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Venezolanos en busca de un común denominador

Artículo originalmente publicado por la revista mo.be.

Venezuela atraviesa uno de los conflictos más serios de su historia reciente: las protestas del mes pasado llevaron a violentos enfrentamientos que en varias ciudades aún no cesan. El gobierno de Maduro describe a los manifestantes como fascistas que con la ayuda de los EE.UU. buscan un golpe de Estado. La oposición dice tener razones legítimas para protestar. Más de dos semanas después, fuentes oficiales hablan de 18 muertos y 260 heridos, aunque no es fácil saber realmente lo que está pasando.

Los venezolanos están polarizados por el resentimiento que durante años ha marcado el discurso dominante tanto en el gobierno como en la oposición. Además de los reconocidos logros sociales, la era Chávez se caracteriza lamentablemente por las confrontaciones, el estigma y los intentos (constitucionales o no) de sacar al actual gobierno del poder. A primera vista, las diferencias parecen irreconciliables. Sin embargo hay quienes no renuncian a la búsqueda del consenso, pero con demasiada frecuencia se ven opacados por los radicales de ambos bandos. Y precisamente en esas voces está la clave para la construcción de un futuro en conjunto para el país.

Julio César Jiménez Gédler sorprendió a todos con su claro análisis de la escalada violenta de las protestas. Omar Ramírez Suárez es un revolucionario de pura cepa que participa activamente en todas las formas de auto-organización del país. Verónica Zubillaga es una investigadora que ha estado estrechamente involucrada en proyectos para reducir los índices de violencia. A diario se dedican a atender los acontecimientos del país, pero nos conceden su tiempo para un momento de reflexión que, según ellos, es indispensable. Quiero de entrada agradecer la valentía y gentileza de estos venezolanos que en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia, nos permiten conocer su visión acerca del país. Y los invito, estimados lectores, a escuchar, libres de prejuicios, puntos de vista con los que posiblemente no coincidimos, pero merecen ser reconocidos, de lado y lado. Porque sólo así es que lograremos construir un país.

Julio: el diálogo de base

En la noche del 12 de febrero, el día que la disputa se intensificó y cayeron las tres primeras víctimas mortales, Julio publicó un análisis de 42 minutos en YouTube que inesperadamente se volvió viral. Sin efectos especiales ni música de fondo, @juliococo llenó el vacío creado por el silencio de los medios de comunicación venezolanos. En parte gracias a él, el 12F podría ser recordado como el día en que los canales de televisión se volvieron innecesarios.

«Yo soy un activista político independiente, de tendencia de izquierda, dedicado a la organización de ciudadanos para la lucha política». Con un TSU en química, desempleado y obligado a combinar “tigres” para apoyar a su familia, Julio conoce mejor que muchos cuáles son las dificultades del país. Julio formaba hasta hace poco parte de Bandera Roja, una de la fracciones socialistas de la Mesa de Unidad Democrática.

¿Cómo ha evolucionado el país desde la muerte de Hugo Chávez el año pasado?

Julio: El vínculo emocional del chavismo con su líder le daba sustento para muchas cosas. Hoy que no se tiene ese vínculo, el chavismo y sus actores económicos se desorganizan y no hay cómo seguir justificando los problemas del país. Chávez con su discurso sorteaba bien las situaciones. Polarizaba, chocaba, pero le salían bien las cosas. Ahora no hay ese talento ni esa unidad interna, Maduro está siendo rechazado por mucha gente como Presidente y como líder del PSUV. En la oposición, una vez que fallece Chávez y Capriles entra al ruedo de las elecciones presidenciales, se da un momento de unidad política y social interesante. Pero cuando Capriles, luego de denunciar fraude, abandona los intentos de repetición de las elecciones, la oposición se dispersa y limita su agenda a las elecciones de diciembre. Esa desunión tiene que ver con la propuesta de #LaSalida por parte de Leopoldo López y María Corina Machado, tan vagamente formulada que, unida a devaluaciones, una economía basada en la importación, una crisis de productividad que causa desempleo en un marco de inamovilidad laboral y demás problemas, nos lleva a las protestas anárquicas y brutalmente reprimidas que hemos visto los últimos días en Venezuela.

¿Existe la posibilidad de un acercamiento entre el gobierno y la oposición?

