De todas las acciones humanas, una de las más complejas (quizá la que más) es dialogar. Su complejidad radica en que el pensamiento es sustancia y cualquier cambio que experimente (por ligero que sea) se vive como una amputación. El diálogo bien entendido es el medio para llegar a un acuerdo, por lo tanto el participar en uno, debería implicar la aceptación tácita de una potencial -y algunas veces inminente- renuncia voluntaria de algún miembro, sin que ello suponga, desde luego, perder el cuerpo entero.
La protesta, en una sociedad, es una forma de diálogo y ambas son expresiones propias de un sistema social democrático, por ello únicamente tienen lugar en uno. Es decir, se puede dialogar sin querer protestar pero no se puede protestar sin estar abierto al diálogo y eso sucede por la misma razón que nunca se utilizaría una protesta para pedir más corrupción en las instituciones; porque se trata de una estrategia de la democracia que es exclusivamente utilizada para exigir una mejor calidad democrática.
Mientras más descompuesto esté un sistema, más deterioradas estarán sus instituciones y el trato al ciudadano. Es decir, se tratará de un sistema con una calidad democrática tan baja que de forma natural, rechazará opacando, descalificando y reprimiendo cualquier manifestación de protesta. En una sociedad como esa, más que en cualquier otra, es de suma importancia que la protesta exista y que, dado el descontento uniforme existan también, distintas alianzas ciudadanas que definan y persigan cada una, objetivos claros que estén siempre dirigidos a mejorar la calidad democrática de todo aquello que la ha perdido.
La protesta ciudadana en una sociedad con una baja calidad democrática, se trata de un diálogo siempre en desventaja, que supone el empleo de una energía individual que sólo unificada y dirigida con inteligencia será fructífera. Comprender que el deterioro de una sociedad se trata de una involución gradual que ha llevado su tiempo, servirá de mucho para aceptar que toda regresión sistemática sólo se puede detener y revertir, con una organización mantenida en el tiempo que trabaje de forma igual de sistemática.
Algunas veces el rechazo hacia el diálogo proviene del errado concepto que se tiene de él y la revisión de ese concepto es, en sí mismo, un doloroso cambio de paradigma, que ocurre incluso antes de entrar en materia. Comprender que el éxito de un diálogo no está necesariamente determinado por el cambio inmediato que produzca, si no por los cambios progresivos que propicie y la cantidad de partes que a través del tiempo se unan y participen en él, es necesario para empezar a considerar la estrategia como una opción a aplicar. Y es necesario que esa estrategia se considere, porque esa y no otra, es la opción democrática. Para tener las cosas claras; en una sociedad democrática, los detractores del diálogo son los mismos que están en contra de la protesta cívica. Lo otro, es una paradoja de la que difícilmente se podrá salir y por lo tanto, poco podrá conseguir.
Excelente artículo, aunque quizás demasiado técnico como para llegar a los oídos que debería llegar. A mi modo de ver, faltan ejemplos concretos que sirvan para hacer ver de lado y lado dónde estas palabras los delatan. Porque con cátedras como esta, tan teóricas, es muy fácil hacer apología de lo propio y crítica de lo ajeno.
Es decir, es muy fácil que una persona que realiza guarimbas y grita «Sí a las guarimbas. No al diálogo» diga al leer esto «Cierto. Uno no puede dialogar con alguien que no acepta que hagas guarimbas. De modo que es culpa de ellos». Y que uno que está del lado del gobierno y dice «No dialogamos con la violencia» agregue al leer esto «Cierto. Uno no puede dialogar con alguien que te violenta antes de decirte lo que piensa. Es culpa de ellos».
Igual, si tu objetivo era solo presentar de esta forma tan purista el concepto de diálogo, creo que el resultado ha sido perfecto.
@Víctor Mosqueda Allegri: B, en realidad, mi intención no era dirigirme a las partes que tienen o apoyan el poder o mostrarme equidistante e imparcial en una dinámica mostrando a ambas partes en qué fallan, si no reivindicar, de alguna forma, la protesta en sí misma. Son demasiados los indicadores que hacen pensar que quienes protestan tienen una concepción distinta de lo que de verdad es ese valioso derecho constitucional. Y ese es un tema que me parece muy grave, porque una protesta mal entendida, lleva por ejemplo a distorsiones como quemar basura o trancar una calle, actividades que son de muy poco o ningún provecho y en lo único que ayuda es a estigmatizar la idea inicial de protesta, así como sus causas. Por otro lado, en la prensa impresa salió un sonrojante manifiesto estudiantil que, curiosamente, no ha sido reproducido en la edición digital de ese mismo periódico (ni en ningún otro) y sospecho que se puede deber a que la primera de las declaraciones era tan atrevida que difundirla, era un acto que lejos de favorecer el movimiento lo que iba era a perjudicarlo y tenía que ver, entre otras cosas, con el rechazo al diálogo. He allí mi interés en dirigirme a un solo bando (quizá al que me siento más cercana). A mi parecer, tener lideres que no tengan claro el concepto de protesta, es similar a no tener ningún líder en absoluto y la protesta se vuelve estéril, porque se convierte en un movimiento desorganizado con objetivos difusos y difícilmente realizables. En fin, aunque aunque dudo mucho que mi texto pueda contribuir a nada, que por decirlo no quede. :D (En el blog hay un enlace al manifiesto que menciono, pero transcrito por alguien porque como te digo, no está en ningún periódico). ¡Y gracias por leer! (: (: