Dos semanas después de que el Gobierno de Venezuela le revocara el permiso de trabajo al equipo de la periodista de CNN en Español, Patricia Janiot, en represalia por supuesta promoción a la intervención extranjera en el país; por vender una imagen falsa de las protestas que aún suceden a nivel nacional y por incitar el alzamiento de la sociedad, el presidente Nicolás Maduro accede a una entrevista con la corresponsal en jefe internacional de CNN, Christiane Amanpour.
Fue transmitida el pasado 7 de marzo de 2014 y constituyó la primera entrevista al nuevo presidente desde la que se le hizo hace cinco años a Hugo Chávez.
A nivel de imagen del mandatario, se pudo ver a un Maduro tenso pero pausado, el cual, al momento de responder cada pregunta, demostraba un visible esfuerzo por ordenar los argumentos del mensaje central que se había propuesto transmitir para encajarlo a las formulaciones de Amanpour.
Las premisas básicas de su mensaje eran:
-Él está continuando el legado de Chávez.
-Venezuela no necesita mediación interna ni mucho menos externa
-Los problemas que hay en el país no le quitan el sueño porque ¿acaso Estados Unidos no los tiene también?
La estrategia comunicacional de Maduro fue principalmente de defensa: a la mayoría de las preguntas incisivas y críticas, les seguía una táctica de desplazamiento del eje principal en la que repetía las últimas palabras de la interrogante y las enlazaba, sin evidente coherencia, con una retahíla de comparaciones con los que para él son los problemas que tiene de Estados Unidos.
Por ejemplo, cuando se le preguntó acerca de la polarización tan marcada en el país y una posibilidad de unión entre ambos grupos, su respuesta fue:
“toda democracia tiene polos, y tiene debate de ideas. En los EEUU está el Partido Demócrata y están los republicanos. Inclusive dentro de las corrientes demócratas y republicanas hay liderazgos y corrientes, y combaten (…) así que no nos asombremos ni estigmaticemos o le veamos una connotación negativa al concepto de la polarización”.
Y así continuaba mezclando temas y descontextualizando datos en medio de retórica cantinflérica que permitía, definitivamente pero sin argumentos coherentes, reencuadrar la crítica y tratar de evitar que la periodista repreguntara.
Siguiendo la lógica de que la polarización no es mala (ni siquiera cuando hay sociedad civil armada y militares reprimiendo con violencia las manifestaciones estudiantiles que llevan casi un mes sucediéndose), para Maduro tampoco hay necesidad de mediación, sino “de colaboración”.
“Es ahí donde el comandante Chávez una y varias veces, y yo también ya como presidente, hemos hecho un llamado para que la oposición salga de una posición obstruccionista, que cree que puede destruir la revolución democrática, la revolución bolivariana por otras vías, y se incorpore a mecanismos de coordinación”.
Una colaboración entendida como un eufemismo para decir que lo que tiene que hacer la oposición es dejar de protestar porque de cualquier manera, no será escuchada.
A nivel general, Maduro logró su cometido estratégico: no responder frontalmente a las críticas sino desplazarlas a través de enrevesadas respuestas en las que acusaba, interpelaba y daba datos oficiales de gestión que lograban reenfocar y hacer parecer que él dominaba la conversación; sin embargo, su afán ofensivo y poca experiencia oratoria –como él mismo reconoció en la entrevista- le impidieron hacer uso de las preguntas comodines que le realizaba Amanpour para balancear relajar las tensiones.
P. “¿Qué es lo que le mantiene despierto por las noches? ¿Qué es lo que le preocupa?”
Con esta pregunta culminaba la entrevista y la respuesta puede constituir para muchos asesores, una de las más deseadas que le puede hacer un periodista a cualquier político. Y la más obvia para concluir triunfante al reafirmar el supuesto interés de la “revolución como la que nosotros estamos haciendo a favor de los humildes, de los trabajadores, de los siempre olvidados”.
Pero su respuesta provino de una profunda sorpresa:
R. “¿A a mí? No, si yo duermo tranquilo” (risas) “Duermo feliz, duermo como un niño” (risas).
A diferencia de todo el transcurrir de la entrevista, Nicolás Maduro habló con naturalidad, se le vio un poco más relajado y comenzó a hablar de su rutina de trabajo con Chávez explicando que se duerme tarde y se levanta temprano.
Sí, causó revuelo que dijera que duerme muy descansadamente cuando en respuestas anteriores había dicho que: “Venezuela tiene sus problemas, como todos los países, no te lo voy a negar. Problemas de carácter económico, claro que se tienen. ¿O es que EEUU no tiene problemas económicos?” Lo coherente era que aprovechara esa pregunta para decir que lo que lo mantiene despierto es idear la manera de resolver esos problemas, o algo por esta línea que resulta bastante evidente.
Pero más allá de no haber atajado la cuerda, se vio que lo que realmente le causa pesar a Maduro es la necesidad de ser leal a Chávez y la importancia que le da a cumplir correctamente la misión que él dejó.
@Awesomejoha