Chávez, un año después

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No me interesa si hoy en realidad no se cumpla un año de la partida de Chávez o si él, en vida, se encargó de irrespetar a sus adversarios. No voy a tratar de convencer a nadie sobre las cosas que hizo mal Hugo Chávez y que ahora los venezolanos están pagando. No me interesa no porque lo niegue sino porque se ha dicho durante tanto tiempo y tantas veces sin obtener resultados diferentes que prefiero dirigir este artículo a quienes se oponen al gobierno ahora y los que se opusieron antes.
Muchas veces he escuchado, a los más extremistas, hablar de los chavistas como ovejas, como gente bruta y mediocre, como tontos engañador por un líder que no tiene nada que ofrecer. Entiendo que el resentimiento de estos años y sobre todo las injusticias del gobierno hayan difuminado nuestra visión sobre las cosas pero intentemos respirar y pensar por un momento lo que ha pasado realmente durante quince años: una oreja se abrió al país, alguien por fin escucha al pueblo. Parece una tontería pero para la gente que ha sido muda por generaciones, una voz es el mejor y más poderoso regalo que alguien puede darle. Ahora que miran ese regalo con la importancia que merece, imaginen ser invisibles, imaginen vivir el día a día sin saber lo que ocurre mañana, vivir rodeando quintas residenciales del tamaño de diez ranchos y estar azotado por la delincuencia y la economía. Imaginen, en otro escenario, ser de clase media y tener un título de periodista pero no poder ejercer por falta de palanca. En fin, intenten así sea por cinco minutos de su preciado tiempo, practicar la empatía no para perdonar sino para comprender. Si prefieren la guerra a la paz, por lo menos háganlo como estrategia.

He también escuchado la teoría de «Chávez no tiene esos votos, en realidad nadie lo quiere» y este delirio nos llevó a campañas políticas llenas de equivocaciones, desde los dirigentes hasta los partidarios, confiados y al borde de la locura cuando perdían, intentando racionalizar las cosas con la excusa de que todo estaba comprado y que era imposible. Con esto no niego que el CNE está parcializado y que los empleados públicos son llamados a votar por el gobierno pero tampoco hay que negar la capacidad de convocatoria que tenía el difunto comparada con la escasa acogida que han tenido los líderes de la oposición, con excepción de Capriles que logró muy buenos resultados.

El legado de Chávez puede caer en muchas formas de interpretar la Venezuela de 2014 pero hay algunas cosas en las que podemos estar todos de acuerdo. La primera: el empeño político del país. Pasamos de tener varias décadas de mala democracia con una población desinteresada por lo que hacía el gobierno excepto algunos que resistían, a ser una sociedad polarizada políticamente y activa sin importar edad o clase social. La segunda: la promoción de lo criollo, así se haya hecho sólo en teoría y con algunas leyes no siempre excelentes, en la Venezuela de hoy hay un nivel artístico que en los noventa parecía perdido, desde la escena más comercial a los más underground. La tercera: la pasión en la política. Y esto no lo veo como algo bueno. Chávez, gran orador y hombre político, convirtió el país en un espectáculo donde él era la estrella, utilizando el poder de la televisión y la debilidad de nuestra democracia. Todo eso, no olvidemos, se lo permitimos nosotros, no sólo los chavistas «ovejas, brutos y mediocres» sino los otros, esos genios que se opusieron desde el principio, los que tienen el brío de decir que «CAP robó pero no tanto», porque fue esa clase acomodada que nunca se interesó por los problemas de Venezuela cuando pudo que cayó en el anzuelo del discurso del ex-Presidente. Esos que en vez de configurar una oposición seria, a la primera oportunidad intentaron un golpe de Estado, al mejor estilo tropical.

El odio es una enfermedad altamente contagiosa y Chávez, mientras ofrecía amor a una Venezuela, lanzaba insultos a otra. Lo triste es que esos que se creen tan inteligentes y superiores, se alimentaron de cada palabra y cada acción del chavismo, convirtiéndose en títeres pues el odio con el que se inflaron los llevó a trabajar la política desde la pasión y no desde la razón, impidiéndose ver las debilidades políticas de Chávez, desaprovechando oportunidades importantes.

