Hay dos puntos en el post de ayer de John Manuel con los que estoy completamente de acuerdo que deberían llegarle a todos los que quieran quedarse en Venezuela y construir un país mejor:
«A esas personas no se les puede borrar o invisibilizar. Ellos existen, están ahí y este país también les pertenece»
El objetivo no puede ser negar la existencia de la otra mitad del país, o creer que son menos o están enfermos porque están «equivocados». El año pasado tuvimos dos elecciones en las que el fraude no llegó al 10% y el resultado fue medio parejo. En otras palabras, hay un montón de gente que quiere a Maduro donde está: ilusionados, chavistas gafos y una pila de gente que cobra para matarte si es necesario. El país también es de ellos, te guste o no. Hay otras maneras de lidiar con ellos sin entromparlos, tirarles piedras o quemarle los carros.
«Creo que hay que involucrarse en una salida política, creo que hay que ir a la calle a protestar cuando haya que hacerlo, pero sin torpezas y sin bravuconadas»
Por cada protesta masiva exitosa, por cada florecimiento de cojones, hay uno o dos callejones ciegos: Siria, Ucrania, Burma, España. Juan Nagel escribía ayer que #lasalida es un hashtag, no una estrategia.
En 2002 ya ensayamos eso de no movernos de aquí hasta que el presidente renuncie. Al presidente le sabe que no te muevas de ahí y –más importante aún– a los chinos les sabe que no te muevas de ahí. De hecho, es mejor que estés ahí, porque te pueden agarrar a coñazos más fácil. Si de verdad quieres hacer algo por el país, asegúrate de que Nicosdado no gane las próximas elecciones.
Salir a pegar unos gritos funciona a veces. Tirarle piedras a los pacos para que te caigan a tiros, funciona a veces. Pero es lo más inmediato y lo más fácil. Es mucho más difícil salir a la calle y organizarte en un programa para minar las bases del chavismo, conspirar casa por casa, explicar la inflación, pedir constantemente que alguien muestre los números de PDVSA, replicar videos comprometedores que el SIBCI sistemáticamente manda a tumbar de YouTube, contribuir a la colección de denuncias que nadie lee, reclamar tus derechos sin parecer una loca, ponerte serio, hacer las vainas bien, hablar con hechos, desmontar los mitos sobre la oposición, cuestionar rumores, boicotear a los medios carroñeros, fabricar espacios de discusión, burlar el control de cambio para financiar organizaciones políticas, documentar las violaciones, reinstitucionalizar, crear una organización en la que todo el mundo se mantenga con fiereza en el mensaje, cruzar por el rayado, no dártelas de vivo, entender qué significa ser venezolano, extirpar el chavista que vive dentro de ti, lograr metas con gente que no soportas, forjar acuerdos con personas que no confían en ti, y hacerlo mientras pierdes tus vacaciones. Eso si que es pelúo y te guste o no, más efectivo y duradero.
Encuéntrate con la verdad: tú y los tuyos no son suficientes para quitar a Maduro de ahí. Necesitas a la gente que votó por él. En 2012 y 2013 tratamos de venderles la idea de que la salida era un chavismo light. Funcionó hasta cierto punto. Pero hay gente que no es tan fácil de convencer. Hay muchísimas personas que no quieren ni siquiera discutir. Gente que te odia y te quiere muerta y esa es la gente a la que tienes que llegarle para que no vote por el chavismo, o se abstenga.
Nicolás y su tren ministerial hacen parte de ese trabajo por ti todos los días. Lo que resta es fabricar y renovar las alternativas políticas. Tienes una cantera increíble de gente con la que puedes trabajar. Cuatro millones de personas que a pesar de todo, votan. Le hacemos un favor a los poderosos de ambos bandos si nuestra única contribución es gritar o quemar cauchos de vez en cuando. ¿Quieres trabajar por el país? No seas carne de cañón. La resistencia es difícil no porque el chavismo tenga fuerzas de choque, sino porque para ejercerla tienes que pensar, cuestionarte, conocerte, convencerte y salir a hacer el trabajo con el que se construyen países.