panfletonegro

Por qué creemos (todavía) en cuatriboleados

VIVAS2

Que la reacción de quienes vieron la última escena de Scarface haya sido igual a la de los vecinos del general Ángel Vivas en su quinta en Prados del Este, deja mucho que desear de nuestra coherencia como opositores. Si bien Tony Montana, mafioso cubano que se mueve en las enramadas de la ilegalidad, nada tiene que ver con el retirado general, ambos, con fusil en mano, buscan demostrar lo mismo: que ellos son más arrechos que nadie. http://www.youtube.com/watch?v=AVQ8byG2mY8 Say hello to my little friend. Así, el cuadro de una multitud ciudadana que horas atrás condenaba la presencia de grupos armados en las calles y exigía al gobierno su desarme inmediato, pasa a vitorear a un ex general que blande un arma de guerra en la fachada de su casa. A juzgar por el termómetro patriotero y emocional que representa las redes sociales, estamos en presencia de un héroe de cojones bien puestos que se enfrenta a la injusticia gubernamental con un arsenal de balas en su haber. Y es que desde el 12 de febrero, el asunto de las bolas ha trascendido en la palestra política del país, tanto que en los últimos días, John Manuel Silva rescató una vieja cita de Argenis Rodríguez que dice que “este asunto de las bolas es el culpable del atraso de la nación. Desde Páez para abajo se ha mandado con las bolas…”. Poco o nada comulgo con Argenis Rodríguez, pero su observación sobre las bolas me resulta diagnóstico clave de la sociedad venezolana que aún no supera del todo al caudillismo sobre el que fue creada su democracia: con fusil en mano y a la brava. http://www.youtube.com/watch?v=FsboRHGzn2g Cuando pienso en esa multitud que aplaude y pondera acciones como las del general Vivas, recuerdo un ensayo de David Roas titulado Por qué leemos (todavía) novelas policíacas, en el que expone, como una de las razones, que el lector se siente a salvo dentro del peligro que corren los personajes en el conflicto de la narrativa. Esto, extrapolado a nuestra cotidianidad, sitúa al venezolano, o bien como parte de un público que cree que lo que está pasando forma parte de un escenario de ficción o, como un inconsciente que olvida los nombres de quienes cayeron por menos que esto. A poco de cumplir un año en el poder, Nicolás Maduro ha logrado despertar muchas de las bestias que dormían en la sociedad venezolana. Es apenas lógico que al calor de los excesos, abusos y muertes, el discernimiento se incline más a las vísceras que a la paulatina reconstrucción. Quiero creer que a pesar de que seamos una nación joven, de algo servirán los pronunciamientos pacifistas, las campañas por la paz, las invitaciones al diálogo y la siembra del pluralismo. Mientras se aplaudan a alzados y guapos de barrio del lado opositor, en nada se distinguirán de los oficialistas de los que tanto se quejan, porque entonces, de los dos lados de la cancha, se estaría jugando a la doble moral.

Salir de la versión móvil