La única vez que Chávez perdió unas elecciones fue gracias al movimiento estudiantil que no se enfocó en lo político sino en lo social, tal como las protestas de ahora. Ese diciembre 2007 pudimos ver un Chávez desnudo y sincero, lleno de odio y tropezando con su pasión. En vez de aprovecharnos de eso, hubo problemas internos en los dirigentes de la oposición y los estudiantes que lideraban intentaron meterse en un cargo público. Mientras tanto el entonces Presidente respiró y lanzó una campaña mucho más agresiva, bien pensada y con una estructura muy fuerte (sí, también fue anticonstitucional pero ese no es el punto) que lo hizo ganar con la propuesta que meses antes había sido rechazada.

A un año de su muerte, sigo viendo gente que realmente sufre por él y siente que su legado ha sido positivo. Mientras tanto, los opositores más radicales que hace un año no paraban de repetir que había un camino con Capriles, que ese líder mirandino iba a salvarnos, hoy lo reniegan y se arrepienten de haberlo votado. Y exactamente aquí es donde vemos la diferencia entre la pasión y el amor. Chávez creó un lazo afectivo con sus seguidores mientras que la MUD sólo ha lanzado bombas de pasión que viven de la adrenalina del momento, casi siempre en votaciones o en momentos críticos como las manifestaciones de ahora. Eso no es una estrategia vencedora porque no piensa en el futuro, en cultivar una idea, tal como lo hizo el gobierno poco a poco. Lo único que podrá acabar con el gobierno es su mala gestión y eso más que alegrarnos, debe preocuparnos sobre el tipo de dirigentes políticos que nos están representando. No deberíamos depender tanto del error del otro como de nuestro acierto. Hemos pagado muy caro el no tener un plan pues cuando el chavismo ha tropezado, la oposición no ha sabido reaccionar a tiempo, más allá de un golpe de Estado yendo en contra de los valores que predican.

Sé que las injusticias que se viven a diario en Venezuela hacen muy difícil comprender la figura de Chávez en nuestro contexto sin practicar la pasión pero lo considero necesario para crear un movimiento serio. La situación actual ha hecho florecer un descontento social, sin orquestaciones políticas y haciendo vislumbrar líderes que han entendido la importancia del chavismo en nuestra historia así como la de una alternativa que logre solucionar los problemas actuales. Por su parte, la MUD, peleando internamente, intenta politizar la protesta y absorbiéndola sin ninguna estrategia a largo plazo. Los que caen en las provocaciones del gobierno y actúan con violencia, así como los que caen en las provocaciones emocionales de Leopoldo López o Lilian Tintori, están haciéndole el juego a la instrumentalización a través de la pasión, y es esencial separarse de ese camino.

Capriles, por su parte, habiendo aprendido de sus errores, ha decidido no capitalizar la fuerza de los manifestantes para él y en vez de criticarlo, sus antes sostenedores, deberían estar agradecidos de haber encontrado un líder consecuente con lo que dice, y esto lo digo sin apoyar el proyecto del Gobernador. Agrego con esto que fue una suerte que perdiera contra Maduro pues, de haber ganado, habríamos conseguido la misma crisis económica y social. Las cosas no pasan en un año y lo habríamos juzgado como ahora lo hacemos por su inacción.

Dejemos las frases fáciles, los eslogan que suenan tan bien pero que son estériles, dejemos el machismo político de creer que «tener guáramo» o grandeza testicular nos hace mejores políticos o nos hará salir antes de la corrupción y la violencia. Todo lo contrario, compatriotas.