Julio: Eso es ciencia ficción. Este gobierno tiene una concentración de poder gigantesca que no puede soltar por iniciativa propia. Recién hubo una conferencia de paz para a abrir el diálogo, pero en la práctica, solo sirvió para exponerse como demócratas ante la opinión pública internacional luego de la brutal represión de las protestas y para lanzarle un reto a los empresarios: o apoyan el problema en la calle y siguen perdiendo dinero, o nosotros les damos los dólares.

Dudo que eso nos conduzca a la paz, el país se dirige hacia un problema económico bestial, independientemente de que las protestas cesen o continúen. Un acentuamiento de los problemas económicos con un impacto mucho más grave en lo social que llevaría a nuevas protestas para sacar a Maduro del poder.

¿Y cuáles serían las consecuencias?

Julio: Aquí no hay chance de guerra civil, para eso hace falta dos bandos armados. Aquí no está planteado un golpe de estado ni un autogolpe. El desplazamiento, la renuncia, tiene que ser producto de las fuerzas civiles, de las fuerzas populares, sin intervención de potencias extranjeras, ni de la fuerza armada nacional. De darse la renuncia, tiene que conformarse un gobierno de unidad nacional conformado por chavistas y opositores, y formular una nueva convocatoria a elecciones. Ahora bien, Capriles nunca se planteó la renuncia: él evalúa la posibilidad de una constituyente, de una reforma constitucional o un referéndum. La renuncia de Maduro representa para él la entrada de Diosdado.

Mientras tanto, la oposición es acusada de fascismo ultraderechista financiado por los EE.UU.

Julio: Yo sólo puedo hablar por mí mismo: yo estoy desempleado, yo soy un pelabola y siempre he estado en partidos de izquierda. Imposible ser burgués porque no tengo medios de producción. Imposible ser fascista, porque el fascismo sólo se ejerce desde el poder.

Yo crecí en un barrio y vivo en La Pastora. Ese discurso del gobierno se está desmontando. Los burgueses están gobernando. El fascismo es el que mata, el que tortura y le da cárcel a gente decente. Ellos sostienen ese discurso para desviar la atención de la opinión pública de su propia identidad.

¿Hay alguna alternativa?

Julio: Aquí hace falta un diálogo de base, entre hermanos, primos, amigos de la escuela y compañeros de trabajo. Ese diálogo está comenzando y se basa en cuatro consensos sociales: el rechazo a la represión violenta de las protestas, el rechazo a las protestas anárquicas de algunos sectores de la oposición, el rechazo a las políticas económicas del gobierno y el problema de la violencia criminal en el país.

Omar: la conciencia necesaria

Omar Ramírez es el perfecto revolucionario: inteligente, altamente calificado, consciente, crítico, abierto al diálogo, solidario, elocuente y militante. Se gana el pan con una cooperativa, en su tiempo libre se apoya el trabajo de un colectivo y participa activamente en una milicia.

La cooperativa para la cual trabaja proporciona conocimiento y ejecución técnica en materia de telecomunicaciones. Los colectivos, aunque estigmatizados como bandas armadas de partidarios del gobierno, son organizaciones pacíficas de trabajo comunitario. Actualmente los habitantes de su comunidad tienen una panadería, una fábrica de bloques, una textilera, una radio (para la cual Omar hace trabajo voluntario) y una empacadora de azúcar y arroz, en las que ellos dirigen y hacen vida activa como trabajadores. Una milicia es un concepto equivalente a la reserva militar y proporciona apoyo para el control de grandes eventos como elecciones y mercados populares o para la seguridad básica de las empresas estatales, aunque, en teoría, una empresa privada también tiene la posibilidad constitucional de organizar milicias con la finalidad de garantizar su funcionamiento.

Estas diversas formas de auto-organización es uno de los logros del gobierno

Omar: Aún hace falta organización popular. El empoderamiento del poder popular no es un concepto fácil de asimilar.

¿Cuál es la dificultad?

Omar: Romper un esquema viejo y crear un esquema nuevo por un lado y la apatía de muchos por otro. Esto es visible en los consejos comunales, mecanismos legales para lograr cambios concretos en las comunidades. Si la gente no participa, las decisiones se posponen o se toman por las pocas personas presentes: la plataforma para la participación popular existe, pero no se utiliza como lo amerita el país.

