El rasgo más evidente de la globalización es la inmediatez. Sub fenómeno del fenómeno que se encargó de eliminar fronteras y nos permite profundizar, descartar y volver a cualquier asunto a la velocidad de un clic. La era digital, democratizadora y sin límites, pasa así, como un fogonazo donde lo que hace un segundo era, ya no es. La inmediatez es buena, sí, hasta que cae en la banalización de los sentidos, inquietudes y el futuro mismo. Verbigracia, #LaSalida. Y es que el futuro que se juega con #LaSalida no es solo el de su autor sino el de quienes lo siguen –menos dos, claro está- que, testarudos y desesperados, apuestan por un nuevo gobierno a la brava y porque sí.
Un artículo de Saverio Vivas publicado el 13 de febrero en El Universal que se titula Los barrios ante “La Salida”, expone que “su prioridad no es convencer a los convencidos de la oposición sino a los oficialistas (…) López/Machado invitan a que tumbemos al gobierno ¡Ya! ¡Ahora o nunca!, porque esto no se aguanta (…) El apoyo de la clase media no es suficiente para tumbar al gobierno. Se requiere de los sectores populares: Sustento social. Se requiere más poder social, y ese no lo regalan en la plaza. Tenemos que ganarlo en la calle”.
Y es que la labor, perseverancia y compromiso del estudiantado venezolano de los últimos días, por loable que sea, apela a esa inmediatez, y va rumbo al despeñadero si no se incluye en ella a la clase menos pudiente, al pueblo del que se llena la boca el oficialismo como suyo, pero que para nadie es secreto, gran parte ya no lo es.
Eso escapa del de la inmediatez.
#LaSalida, descabellada y desaforada, queda entonces como una pataleta de garrafales consecuencias en las que quizás, cobró vida aquella frase que reza que la paz es ese pedacito que hay entre guerra y guerra, y haya sido la justificación encolerizada de una juventud eufórica que, harta de métodos protocolares y disculpe usted, le estampa la calcomanía de rechazo a un modelo de país cada día más invivible.
Pero es bien sabido que en este juego no hay igualdad de condiciones y que las armas y los desalmados están del lado de allá.
Hoy Leopoldo López se comunica desde la clandestinidad para dar la cara sin hacer mención a #LaSalida que se inventó y que hasta hoy ha mutado en la liberación de los estudiantes detenidos, la inseguridad, el desarme de los colectivos y hasta la mismísima renuncia de Nicolás Maduro.
Clic, clic, clic.
Si algo puede rescatarse de la última alocución de Henrique Capriles, es la imperiosa necesidad de que las concentraciones tengan objetivos certeros como los –mejor tarde que nunca- planteados por Leopoldo en su comunicado clandestino. Sí nos mantenemos a tono, podemos salir, medianamente bien parados de todo este embrollo.
No lamento que los salidistas recalcitrantes estén en desacuerdo con lo aquí expuesto. Lamento, sí, que una vez más se hayan tragado el cuento de la inmediatez marca 2002 sin una meta macro o al menos un plan de contingencia.
Confío en que Leopoldo, después de enfriar la cabeza, tenga una carta -plausible- bajo la manga.
Como en todos los movimientos opositores, nuestra moral y autoestima como disidentes del gobierno está supeditada a los resultados. Sabemos emborracharnos de triunfalismo y mal asumimos el ratón de una derrota.
Aterra pensar que -otra vez- a pesar del irrespeto, la censura, el terror y los crímenes, volvamos a fracasar a menos de un mes del primer aniversario de la muerte del gigante, fecha en la que -otra vez- volverían a trapear el piso con nosotros.
Del apuro solo queda el cansancio.