Dada la situación que vive mi país surge la necesidad de expresarme.
Las redes sociales se ven bombardeadas por los sucesos de Venezuela desde hace hace casi una semana. Cada ciudadano con una cuenta en Twitter o Facebook se está convirtiendo en un reportero, ya que, los medios de comunicación han decidido callar. Los llamados para salir a la calle son contundentes, los estudiantes se están haciendo sentir desde cada rincón del país: Táchira, Mérida, Zulia, Caracas, Anzoátegui, Nueva Esparta, Carabobo, Aragua y siga usted contando.
Pero mi escrito lo direccionaré a la Capital. Nací y crecí allí, aunque años después Mérida me recibió y puedo afirmar que me siento orgulloso de ser ULANDINO.
Volviendo al asunto. Caracas, no es solamente La Sadel, ni Altamira, ni Chacao, ni los Palos Grandes, ni Plaza Venezuela y por supuesto, Caracas no termina en Parque Carabobo. Y digo esto, porque las concentraciones, marchas y manifestaciones suceden en esos puntos de la ciudad.
Y qué sucede con Petare? El Valle? La Pastora? Sarria? 23 de Enero? Pinto Salina? Catia? La Vega? San Agustín? Antímano? La Yaguara? Las Minas? Estamos olvidando ese gigante que «parece estar dormido».
Seamos honesto, y diré esto sin poseer una tabla de estadísticas, lo diré por suposición, la gran mayoría de esas personas no poseen Facebook, ni Twitter para enterarse de lo que sucede. El gobierno calla los medios masivos porque le teme a la gran ola que pudiese arrasar su castillo de naipes.
Los que estuvieron en las concentraciones y las personas que ven por Youtube la gran cantidad de videos del asesinato de los estudiantes y del tiroteo se horrorizan, se llenan de impotencia, lloran, se asustan y se arrechan. Y si una persona de los sectores que antes mencione ve eso, que sucedería? Quizás nada, quizás indiferencia. Porque los tiroteos que ocurren en las puertas de sus casas son peores, porque son personas que salen a trabajar o van a la escuela y en algún momento han tenido la experiencia de pasar al lado de un cadáver. Porque la violencia, los sepelios y la muerte es algo común y corriente.
Tenemos que estar conscientes que los llamados en el este de la ciudad serán visto como clasistas, porque 15 años de polarización, sembrar odio, resentimiento y rabia, no se borran en una semana. Hay un sector de la población que extraña a Chávez, pero no quieren a Nicolás.
Las personas trabajadoras que viven en las barriadas se preocupan por llevar comida a sus mesas, tener salud, darle lo mejor a sus hijos (bienes materiales) e ir viviendo el día a día.
Puedo decir, por experiencia, que hay un cansancio en esos sectores populares que se está acumulando producto de las largas horas de cola, la enumeración en el antebrazo, la escasez de los alimentos y de una economía que ha mermado a niveles muy bajos su poder adquisitivo. «El Pueblo,» término desgastado por esta Revolución, se está arrechando. Venezuela es una bomba de tiempo y su principal detonante está en Caracas.
El día que Catia y Petare se unan, que el agua contenida inunda el valle, no habrá Guardia Nacional que valga, ni tanquetas, ni tupamaros armados, ni bombas lacrimógenas suficientes para dispersar al gigante que parece dormir, pero que está comenzando a perturbarse por los ruidos que lo rodean.
Ese día, los ungidos colgarán del «misil» de San Jacinto, en la Pirámide Rosa de la Valle-Coche y en la punta más alta del Mausoleo del Libertador.
Es sólo cuestión de tiempo.