Además, con frecuencia hay poca diversidad ideológica entre las personas que participan. También hay muy poca ideología: la «ideología» va más allá de la simple inclinación política. Las personas no sólo deben participar, sino que también deben estar conscientes de por qué participan.

Ahora, si hablamos de logros, no se puede dejar de lado la masiva inversión social que se ha efectuado durante los últimos años: el apoyo directo a los pequeños y medianos empresarios, los créditos para cooperativas y empresas de producción social, los proyectos sociales y las misiones, todas estas iniciativas nacen para atender, con menos burocracia, rápida y efectivamente, las necesidades de las comunidades.

¿No son las misiones soluciones coyunturales para problemas estructurales?

Omar: Gramsci hablaba de «lo nuevo que no termina de nacer y lo viejo que no termina de morir”. Es verdad que el tiempo de la coyuntura debería haberse acabado, pero el proceso se enfrenta a una gran resistencia al cambio. Por ejemplo, ha habido médicos que forman una cadena humana para no permitir la entrada de la misión “Barrio Adentro” a algún hospital, porque eso supuestamente pondría su autonomía en juego, cuando los hospitales que forman parte de «Barrio Adentro» (CDI, SRI, CAT) son ejemplos de organización, limpieza, atención, cooperación entre doctores cubanos y venezolanos y calidad de equipos e instrumentos. Esa fue también la razón inicial para la inclusión de médicos cubanos: las difíciles negociaciones con las asociaciones de médicos venezolanos sobre la voluntad y disposición de trabajar en los barrios o más cerca de las comunidades más necesitadas.

¿Cómo ves la transición tras la muerte de Hugo Chávez?

Omar: Para mí no hay una «transición», las políticas que está usando el presidente Nicolás Maduro son las políticas que hubiese utilizado el presidente Chávez. Pero la oposición ve una oportunidad de oro para derrocar este proyecto y obtener el poder que antiguamente tenían. En los últimos meses Maduro ha enfrentado situaciones adversas “a paso redoblado”. Después del resultado tan parejo de las elecciones del 14 de abril de 2013 (comparado con anteriores elecciones presidenciales en Venezuela) la oposición ha implementado un plan para “mantener las calles calientes”. Paros, saboteos a diferentes niveles buscando desprestigiar la gestión del Presidente Maduro, inclusive denigrarlo por su antiguo trabajo como conductor de autobuses y por la supuesta nacionalidad colombiana que la oposición inventó del Presidente, para lograr el descontento de la población, apuntando a unas posibles elecciones. Esto, ligado a la falta de una gestión eficiente en algunas áreas de interés nacional, ha creado un clima de constantes acciones en lo político y económico para enfrentar todas estas adversidades. Pero con esta fórmula repetida, ten la seguridad de que no lo van a derrocar.

Personalmente, ni siquiera pienso que la oposición representa el mayor peligro para la revolución: el enemigo principal es la falta de una gestión eficiente en los ámbitos donde estamos fallando, y esto obviamente no depende sólo del Presidente, aunque todavía hay quienes esperan sentados la llegada de un Mesías, pensando que un solo hombre puede cambiarles la vida. Esa ineficiencia es lo que ha logrado sumarle más votos a la oposición, más que el candidato que los represente. La cantidad de votos de la oposición depende en gran parte de la gestión del gobierno.

¿Son legítimas las protestas actuales?

Omar: Sí, las protestas son legítimas siempre que sean pacíficas. Pero apenas se obstaculiza el libre tránsito, por ejemplo, se deja de ser pacífico y constitucional. La “guarimba pacífica”, como algunos estudiantes lo han denominado, es un chiste. Pero las personas que protestan hoy ni siquiera son las personas que realmente pudieran verse afectadas por ciertas medidas o situaciones. Las protestas actuales forman parte de un plan: hace tiempo se dice que “hay que mantener las calles calientes” para dar la estocada final en el próximo proceso electoral. Eso sin contar que también hay una guerra mediática.

Pero la oposición se queja de que los medios de comunicación se mantuvieron en silencio durante las manifestaciones de febrero.

Omar: La transmisión en vivo de las manifestaciones era tradición de los canales de oposición, pero esa es una costumbre irresponsable que puede generar una tragedia. La oposición está decepcionada porque los canales de televisión buscan un nuevo equilibrio y dejaron de ser (abiertamente) portavoces de la oposición.

