El último miedo a vencer

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En las últimas semanas se ha venido propagando una gran cantidad de ideas, quejas y frases motivadas por todo el acontecer nacional. Algunos hacen alusión a los problemas más evidentes que nos han venido afectando directamente; llámese escasez, inseguridad, inflación, corrupción, impunidad, etc. La mayoría de esos mensajes escritos en pancartas, volantes y redes sociales, son lo suficientemente válidos y razonables. Algunos otros, rayan
sencillamente en lo ofensivo e intolerante. Sin embargo, últimamente he estado dándole vueltas a esa frase particular que empezamos a ver hace un tiempo ya, dice así: “Nos han quitado tantas cosas, que ya hasta se nos quitó
el miedo”. Frase cierta en parte del espectro que nos envuelve. Todos hemos sido testigos y algunos hasta partícipes de algunas barreras que se han roto con mucho ímpetu y de manera decidida, probablemente gracias al declive tan pronunciado que nos ha estado absorbiendo durante un tiempo considerable. Puede ser visto por muchos como un estallido social, en el cual, precisamente, se ha perdido el miedo a las represiones y los abusos que tanto nos aquejan.

Pero, debo decir que esos miedos se han vencido con la búsqueda de enfrentar a otros más grandes. A diario podemos escuchar y leer cómo mucha gente expresa claramente que no está dispuesta a perder a su país, que no quieren vivir sin libertades que antes tenían, que ya no quieren que lo único barato sea su sueldo, que no quieren estar nerviosos cada vez que sus hijos están en la calle, que no pueden darse el lujo de llegar a casa sin la leche para
alimentar a sus niños pequeños. Cosas como esas han sido su impulso para participar activamente en las protestas que se han venido dando, de la manera en que sea posible. Se percibe un afán -y con razón- de hacer algo, por parte de muchos.

En lo personal, también he vencido muchos miedos, desde los más básicos hasta otros mucho más complicados y enrevesados; así como también comparto esos miedos relacionados a la decadencia de nuestro sistema y nuestra sociedad, pero debo reconocer que me quedan otros mucho más grandes. Como lo es el miedo a que las diferencias extremistas de quienes me rodean lleguen a ser tan definitivamente irreconciliables que lleguemos a una verdadera guerra (en cualquiera de sus sentidos), donde se pierde el filtro de la razón que tanto análisis produce para generar una convivencia pacífica y armónica. En una guerra no hay verdades relativas ni individuales, sólo existen verdades «universales» e «irrefutables» para cada bando, que imposibilitan cualquier razonamiento lógico ante el otro, hasta el punto de, sencillamente, hacer afirmaciones «¡Porque sí!», arrebatando hasta el último ápice de humanidad y llegando a generar los más terribles actos que un ser humano puede ejecutar, alimentados por el odio y esas ansias de sentirse superiores de alguna manera. Temo por éso y temo por esa desesperanza aprendida de la que tantos
son victimas y, no les permite sentirse útiles o con el deber de hacer algo -por muy pequeño que sea- para aportar cosas positivas a nuestra sociedad, la cual pide ayuda a gritos desde lo más profundo de su esencia. Temo por aquéllos que se sienten ajenos a la situación, temo por quienes no están dispuestos a salir de la Matrix y por quienes han salido y quieren «resetearse» para devolverse a ella. Temo por que en el 23 de Enero, parte de la comunidad siga sin voz, sin expresarse ni tomar un papel activo en todo lo que nos está sucediendo a todos sin necesidad de armas, todo porque el miedo mismo se los
impide.

Ahora bien, el miedo que en verdad representa insomnio para mí es ese miedo al fracaso de cualquiera de mis aportes. El miedo a que cualquiera de mis esfuerzos por buscar y formar al llamado «Héroe Ciudadano» sea en vano. Puedo soportar ofensas, puedo aceptar los problemas, me puedo defender de la violencia, puedo luchar contra la adversidad, pero lo que realmente temo es a fallarle a mi sociedad, a pasar por esta vida sin hacer un solo aporte valioso como retribución a todos los beneficios de los que yo he podido
disfrutar y que, a su vez han sido aportes de otros; no soporto esa idea. Pero es bien sabido que el temor se manifiesta en todos nosotros, de una manera u otra; sólo que es de valientes enfrentarlo con el temple del acero, ese mismo temor es mi combustible para seguir en la lucha indefinidamente, sin miramientos, para lograr ése o ésos aportes tan ambiciosos y significativos para todo mi entorno; será mi legado que, con gusto dejaré a mi gente cercana, a los lejanos, a los que no me conocen, a los que ni siquiera agradecerán, a quienes vendrán, ¡a todos!. Así que, para mí, ese es el último miedo a vencery será solamente por medio del éxito…ésto apenas comienza.

Fahil Flores

 

Generación del 14.

@Gdel2014

[email protected]

3 Comentarios

  1. Muchas veces leído, y sin comentarios. ¿Qué puedo decir? Muy bueno, lo bueno es menos popular que lo malo. La gente prefiere controversia. ¿Será por eso que estamos como estamos?

  2. Hola Fahil. Me ha conmovido leer tu artículo.
    Creo que estos tiempos de incertidumbre han profundizado en nosotros la humana necesidad de analizar, interpretar y darle sentido a lo que sucede y que también están generado la movilización de nuestras emociones, de todas ellas, de las que nos son más familiares y de las que habitan en nuestros rincones inexplorados… pero en todo caso movilizadas y, si hay movimiento, hay vida…
    En mi opinión, el miedo ha pasado a ocupar un rol protagónico y lo veo como uno de los ¿pocos? denominadores comunes a los venezolanos; quizá a muchos de nosotros, independientemente de la esquina en la que estemos, nos une el miedo a desmejorar nuestras condiciones, a no lograr lo que deseamos, a perder espacios… Y si se trata de un terreno común, es un potencial lugar para construir sobre la base de nuestras coincidencias
    El miedo, en su aspecto luminoso, puede ser muy útil: un «cable a tierra», un conector con la razón, un generador de energía o combustible, como tú lo llamas
    Sin ser una erudita en la materia, diría que en tu caso, el hecho de encarar tu miedo, conocerlo, reconocerlo, darle forma y dimensión es un paso gigantesco hacia el éxito; compartirlo es en sí un aporte. Para mí, esos son indicadores de que vas positivamente encaminado hacia el logro de tus anhelos. Que así sea!

  3. Muchas gracias Beatriz, por tomarte el tiempo para leer el artículo y sobre todo por tus palabras. Y bueno, incluso de cosas que parecen negativas como el miedo en sí, podemos sacar muchas cosas positivas. Saludos!

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