El país, a un año de la muerte de Chávez, está en un momento que podría ser determinante. El gobierno no ha logrado administrar la crisis económica que la corrupción ha venido creando ni tampoco ha podido con el azote de la violencia. La población no está llena de imbéciles. Todos los sabemos, aunque algunos digan no ver la realidad, tal como lo hicimos muchos en los años antes del chavismo, pero está allí, es innegable, así como los protestantes, y con eso hay que trabajar sin pasiones de telenovela, sin hacerle el juego al gobierno ni a los delirios de María Corina. Ningún político nos sacará de esto si nosotros, como ciudadanos, no empezamos a cambiar el resentimiento por diálogo. Nadie está «del lado correcto de la historia» porque un país no es blanco y negro, sobre todo uno tan pintoresco como Venezuela.

Sigamos construyendo la democracia que queremos con consecuencia, informando no sólo a quienes nos conviene en vez de atacar a todos. Alejemos de nuestro discurso la imposición de las ideas y promovamos la pluralidad. La política del «No Volverán» o del «Perdono pero no olvido» nos ha causado demasiadas divisiones. Cansémonos de eso porque quien ejercita el odio termina equivocándose, haciendo pagar justos por pecadores, como ocurrió ayer en Altamira, que sacaron a golpes a reporteros imparciales que han siempre informado sin apoyar ningún bando, quedándose sin prensa que cubra lo que ocurre y por ende desamparados. Ese mismo odio que nos lleva a creer que Leopoldo es un salvador tal como creíamos hace un año de Capriles. Basta de pasiones y de tirar sólo para nuestro lado. Seamos críticos, consecuentes y demócratas.

Y no digo nada de esto desde un escalón. No me siento mejor ni peor. Yo también sentí cosas muy extrañas con la muerte de Chávez, desde la alegría a una sensación de orfandad pero estoy respirando, intentando comprender al otro, porque lo que aquí propongo debo ejercerlo en primera persona. Tiene que ser un camino colectivo con procesos individuales.

Mis respetos a quienes lloran a Hugo Chávez Frías, a Franklin Brito, a Bassil Alejandro Da Acosta, Roberto Redman, Genesis Carmona, Geraldine Moreno, José E. Mendez, Alejandro Marquez, y a todos aquellos venezolanos que han muerto injustamente en estos años terribles en que nos hemos convertido en uno de los países más violentos del mundo.

Giulio Vita
@elreytuqueque

Artículo que escribí hace un año sobre la muerte de Hugo Chávez:
http://www.elreytuqueque.com/2013/03/fallecido-pero-no-muerto.html

3 Comentarios

  1. Deteniéndome en que si los chavistas o la oposición son o no brutos, definitivamente en las alta esferas del gobierno si deben de creerlo, porque casi cada vez que dicen algo, resulta ser un exabrupto o una mentira descarada.
    En todo caso el hecho es que Chavez no vive, y la revolución que sigue, junto con el país entero va en píque.
    Solo cabe esperar que todos nosotros hayamos aprendido algo de esto, y es que no hay que votar por «Bolas» ni «Ovarios», sino por personas que practiquen la gerencia, el profesionalismo, la ética, la buena voluntad y dejar las «Bolas» para «echarle bolas al país».

  2. Yo no creo que Chavez escuchaba al pueblo, de hecho, tenía un programa llamado Aló Presidente donde durante horas el único que hablaba era él. Chavez durante horas nos contaba sus intimidades y eso nos hacía creer que era nuestro amigo intimo (la intimidad sólo se da entre amigos) y por eso creiamos que nos escuchaba (porque los amigos intimos se escuchan mutuamente). En fin, siempre nos hizo creer que era un gran amante cuando sólo tuvo una gran lengua. Saludos.

  3. Estás escribiendo artículos con una mentalidad de 2002 en el 2014. Es como yo, cuando juego FIFA 2014 como si fuera FIFA 98 y pierdo. Esa línea de pensamiento tuya era irrefutable y muy pertinente en el 2002. Hoy, es absurdo y fuera de lugar. Chávez armó a su partido, y ahora su partido le dispara a las personas de otros partidos. Eso es todo. Una dictadura es una dictadura.

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