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Oda a la cultura (literaria) de la música

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Mi cuerpo se estremece al escuchar los graznidos de la soberbia vacía, de aquella sin virtud ni merecimiento. Me presento voluntaria a luchar contra l’infame, aunque no sea aquella contra la que Voltaire dedicó su vida. Me dirijo a la afrenta de hablar, de forma contemporánea, de la cultura del país. Esta vez, de un caso muy concreto.

Anoche sería cuando el viento mordía los tobillos de la púrpura noche y escuché un rasgueo agudo, una especie de lamento desesperado de animal malherido; luego caí en la cuenta de que eran palabras, y de que estas formaban parte de la letra de una canción. Decía así:

¿Qué te metes Don Quijote «pa» flipar con los molinos?

Los ojos como el coyote cuando ve al correcaminos”

Mi primera reacción fue la de creer que mi oído no había logrado percibir correctamente el audio que se le pavoneaba estridentemente. Cuando, buscando la letra escrita, descubrí que no me había equivocado (pecando, como siempre, de inocencia e incrédulo escepeticismo), lo único que pasó por mi cabeza es que Cervantes, si hubiera seguido en vida, se habría cortado la otra mano.

No atisbo aún ni descubro qué impulso animal o astral impulsó al cantante de Fito y Fitipaldis a decir semblante guajería ni como idiocias de tal calibre pueden surgir de ínfero humanos.

María Zambrano, filósofa española, en su libro póstumo de ensayos y estudios llamado Lugares de la poesía, dice lo siguiente: “Inmemorialmente se ha entendido, pues que se impone, que el lugar propio, «natural», de la palabra poética es el silencio.” Y más adelante dice “Todo poeta gime como depositario específicamente de este anhelo que no siempre se desvela en declarada esperanza: es, diríamos, su delegado desde que la poesía fue siendo cosa de individuos y no, como se aspira, de todos.”

María Zambrano, a parte de llevarse un sobresalto al escuchar tal expresión fitofitipaldiana, estoy segura que le habría dicho: “Cállese, aunque su palabra no sea poética. Cállese, que usted no tiene anhelo poético sino ignorancia en vena.”

Convergirán conmigo multiplicidad de individuos que hayan leído El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y que tengan experiencia literaria más allá de este libro y el del autoescuela, en que no es motivo de ardua búsqueda la pregunta proclamada por el cantante. Me siento apremiada, por ello, a explicarle el motivo de la locura de Alonso Quijano.

Des del principio del libro, en el primer capítulo, averiguamos que Don Quijote resultó loco de leer novelas caballerescas hasta la saciedad y que desde entonces sufrió un trastorno psicológico que le acompañará hasta casi el final del libro. Con la lectura más superficial del libro se deduce esto, y, sin ánimo de ofender al grandísimo Miguel de Cervantes, es más simple esta deducción que las instrucciones de algunos libros de cocina.

Por lo tanto, recomiendo al cantante, aprender a leer (ya que no consiste solamente en identificar palabras entre símbolos), sobretodo entre líneas. Y asegurarle que no debe temer, después de conocer el motivo de la locura de Don Quijote, concebir un trastorno mental a causa de la lectura. En las novelas se narra ficción, no vaya a creerse que de verdad se enfrentó a unos molinos. Un libro no hace daño a nadie, y a este señor parece que le hacen falta.

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