Cuando hablo de «guerra mediática» me refiero a las redes sociales. A información falsa que se difunde sin haber verificado su veracidad. A través de las redes sociales se hacen llamados irresponsables a protestas. Todo esto en lugar de unirse a las formas estructurales de participación, como los consejos comunales y los partidos políticos. Esa es la verdadera militancia. La necesidad de conciencia también vale para la oposición: hay personas que tienen razones legítimas para protestar, pero demasiadas personas ni siquiera saben por qué protestan. Sólo quieren derrocar a Maduro pero no pueden formular un por qué o una alternativa seria, donde la mayoría de la población no vea sólo intereses individualistas o caprichos de los líderes de la oposición.

¿Cómo ves el futuro?

Omar: Esto va a pasar. Y en un par de meses va a volver a pasar. ¿Por qué? Porque para la oposición “hay que mantener las calles calientes”. La única salida razonable son elecciones. Si no hay cambios positivos y sólidos para la mayoría de los venezolanos, el gobierno actual se verá perjudicado. Mientras tanto, con los mecanismos actuales de protesta, la oposición no hace otra cosa que fortalecer al gobierno. No sólo lo digo yo, lo dice Capriles.

El diálogo no va a ser suficiente para resolver el conflicto actual: es la eficiencia de nuestro trabajo la que hará que el conflicto llegue a su fin. De esta manera los venezolanos podremos ver los cambios que necesitamos y entenderemos que cualquier alteración del orden será causado por intereses ajenos a los de nuestro Pais.

Pero hay muchos que no quieren participar, que sólo quieren tumbar a Maduro. Se podrá firmar acuerdos para coexistir, pero lo que necesitamos es unidad, necesitamos formar un sólo bloque, un todo que a pesar de las diferencias políticas, sociales, ideológicas y culturales, luche por alcanzar un objetivo común. Es el amor por nuestra Patria el que nos ayudará a resolver el conflicto actual.

Verónica: la paradoja de la Revolución Bolivariana

Verónica Zubillaga es socióloga con un doctorado de la Université Catholique de Louvain, Bélgica. Es profesora de la Universidad Simón Bolívar, y durante quince años ha sido investigadora en el área de la violencia urbana. En 2011 participó en la Comisión Presidencial para el Control de Armas de Fuego, Municiones y Desarme.

La creciente violencia es uno de los mayores problemas del país

Verónica: La violencia abruma a la mayoría de los venezolanos y las principales víctimas se hallan en los barrios. Esa es la paradoja de la revolución bolivariana: a pesar de la gran inversión social en salud y educación para incluir a los sectores populares, se ha alcanzado una tasa de homicidios elevadísima y es precisamente la gente de los sectores populares la que está muriendo.

En concreto: niños que se están salvando porque se benefician de las políticas en el área de salud y nutrición, son alcanzados por las balas al llegar a la adolescencia. El homicidio es la primera causa de muerte entre varones jóvenes en el país.

¿Cómo se maneja el problema de la violencia en el país?

Verónica: El gobierno ha tenido muchísimas dificultades para entender y asumir el tema de la violencia y ha sido muy ineficaz. Eso se refleja en el incremento de la tasa de homicidios en estos quince años y eso tiene que ver con varios factores. Uno de ellos es el proceso de desinstitucionalización que ha venido experimentando la policía. El ex ministro Tarek El Aissiami solía decir en entrevistas que el 20% de los delitos son cometidos por la policía. El deterioro de la policía también se ve en el incremento desproporcionado de cifras reunidas bajo la categoría “resistencia a la autoridad”, que reúne los actos de desobediencia frente a la policía, incluyendo “muertes por enfrentamiento”, pero que en la práctica incluye también muertes extrajudiciales. Ese deterioro originó el Consejo Nacional para la Reforma de la Policía, que luego dio paso a la Reforma Policial y la creación de la Policía Nacional Bolivariana. Pero la Policía Nacional todavía no da muestras de eficacia en el ámbito de la seguridad ciudadana y la gente se siente muy desamparada. Hay que tomar en cuenta además la discontinuidad de las políticas: en 15 años ha habido al menos 12 Ministros de Interior y Justicia. Uno de los ministros, Pedro Carreño, “engavetó” la propuesta de reforma policial por ser de “derecha” y el actual ministro, Rodríguez Torres, quien es militar, está revirtiendo los esfuerzos desplegados por sectores dentro del mismo chavismo, por tener una policía apegada a los Derechos Humanos y dirigida por civiles.

