«Gobierno sólo para el pueblo al cual pertenezco«. En situaciones normales esta afirmación no debería levantar mayores suspicacias, ya que se entendería que «pueblo» hace referencia a la población total del país. Pero estamos viviendo una situación que de normal no tiene nada, a menos que por lo que estamos atravesando se convierta en nuestra normalidad, en adelante.
¿Qué quiso decir Maduro, en realidad? Dados los antecedentes, no nos queda otro remedio que inferir lo siguiente: para él, «su» pueblo es aquella parte de la población que simpatiza con su propuesta política, o mejor dicho con la propuesta política de su antecesor y mentor, ya que él no ha hecho otra cosa que tratar de profundizar y radicalizar lo más posible esa posición. Y, por ende, quienes no pertenezcan a «su» pueblo, vienen siendo un estorbo, al que hay que reducir a la fuerza, obligar a la emigración, o simplemente silenciar. Con todo lo que implique ese verbo. El día anterior a los sucesos terribles de Los Ruices, el miércoles 5 de marzo, fecha aniversaria de la muerte de Chávez, Maduro le dio carta blanca a los colectivos para que arremetieran contra las barricadas. «Candelita que se prenda, candelita que me apagan» fue, palabras más palabras menos, el mandato. Y también fue lo que hicieron los colectivos, con el trágico saldo de dos personas fallecidas. Sin entrar a especular sobre dichas muertes (ya hay dos versiones: la oficial, que habla de francotiradores de «la derecha», y la recogida por reporteros que dice que murieron por «fuego amigo»), uno se pregunta qué hacen civiles sofocando una protesta. Para eso deberían estar las fuerzas del orden público. Pero hay demasiadas evidencias gráficas que sugieren que ambos grupos operan coordinadamente: no es normal que un civil accione un arma a pocos metros de unos Policías Nacionales sin que éstos últimos hagan algo por impedirlo, como se puede apreciar en la siguiente fotografía: