Si lo dice Luis Vicente León, tenemos que escucharlo….

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Las guarimbas y el barranco, por Luis Vicente León

Por Luis Vicente León            | 6 de Marzo, 2014

Existe una preocupación genuina, en  algunos políticos, analistas y personas ponderadas de la propia  oposición, con respecto a la parte violenta de las protestas contra el  gobierno que están teniendo lugar en varias partes del país. Y tal  preocupación radica en que es imposible generalizar toda esa protesta  marcándola con la etiqueta golpista. Puede que al principio  hubiera algunas chispas encendidas por los grupos más radicales, pero  ahora hay una parte de la población que, producto de una espontaneidad  que ha sido generada por el desespero, no encuentra otro medio para  manifestarse y siente que no es posible quedarse callado ante los  atropellos y el deterioro de su calidad de vida. Es una expresión social que debe ser leída con mucho cuidado.

Es imposible generalizar la protesta  nacional (incluso la que ha derivado en actos de violencia) como  producto de un plan de desestabilización al gobierno o un intento de  golpe de Estado. Dejando de lado por un momento el pragmatismo, es  perfectamente comprensible el sentimiento de la gente que se desespera  genuinamente ante lo que vivimos. ¿Cómo no sentirlo? Incluso quienes  rechazamos las guarimbas o las acciones duras sentimos también la  frustración y la rabia ante un modelo político y económico primitivo que nos aleja cada vez más del desarrollo y deteriora evidentemente  nuestras vidas.

Esas personas quieren canalizar su  energía en la búsqueda de una solución, pero no han encontrado nada ni a nadie que se las ofrezca de manera racional y estructurada. Y entonces  explotan. Pero lo hacen sin tener ni un plan, ni un objetivo concreto ni una articulación formal. Y eso se traduce en una especie de estallido  de acciones y emociones incontroladas.

Y no es su culpa no saber cómo expresarse eficientemente.

La culpa, o al menos buena parte de  ella, es de un liderazgo perdido, dividido, desarticulado y pobre que no es capaz de conducirla ni de conectarla por rutas creativas,  articuladas y más sofisticadas que tirar piedras o quemar basura en una  calle que, además, es su propia calle y no la del destinatario de su  protesta.

Y el peligro que se corre es que la  canalización anárquica de esa energía no va sino hacia otra gran  frustración, que ya se vivió en 2002 y que podría costar años superar.

Esta protesta de guarimbas no tiene  quién la dirija y se concentra en atacar a los propios, en tu propia  calle o urbanización, sin avanzar hacia quienes realmente rechazan ni  convocan a quienes necesitan que se integren para convertirse en  mayoría. Una guarimba no va para ninguna parte, excepto a destruir lo  que no se debe destruir y a darle excusas al adversario para maquillar y esconder el fondo de los problemas. Problemas que siguen ahí,  independientemente de que las formas no sean las correctas.

Y acá es necesario hacer una acotación:  no estoy cuestionando el fondo que produce estas protestas ni el derecho a explotar cuando el desespero es lo que queda, ni si es verdad o no  que habrá quienes se sientan mejor después de hacerlo, como quien grita  de rabia para liberar tensión. El asunto es que mientras están haciendo  la guarimba, la confianza de la gente en la capacidad para sustituir lo  malo que tenemos y corregirlo se fulmina.

Dicho de una manera más llana: una guarimba asusta a quienes deberías estar enamorando.

Si lo vemos numéricamente, que es la  forma más concreta que tengo para verlo, las encuestas muestran que una  población que mayoritariamente estaba de acuerdo con la idea de  protestar y el derecho a que la gente lo hiciera cada vez que lo  necesitara, ahora perciben la acción de calle como una protesta sifrina, concentrada en las urbanizaciones de clase media alta y rica, que  además no conectan con la población más pobre, aunque ésta debería ser  la más deseosa de cambio.

Las guarimbas maquillan y eclipsan el  fondo de la protesta, tanto que las mayorías no logran reconocerlo ni  identificarse con ellas. Pero mucho más interesante es este segundo  resultado: la mayoría de las personas rechaza las protestas como si  quemar un caucho o retar a la guardia antimotines multiplicara por cero  las razones de la protesta y la lucha para lograr que el gobierno  atienda la demanda de la sociedad, esa demanda que quienes rechazan la  guarimba también tienen. Y esta misma mayoría cree que se desbordaron  sin orientación ni sentido, las perciben violentas y culpan a una  oposición que, por cierto, aunque no asume ni la dirección ni la  responsabilidad de las guarimbas, es la que tendrá que asumir los costos políticos en cuanto a la pérdida de soporte a esa propuesta.

El tercero de los resultados que es  necesario contemplar es que Nicolás Maduro sigue manteniendo a la mitad  de la población conectada con el chavismo, mientras que la oposición  queda totalmente fraccionada en una batalla interna brutal por controlar la nada.

Es obvio que las circunstancias dividen a la oposición entre quienes creen que ésta debe ser una lucha por  articular la mayoría y presionar al gobierno a que responda las demandas de la gente, camino hacia procesos electorales futuros que lleguen con  una oposición en mejores condiciones de defender, como sea, sus  derechos; y quienes sienten que esto no da más, que esperar es imposible y que vale la pena hacer lo que sea para que el gobierno se caiga ya,  como si deseos preñaran. Y ahora aparece una pugna entre dos partes  irreconciliables a la que hay que sumar la lucha de egos de los líderes  que ven en esta batalla la oportunidad (o el riesgo) de tener o perder  el liderazgo de su grupo.

Esto evidentemente no funciona. No me  refiero a ser radical —una opción que yo, personalmente, rechazo como  vía, pero entiendo que siempre es una alternativa en la lucha política—,  sino a serlo de manera incompleta, anárquica y con líderes que convocan y luego evaden.

Es interesante pensar en políticos como  Rómulo Betancourt, por poner un ejemplo individual, o los comunistas de  la época de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, por poner un ejemplo  colectivo. Ellos no se hacían pasar por inocentes a la hora de pedirle  al pueblo que se rebelara contra el régimen establecido y sus argumentos para no estar presos no eran que ellos no convocaban la violencia y la  rebelión.

Creo que las guarimbas no componen la  vía de protesta. Para mí son un gran error. Pero los líderes que las  promueven o quienes creen en ellas tienen que dar la cara y asumirlas  plenamente. Deben estar al frente de lo que creen, defendiéndolo y  asumiendo todos los costos y beneficios de la acción.

Por ahora, el resultado no es más que la destrucción de sus propias zonas, una desconexión de los proyectos  políticos viables y de los sectores populares. Incluso, cuando algunas  manifestaciones tienen lugar en un barrio, las fotografías se muestran  durante todo el día en las redes sociales, como si se tratara de la  demostración de una masificación de la violencia. No se dan cuenta que  el hecho que cualquiera pueda  decir de memoria el nombre de los barrios puntuales en donde ha ocurrido una protesta sonora es una clara  demostración de que lo han hecho muy pocos.

En resumen: se desconectan de los más pobres, se dividen los liderazgos y se raya la protesta de la mayoría opositora. Todo esto sin ningún beneficio palpable.

Lamento no tener un “To do list”  que proponga qué hay que hacer como sustitución de la guarimba. Eso es  algo de lo que debe encargarse el liderazgo opositor. Pero lo que sí es  innegable es que la acción, justa y sentida, de algunos guarimberos  (distintos a los golpistas, que también los hay) sólo empeora lo que  todos queremos resolver.

Nada puede ser exitoso sin planificación, sin objetivos concretos y sin liderazgos claros.

De mantenerse esa vía, sólo veremos más  frustración del lado opositor. Eso sí: con más basura en la calle de la  que algunos se sentirán orgullosos de haber tirado, pero que todos  tendremos que limpiar en silencio.

Nada de esto que digo descalifica la  idea de protestar y de exigir. Pero el país opositor tiene que  articularse en una lucha pacífica, ésa que vuelve loco al otro y no a ti mismo. Ésa que significa acompañar a la gente en su drama diario y  demuestra que hay otra forma de gobernar y vivir.

La protesta es la vía, pero la guarimba… es el barranco.

 

¿Interesante verdad? ahora leamos una respuesta a su blog…

 

Gisela Santana                6 de Marzo, 2014, Comentario al artículo de Luis Vicente León

 

1000 % de acuerdo, aqui dejo algunos comentarios personales a proposito de tu articulo.

1) Leopoldo Lopez no tiene idea del danio que le hizo a la oposicion  con esa decision apresurada de lanzar su campana #lasalidaexpress a  destiempo, creando expectativas falsas en la oposicion guarimbera.

2)  Su decision apresurada y su llamado a la calle  termino por un  lado en  la violencia guarimbera y por el otro con el nacimiento de  inicitaivas creativas  como el pancartazo, el volanteo, reconocernos  blogspot, entre otras y sobre todo la creacion de conciencia en  muchos  venezolanos de que para salir de este gobierno todavia necesitamos ser  MAS nos guste o no. No solo ser MAS  sino necesitamos reconciliarnos con el pueblo chavista y el pueblo chavista con la oposicion para que el  dia de manana reclamemos juntos nuestros derechos comunes y este  matrimonio de polos opuestos puede realmente funcionar.

3)La Guarimba , ALtamira (protestas validas, legales pero sin  objetivos puntuales posibles en este momento, ni Director de Orquesta)  no solo le ha hecho danio a los vecinos, tambien ha roto amistades, ha  generado polemica y fuertes discusiones en las redes sociales. Los  opositores Guarimemberos ahora nos llaman chavistas, insensibles,  apaticos, indolentes, chavistas de closet y ademas nos reclaman que no  estamos haciendo nada por Venezuela si no Guarimbeamos, se mide el grado opositor por el numero de marchas a las que has asistido y rechazan  cualquier forma de protesta que no sea la Guarimba, ademas orquestada  por un brujo peruano que vive en Miami.

4) En que quedamos? cual fue el danio que nos hizo Leopoldo? que  despues de haber logrado una unidad a punta de pata y kunfu llego este  muchacho apresurado con una campana preparada y premeditada sacada al  aire a destiempo por querer aprovecharse de la situacion en la  universidades. Que logro? divivir a los 7.5 millones de opositores en 2, los guarimeberos radicales y los apaticos segun algunos (yo diria los  racionales y en ese bando me quedo)

5) Que nos toca? al parecer comenzar desde cero y esta vez con 2  tareas bien dificiles la primera reconciliarnos con nuestros hermanos  opositores guarimberos que quieren una salida violenta  con los muertos  que sea pero ya y la otra, la tarea vieja reconciliarnos con los  chavistas? Facil? facil no esta. Ahora creo que esta peor.

Gracias por tus excelentes articulos y analisis de siempre! Dios bendiga a nuestra Venezuela querida!

¿Interesante verdad? ahora dinos en panfleto negro ¿Qué opinas?…

aqui está el link http://prodavinci.com/2014/03/06/actualidad/las-guarimbas-y-el-barranco-por-luis-vicente-leon/

1 Comentario

  1. Este LVL es un colaboracionista, por lo que su opinión me sabe a rabano.. que se vaya a escribir en Chavismo24 digo Noticias24, es del clan mismo clan schemel, jessi

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