En este sentido, otro factor importante en la perpetuación e incremento de la violencia en el país, es la militarización de la seguridad ciudadana. Básicamente, la respuesta del gobierno han sido operativos militares. Esto crea otro problema: la crisis carcelaria. Las prisiones multiplicaron su población de hombres jóvenes y pobres, mientras que la tasa de homicidios sigue en aumento. Hay militares al frente del Ministerio de Interior y Justicia, de la Policía Nacional, de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, pero los militares no están preparados para asumir el tema de la seguridad ciudadana, que tiene que ver con con la consolidación de una policía respetuosa de los Derechos Humanos, pero también eficaz; el funcionamiento del sistema de justicia y el desarrollo de políticas públicas preventivas: control de armas, programas de atención para los jóvenes centrados en la capacitación socioproductiva y en el reconocimiento de sus identidades, el ordenamiento del espacio urbano, etc. Eso es lo que nos enseña la experiencia en países como Brasil o Argentina. Aquí más bien están repitiendo el guión de las políticas de «mano dura» que se llevaron a cabo en Centroamérica, que evidentemente fracasaron y empeoraron el problema. Mayor represión conduce a delincuentes mejor armados y da inicio a un círculo vicioso de violencia.

¿Cómo ves la evolución del país desde la muerte de Chávez?

Verónica: Chávez era al mismo tiempo una figura aglutinadora y una figura de contención. El deterioro actual se inscribe claramente en el marco de su ausencia: ante la falta de un elemento aglutinador hay dispersión y en ausencia de una figura de contención se implementan medidas peligrosas.

Hoy dominan la ausencia de acuerdos básicos y de convivencia, las dificultades económicas y la violencia.

¿Es esa una evolución reciente?

Verónica: No, eso es una prolongación del pasado, pero Chávez era un muy sagaz políticamente y tuvo una gran intuición, logró contener incluso leyes que habrían de generar respuestas muy adversas entre la población. El discurso de Chávez también le daba sentido al descontento de la gente con promesas de un futuro mejor. El discurso de Maduro es torpe y crea más preocupación.

Las misiones siempre han sido importantes en este sentido. La gente que vive en los barrios, sus mayores beneficiarios, ha tenido una sensación de cercanía, de ser apoyados directamente y ha tenido la sensación de estar incluida y reconocida políticamente. El problema es que las misiones son muy costosas y no resolvieron problemas estructurales básicos, como la carencia de viviendas dignas y la inclusión urbana, el derecho a la ciudad, las desigualdades educativas y de empleo, la inclusión juvenil, y la violencia. Puede ser que la gente tenga más recursos, pero siguen viviendo en un barrio en condiciones muy adversas.

¿Cómo ves el futuro?

Verónica: Muy complejo. Todavía hay una desconexión entre la oposición (des)organizada y las preocupaciones de los sectores populares. La guarimba, que para mí constituye la antipolítica y el repliegue, no nos llevan a ningún lado. Hace falta protestar claro, pero frente a las autoridades. Hace falta parlamentarismo de calle, intentar un acercamiento, debatir, reconocernos los unos a los otros como interlocutores con argumentos y propuestas. La respuesta represiva del gobierno sólo ha contribuido a la indignación, las muertes al dolor y a la confusión.

Hay demandas legítimas de los estudiantes, que encarnan un sentir de una gran parte de la población pero al mismo tiempo hay gente que sólo exige la renuncia inmediata de Maduro y eso no tiene sentido, porque otra gran parte de la población también lo apoya. Del mismo modo, el gobierno no puede ignorar que la mitad del país no se ve representada en éste y no puede seguir ignorando, evadiendo o aprovechando de manera oportunista a grupos armados, que representan una amenaza para la gente de las comunidades y a la larga para el mismo gobierno, como lo han demostrado otros procesos históricos como el colombiano.

La oposición debe ser incluida en las instancias del Estado, la situación política actual es insostenible: el país sigue lamentablemente atrapado en una especie de huelga declarada hasta que no haya disposición para el encuentro y los acuerdos que modifiquen la actual situación.

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