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El conflicto político y la crisis económica: dos síntomas de una misma enfermedad

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“En momentos de histeria colectiva cualquier acto de cordura puede parecer una herejía”

Quiero comenzar este artículo recordando una frase del fallecido historiador Manuel Caballero que ha resultado muy incómoda para muchos políticos e intelectuales debido a la carga de sinceridad y compromiso ético que deben guiar toda  labor intelectual: “Yo no escribo para complacer, sino para comprender”.

En estos momentos la crisis venezolana se encuentra cruzada por dos elementos puntuales: el conflicto político y la crisis económica. Si el gobierno pretende construir a través del llamado al diálogo en la conferencia para la paz,planteamientos y soluciones concretas, es urgente, inaplazable y necesario que se produzcan demostraciones políticas contundentes que busquen apagar la conflictividad social existente, para que así, los cambios económicos puedan ejecutarse dentro de un marco de entendimiento político. Debe entenderse que cualquier síntoma de agravamiento en la crisis económica será producto directo de lo inestable que pueda tornarse la crisis política.

No es momento para radicalismos irresponsables. El efecto inmediato de esto se evidencia en lo que refiere Luis Enrique Alcalá: “la africanización del enjambre ciudadano”, entre más agresivos, irracionales e irresponsables se tornen los discursos y las acciones políticas entre ambos bandos, mayor será la desconfianza y radicalidad que despertarán opositores y oficialistas.

Estamos a un mínimo de cruzar la delgada línea política del no retorno, en donde el diálogo es cosa de sordos, y la confianza, la credibilidad y la legitimidad (condiciones fundamentales para el sostenimiento de cualquier democracia) están siendo amenazadas por una precipitada estocada mortal. Hoy, el pesimismo, la sensación de que todo puede terminar en desastre,son sentimientos compartidos por la mayoría de los venezolanos. Tengamos claro que al pasar esta raya, las consecuencias políticas, económicas y sociales de esta crisis serán aun más catastróficas de que lo que hoy realmente son.

Muchos se preguntan si existe una salida ¡Claro que la hay! y tiene dos palabras:responsabilidad y  rectificaciónEstos valores deben surgir del chavismo y la oposición en todos los contextos posibles de diálogo y soluciones políticas. Nuestra historia democrática pasada, tan vilipendiada y oscurecida en estos tiempos, todavía tiene mucho que enseñarnos. Desde que apareció el Presidente Chávez en la política venezolana el 4 de febrero de 1992, se incurrió en el mismo error cometido en la IV república, al agravar una polarización política que ya pesaba sobre el pueblo venezolano. Hoy, en la V república, su heredero político apegado a la misma estrategia, hace todo los méritos para empeorar los malestares de esta enfermedad. El colapso definitivo del modelo democrático-partidista tuvo 40 años de desgaste. No es descabellado pensar que podemos estar presenciando con 15 años de agotamiento, el colapso del modelo personalista-populista creado por Chávez y que Maduro es incapaz de sostener.

El tema de la polarización es vital para una correcta comprensión de la crisis porque en estos momentos tenemos una sociedad dividida por este hecho, que confía, asume y participa en la toma de decisiones políticas a través de unos discursos que legitiman dos antítesis opuestas. Unos discursos que a medida que se radicalizan, dejan de creer en el diálogo,pierden toda confianza, rechazan todo punto de equilibrio, para convertirse en una realidad que sólo puede ver la política en blanco y negro. Algo terrible para la psicología de masas, ya que la sociedad civil se dirime entre defender las tesis de un gobierno, o de una oposición, en donde ambos se sostienen en base aun discurso político irracional, irresponsable, cínico y lejano de toda sindéresis. Cosa que obstruye aceleradamente toda alternativa que pueda conducirnos hacia soluciones pacíficas del problema.

Tal vez como sociedad no hemos reflexionado lo necesario. Es posible que tantos fracasos políticos en nuestra historia no nos hayan madurado lo suficiente. En estos momentos, tantas pasiones políticas encontradas, dificultan cualquier  atisbo de la razón. Irremediablemente el día menos pensado, la revolución llegará a su fin, cuando ese momento llegue yo me pregunto: ¿Seguirá prevaleciendo en el futuro con un cambio de gobierno el mismo sectarismo que domina nuestra vida política? ¿Los perseguidores de hoy, pasarán hacer los perseguidos del mañana?

Es posible que el ejemplo de vida de un hombre como Mandela y una lucha por la paz tan compleja y sangrienta como la sudafricana pueda dejarnos alguna enseñanza: «Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero».

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