en la mayoría de los casos, las maternidades no cuentan con equipos o reactivos para aplicar dichas pruebas. Deben delegar esta responsabilidad en el paciente o sus familiares y como es de esperar, pocas veces se la practican. No sólo se disemina la epidemia, sino que se pone en riesgo permanente al personal de salud, es una calamidad.
He aquí la génesis de nuestro infortunio. Cito a Ernesto García MacGregor (Por qué somos así. 1995).
Los gobiernos se han abocado infructuosamente a erradicar la marginalidad atacando las causas sanitarias, educacionales, habitacionales, etc, pero haciendo caso omiso a la causa biológica fundamental como lo es la explosión demográfica cualitativamente irracional, desconociendo el hecho de que, para que un modelo de desarrollo funcione debe ser integral y sin omisiones. Pero la explosión demográfica y su contraparte, el control de la natalidad, son temas ominosos, antimachos, antirrevolucionarios, inventos del imperialismo para hacer una humanidad selecta para los ricos, representa una eutanasia prenatal, una represión demográfica y otras pamplinadas más propias del populismo. Se habla de los derechos a reproducirse y se olvidan de los derechos de los mal nacidos (…). Cabría hacerse una simple pregunta: ¿no sería preferible para todos, que esa mujer marginada en vez de tener diez hijos, tuviera dos?
El sentido común me dicta que no, dos no, cero. Pero así estamos, el finado nos heredó la misión Madres del Barrio, que no es más que el estímulo irresponsable a la reproducción de la enfermedad, el hambre, la delincuencia y la miseria. Ahora el heredero de la monarquía, haciendo gala de su estupidez rayana en la maldad, promueve abiertamente un despropósito histórico. A parir se ha dicho.
Ante este panorama dantesco y desesperanzador, mi recomendación es que cada uno de nosotros obre en consecuencia y razone seriamente sobre la pertinencia de reproducirse. Los hijos no son el regalo divino de un dios demográfico, los regalos no vienen a voluntad; tampoco son una obligación, decir que una mujer no es mujer si no pare, es como decir que un hombre no es hombre si no caza un bisonte.
Identifico dos perspectivas para este análisis:
- Desde un punto de vista personal, ciertamente los hijos son motivo de alegría, el amor que se llega a sentir por ellos es natural, primario, nos llena de endorfinas y eso nos hace sentir bien. Pero es sólo una parte del proceso: Los hijos pueden truncar o retrasar duramente cualquier plan de vida, de tener propósitos propios se pasa a ser un vehículo de sus propósitos, se enferman, sufren, mueren, consumen ingentes recursos, no siempre son buenas personas y todo esto se potencia si nacen y crecen en un entorno hostil, rodeados de pobreza y carencias. Suena duro porque lo es.
- Desde un punto de vista social, procrear difícilmente puede identificarse como un aporte positivo para el país, cuando ya tu cupo de hijos fue sobrepasado sobradamente por cualquier adolescente. Tampoco podría considerarse una contribución a la humanidad, cuando podríamos estar a las puertas de una catástrofe malthusiana si no se toman medidas racionales para disminuír el crecimiento demográfico global.
Creo que cualquier justificación de la procreación voluntaria es egoísta o irracional. El potencial reproductivo humano es elevado, de unos doce hijos por mujer. La elevada tasa de mortalidad que dominó toda la historia humana quizás justificó la utilización de este potencial, pero en este siglo resulta inhumano someter a una mujer a una vida de privaciones, dominada por la maternidad. Si el deseo de tener hijos es inapelable, aún se pueden adoptar. Si el deseo de un gobernante es incrementar la población productiva, con una política abierta de inmigración calificada se consigue más efectivamente este objetivo.
Debemos dejar la paridera, punto. Y eso no apunta a las mujeres, apunta a mi amigo el tirón, a mi y a cualquier machito venezolano -lógicamente no apunta a mis amigos(as) homosexuales. No me interesa recomendar la monogamia ni la exclusividad sexual, menos la abstinencia, lo que sí creo conveniente es que desechemos la costumbre atávica y machista de delegar esta responsabilidad en nuestras mujeres. Si reflexionamos el asunto de la reproducción y decidimos no tener (más) hijos, entonces como caballeros deberíamos tomar la iniciativa:
- Si vas a follar con medio país, ¡coño!, hazte de condones. Si no tienes plata, los regalan en Sanidad.
- Tanto en el caso anterior, como si tienes una pareja estable o si ya tuviste los hijos que planeaste, practícate la vasectomía. La ligadura de trompas es una intervención invasiva que a la postre muchos médicos se niegan a practicar, las pastillas son efectivas pero pueden causar incomodidades de todo tipo, al igual que los DIU. Interrumpir el coito no funciona, créeme que es dejar el asunto al azar.
Entiendo que en Colombia aplican la vasectomía gratuitamente, en la India además sortean premios entre quienes se la practican, es lógico que en varias partes del mundo se promuevan iniciativas de este tipo. En Venezuela -oh sorpresa- no se practica en centros de salud públicos y en los privados es muy costoso -de Bs8.000 a Bs14.000. Sólo en Caracas, Plafam ofrece la mejor alternativa. Sin embargo, cualquiera de nosotros tiene un conocido cirujano que por un par de tablas te la practicará gustoso. Es poco invasiva, sólo precisa de anestesia local, no influye en el desempeño sexual, es permanente, segura y 100% efectiva. Duele por un par de días, le siguen 20 a 30 eyaculaciones manuales o con preservativo. Esta intervención es una excelente inversión y será un bonito gesto para tu pareja.
Ya era difícil ser optimista sobre el futuro del país, después del rebuzno ceaucescano de ayer es imposible. Ahora pareciera que nuestro bienestar se retrata como una imagen en negativo de los planes del gobierno: si nos mandan a multiplicarnos, lo ideal es evitarlo. Creo que traer hijos al mundo no está bien, estoy convencido de que traerlos a Venezuela es criminal, pero si ya es un hecho, te recuerdo las palabras de Francisco Faraco: «Jóvenes, prepárense bien, pero para irse del país, saquen a sus hijos de aquí, Venezuela es un país sin futuro».